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Hace unos días el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana autorizó el cambio del Aeropuerto de Murcia. A partir de ahora se llamará Aeropuerto ... Juan de la Cierva en recuerdo del célebre inventor y científico aeronáutico murciano que inventó el autogiro, aparato precursor del actual helicóptero. Con este motivo del cambio de nombre del aeropuerto murciano mucho se está escribiendo estos días sobre el legado de Juan de la Cierva. Sin embargo, hoy dedicaré esta página a Piedad de la Cierva, mucho menos conocida que su primo Juan, pero una mujer de gran transcendencia. Piedad de la Cierva es, sin duda, la más grande científica que ha dado nuestra región y una de las investigadoras más importantes (y olvidadas) de la historia de España.
Nacida el 1 de junio de 1913 en Murcia, Piedad de la Cierva ingresó en octubre de 1928 en la Universidad de Murcia, con lo que se convirtió en la única mujer matriculada en nuestra Universidad. Allí permaneció durante un curso académico realizando sus estudios de Química. Al año siguiente se trasladó a Valencia alojándose en la residencia de las Escolapias hasta que la proclamación de la Segunda República cerró el centro. Entonces fue acogida por la familia de uno de sus profesores, antiguo maestro en Murcia.
En 1932 Piedad de la Cierva se licenció en Ciencias por la Universidad de Valencia, recibiendo el Premio Extraordinario de Licenciatura. Posteriormente nuestra científica marchó a Madrid para hacer el doctorado en el Instituto Rockefeller, donde se encontraba el Instituto Nacional de Física y Química. Allí realizó su tesis 'Factores químicos del azufre y del plomo', bajo la supervisión del científico Julio Palacios.
En 1935 nuestra ilustre murciana viajó a Dinamarca para especializarse en radiación artificial. Gracias a una Beca de Ampliación de Estudios hizo una estancia en el Instituto Niels Bohr, un centro de referencia mundial en energía nuclear. En aquellos tiempos Pilar se codeó con varios Premios Nobeles. Uno de ellos fue George von Hevesy, Premio Nobel de Química en 1943 y descubridor del elemento químico hafnio. Otra fue Irène Juliot-Curie, hija de Marie y Pierre Curie.
Una científica que marcó la carrera de Piedad de la Cierva fue Lise Meitner, la «madre» de la fisión nuclear a la que conoció en Berlín. Meitner, que de manera muy injusta no consiguió el Premio Nobel, es la única mujer que tiene un elemento en la tabla periódica en su honor: el meitnerio. Este alto reconocimiento solo lo han alcanzado unos pocos científicos como Nicolás Copérnico (copernicio), Alfred Nobel (nobelio) y Albert Einstein (einstenio).
Tras mucho tiempo trabajando en el campo de la radiación artificial atómica, la idea de Piedad era regresar a España y fundar un centro sobre Física Atómica en el Instituto Rockefeller. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil Española lo cambió todo. Piedad se trasladó a Osuna para ganarse la vida como maestra de Física y Química en un Instituto y como enfermera en el frente. Cuando acabó la guerra ocupó una plaza de interventora pero su amor hacia la ciencia le hizo retomar sus labores de investigación.
Tras el final de la guerra el científico Otero de Navascués creó el Instituto de Óptica dependiente del recientemente creado CSIC y la fichó para su equipo, convirtiéndose en la primera mujer en formar parte de dicha institución. En aquellos tiempos el tipo de investigación científica estaba muy orientado hacia la guerra, por lo que investigó en mejorar sistemas de visión nocturna y también en el desarrollo de nuevos prismáticos.
En 1945, Otero de Navascués abandonó el Instituto de Óptica y creó el Laboratorio y Taller de Investigación del Estado Mayor de la Armada donde la contrató como científica. Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial la envió a EEUU para que aprendiese a elaborar vidrio óptico ya que en España no existía. A su vuelta aplicó la tecnología aprendida en EEUU y por aquel logro ganó en 1955 el premio de investigación técnica Juan de la Cierva... y no fue el primero.
Posteriormente, Piedad buscó nuevas áreas de investigación y encontró algo que le llamó poderosamente la atención: la cascarilla del arroz tenía un gran poder aislante y nadie conocía las razones. Tras muchos experimentos encontró que esta cascarilla tenía un porcentaje de sílice muy elevado. Fruto de estas investigaciones y de sus posteriores aplicaciones en diversos campos Piedad obtuvo en 1966 su segundo premio nacional de investigación. Una pasada.
Pero nuestra paisana también sufrió el machismo propio de aquella época. A principios de 1941 se habían convocado las oposiciones de cátedra de Físico-Química para las universidades de Sevilla, Valencia y Murcia. Piedad de la Cierva se presentó ante la insistencia de su padre que soñaba con que su hija fuera la primera mujer catedrática de Universidad. También se presentaron otra mujer, María Teresa Salazar, y tres hombres: Octavio Rafael Foz, Julián Rodríguez y José María González. Las dos mujeres tenían méritos más que suficientes para presentarse a la convocatoria con garantías de éxito. ¿Quieren saber lo que ocurrió? Las cátedras de Sevilla y Valencia las ganaron dos de los opositores masculinos y la de Murcia se declaró desierta. Parecía que preferían dejarlo así antes que dársela a una mujer. Aquello afectó tanto a Piedad que abandonó su puesto de auxiliar de cátedra universitaria y se centró en la investigación científica y en ayudar a otras mujeres a desarrollar su carrera académica.
A mediados de la década de 1970, Piedad abandonó definitivamente la investigación tras romper muchos techos de cristal en el mundo científico. A pesar de los logros alcanzados en su carrera, el 31 de diciembre de 2007 fallecía sin demasiada trascendencia pública y, desgraciadamente, a día de hoy, muchísimos murcianos desconocen la impresionante contribución de nuestra paisana al progreso científico y tecnológico.
Estimados lectores de LA VERDAD, la Región de Murcia está en deuda con Pilar de la Cierva. Homenajeemos públicamente y lo antes posible a la que ha sido nuestra mejor científica. No dejemos pasar más tiempo.
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