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El Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental investiga nuevas vías para aprovechar mejor el patrimonio que atesora la variedad de uva monastrell, propia de las denominaciones de Bullas, Jumilla y Yecla.
–¿En qué consiste la investigación que están desarrollando en torno a la variedad monastrell?
–Se trata de un programa de mejora genética que fue iniciado por [el investigador] Adrían Martínez Cutillas a finales de los años 1990 y que consiste en la obtención de nuevas variedades mediante cruzamientos dirigidos entre esta variedad de uva y otras, como la cabernet sauvignon, syrah, tempranillo, verdejo o syrah. Inicialmente se buscaba obtener nuevas variedades con un alto contenido fenólico y maduración tardía, pero la actualidad del sector vitivinícola ha hecho que nuestros objetivos se vayan diversificando, y hoy en día buscamos variedades adaptadas a la nueva situación climática y que al mismo tiempo sean de alta calidad. Así, ahora llevamos varias líneas de investigación, entre las que se incluye la obtención de nuevas variedades con alto contenido fenólico y adaptadas a climas cálidos, también resistentes a la sequía o a plagas como oidio y mildiu o variedades con un grado de maduración óptimo pero que en el momento de la vendimia contienen una menor cantidad de azúcares y pueden ser destinadas a la elaboración de vinos de baja graduación alcohólica. Fruto de todo este trabajo, en la actualidad contamos con el registro de seis nuevas variedades (cinco tintas y una blanca), que a su vez están autorizadas como uva de vinificación en la Región de Murcia. Se denominan gebas, myrtia, calnegre, quípar, carmoli y calblanque.
–¿Qué cualidades convierten a este tipo de uvas propias en un producto de interés?
–Todas estas nuevas variedades cuentan con un atributo muy importante: su adaptación al nuevo escenario climático en el que nos encontramos. Estamos obteniendo variedades tintas que tienen un alto potencial fenólico a pesar de las altas temperaturas y la escasez hídrica de nuestra región. De este modo, se trata de una herramienta que ayudará al sector vitivinícola y que podrá ser utilizada para paliar los efectos que el cambio climático está teniendo en el viñedo, lo que dará un valor añadido a los vinos que se elaboren en un futuro. También estamos registrando variedades blancas caracterizadas por una alta acidez y unas grandes cualidades aromáticas. En una zona como la nuestra, donde las variedades blancas no son predominantes, supondrán una herramienta más para la diversificación de productos en el sector vitivinícola. Por último, las nuevas variedades que acumulan menor cantidad de azúcares también ayudarán a la obtención de vinos menos alcohólicos, que son tan demandados por los consumidores en la actualidad.
–¿Qué mejoras potenciales se pueden lograr con sus investigaciones?
–Las mejoras son a nivel de calidad y adaptación de estas nuevas variedades, y una mayor diversificación de productos para el sector. Medioambientalmente, además, estamos hablando de cultivos más sostenibles y eficientes. Lo que ofrecemos a la viticultura, por tanto, son nuevas variedades cuya misión no es sustituir a nuestra variedad reina, que es la monastrell, sino ayudarla para seguir siendo competitiva en el futuro.
–¿En qué nivel se encuentra la investigación en el sector vitivinícola de la Región de Murcia?
–En la Región de Murcia se está llevando a cabo investigaciones en el sector vitivinícola de alto nivel. En una tierra en con tres denominaciones de origen nuestra obligación es ayudar al sector con nuestra investigación. En el Imida tenemos varios equipos que focalizan su trabajo en ello: el equipo de Mejora Genética Molecular, el equipo de Enología y Viticultura y el equipo de Riegos y Fisiología del Estrés. Además, contamos con un servicio de certificación sanitaria de la vid. Igualmente existen otras instituciones públicas en la Región, como la Universidad de Murcia o el Cebas, con equipos que destinan parte de su investigación a este sector. En general, en España hay una investigación de alta altura en el sector enológico. Existen muchos grupos de investigación que dedican sus trabajos a abordar diferentes aspectos vitícolas o enológicos entre los que se mantiene una gran comunicación y colaboración. No obstante, al tratarse de un sector con dificultades es necesario focalizar la investigación en las necesidades que vayan teniendo los viticultores o las bodegas para que se sientan respaldados en este sentido.
–¿Qué futuro le ve a la investigación en torno a la viticultura?
–Es un sector complejo y tradicional que pasa por un momento crítico, comenzando por su rentabilidad y el menor consumo a nivel mundial de vino. La consecuencia es que se está arrancando mucho viñedo para sustituirlo por cultivos más rentables. Como investigadores debemos dar herramientas al sector para que les resulte un cultivo rentable y sostenible. De ahí que estemos trabajando en obtener variedades de alta calidad enológica y adaptadas a las condiciones climáticas actuales. También buscamos obtener uvas que se adapten a los gustos de los consumidores, como vinos de menor graduación alcohólica, o variedades blancas que ahora están predominando sobre variedades tintas. Se están demandando vinos cada vez menos alcohólicos, ya que el consumidor cada vez más se preocupa por su bienestar. Por la parte económica se encuentra el tema de los aranceles. Así que en el futuro no sabemos qué pasará, pero lo que está claro es que en este sector también hay que innovar y elaborar productos que capten nuevos consumidores y que les haga seguir siendo competitivos, no solo a nivel nacional sino internacional.
–Usted trabaja en una entidad pública de investigación ¿cómo es la relación con las empresas del sector?
–El vitivinícola es un sector tradicional y complejo, si bien nosotros colaboramos con empresas que están interesados en nuestras investigaciones. Nuestras nuevas variedades, por ejemplo, han sido plantadas de manera experimental en algunas de las bodegas de la Región y también participamos a nivel nacional con otras instituciones y empresas privadas. Así que tenemos una buena relación con el sector, pero es evidente que se necesita más ayuda por parte de las administraciones para que esa colaboración sea más efectiva.
–¿Conoce bien el sector las posibilidades que le ofrece la investigación de entidades como el Imida?
–La difusión de los resultados que obtenemos es otro de los objetivos de nuestro trabajo. Para ello intentamos hacer jornadas anuales para trasladar al sector esos resultados. En mayo, precisamente, vamos a programar una jornada en la que explicaremos al sector los proyectos que llevamos a cabo, sus objetivos y resultados hasta la fecha, cómo se pueden beneficiar de ellos o que fuentes de financiación existen para fomentar estas colaboraciones.
–¿Cómo marcha en general la investigación en el sector agrario que se practica en la Región de Murcia?
–Es bastante buena. Aquí contamos con el Imida como centro referente de organismo de investigación regional o el Cebas como organismo nacional. Son los dos centros más importantes. Sin embargo, es necesario una mayor inversión en personal y en recursos para que la investigación progrese, y eso es algo que las Administraciones tienen que asumir. El sector agrario es un sector que se está volviendo vulnerable en muchos sentidos. Su principal problema son los efectos que el cambio climático está teniendo en él. Sin la investigación es posible que en un futuro más cercano que lejano se enfrente a grandes problemas a los que solo podrá hacer frente a través de los resultados que se vayan obteniendo de la investigación.
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