Profesor de dirección

En el entorno de las enseñanzas artísticas, Chávarri recela de los gurús y no cree en la autoridad de los maestros. Rechaza los dogmas y esquiva a los dogmáticos. Reconoce haber tenido buenos maestros, pero los ha encontrado ejerciendo la profesión y viendo buen cine. A pesar de una trayectoria profesional reconocida por la crítica y el público, con películas que forman parte de las antologías más selectas del cine español, Jaime Chávarri rechaza frontalmente la idea de ser él mismo un maestro y de utilizar sus propias películas como ejemplo. Entiende que su labor docente consiste en ofrecer herramientas y que a veces estas resultan útiles y pertinentes y otras no. Anima a sus alumnos a tomar libremente sus decisiones creativas y considera que el aprendizaje más enriquecedor es el que resulta de probar y equivocarse.

Tres han sido sus líneas de trabajo a la hora de proporcionar herramientas a los alumnos de dirección: la dirección de actores, el análisis de la construcción dramática del texto y un tratamiento de la puesta en escena con la que el cineasta pueda construir una poética cinematográfica.

Cuando Jaime Chávarri empezó a pensar en su profesión como director desde la labor docente, tuvo claro que la formación de los directores debía abordar un aspecto clave en la dirección cinematográfica: dirigir a los actores. Los intérpretes son los principales transmisores de la vida y de la verdad ante la cámara. No es suficiente su presencia, ni que sean capaces de pronunciar un texto con solvencia. Los personajes han de habitar el espacio fílmico y vivir una vida real con los otros personajes. En la Escuela Oficial de Cinematografía, por la que Chávarri pasó a principios de los años 70, apenas se les proporcionaban herramientas para trabajar con los actores, así que en los 80 asistió como oyente a cursos de interpretación relacionados con el Método del Actors Studio. Desde esta sensibilidad no es de extrañar que Chávarri, que también ha trabajado como director teatral, considere a Elia Kazan como uno de sus referentes esenciales.

En los inicios de la ECAM fue Chávarri quien propició una colaboración regular entre estudiantes de interpretación y directores en formación. Puede parecer obvio que un director dirige actores, pero si no hay un lenguaje compartido entre ambas partes, si el director desconoce cómo trabaja el actor, cómo piensa y construye al personaje, será casi imposible que haya un trabajo coordinado y un resultado satisfactorio.

Cuando Chávarri habla sobre su labor docente, se puede entrever un valioso subtexto que muestra los valores de un profesor honesto: la convicción de que su trabajo en el aula ha de ser útil, la humildad intelectual y la fe en los alumnos y en su potencial creativo y de aprendizaje.