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Cuando Nuria Espert, la Espert (L'Hospitalet de Llobregat, 1935), acabó la representación de 'Romancero gitano', en agosto pasado en el Festival Internacional de Teatro ... de San Javier, donde fue homenajeada, la ovación fue jubilosa. Los bravos, los aplausos cálidos y agradecidos... Ella, bañada en sudor y con las entrañas abiertas en canal, asistía en el escenario, sin poder ocultar un profundo y lógico orgullo, a la íntima tormenta de entusiasmo desatada. Recorría su cuerpo un escalofrío de pura felicidad y, a la vez, de agotamiento: había entregado, literalmente, su alma. 'Cancionero gitano' es un espectáculo tan sencillo como asombroso, uno de esos insólitos riesgos escénicos que solo están dispuestos a correr los verdaderamente grandes. No es nueva la pasión de la Espert por García Lorca, como tampoco lo es para el director de la función, el gran Lluís Pasqual, a quien también tanto debemos. Ambos conocen a la perfección su obra y sus misterios, los subterráneos del espíritu atormentado y luminoso del poeta, y se identifican con su conocimiento del cielo y el infierno del mundo, con sus miedos y sus anhelos.
Concebido como un recital poético, básicamente de versos del 'Romancero gitano', incluye este montaje otras palabras muy dispares: de escritos y conferencias de Federico, de recuerdos de vivencias de la actriz, y de otros poemas y obras teatrales del autor de Fuente Vaqueros. Todo el espectáculo se confía a la palabra: a ella se le concede todo el poder y la gloria. La palabra, servida a través de la voz, de todo el cuerpo y hasta de la sangre encendida de la Espert, que esta noche regresa, precisamente para volver a deslumbrar con 'Romancero Gitano', al Teatro Romea de Murcia, «ese bellísimo Romea al que amo tanto». Porque, «desde que mi marido [el recordado Armando Moreno] creó nuestra compañía, en el año 1959, cuando después de Madrid y Barcelona comenzábamos a hacer giras, el Romea era para nosotros como un palacio que nos acogía. Por ese bellísimo teatro ha pasado prácticamente todo lo bueno que yo he hecho en mi vida. Es un teatro que, como le digo, amo muchísimo». Hoy vuelve a su escenario para hacer «lo mismo que viene haciendo toda mi vida en el teatro: jugármela. Creo que en el día a día de mi vida he sido una mujer sensata, me he guiado por un gran sentido común. Pero en el escenario no me ha importando, al contrario, hacer auténticas locuras».
La Espert volverá a actuar en el teatro murciano justo tres años después de representar en este espacio el descomunal e imprescindible texto de Wajdi Mouawad 'Incendios', a las órdenes de Mario Gas y afrontando con un arrojo y una sabiduría envidiables un reto verdaderamente agotador. Antes de embarcarse en 'Incendios' había dado vida al
Rey Lear, también a las órdenes de Lluís Pasqual, y emocionado a toda España con su discurso en la ceremonia en la que recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Sobre 'Incendios', recuerda que «había visto la representación de este texto bellísimo, terrible, sabio, cuando lo programó Mario [Gas] en Madrid, dirigido por el propio autor, y fue un impacto maravilloso, inolvidable. Pero cuando recibí el texto, con la proposición de interpretarlo, y pude leerlo, me pareció nuevo y lo encontré aún más asombroso. Creo que es la gran obra escrita en los últimos años del siglo pasado, que llega fresca y tremendamente estimulante al día de hoy para hablarnos, con una fuerza y una verdad arrolladora, a todos nosotros».
Con 'Incendios' «todos sentimos que tenemos entre manos un texto sumamente comprometido que nos habla, con una enorme lucidez, del día de hoy, del presente; y que, desgraciadamente, me temo que hablará también con la misma fuerza a los hombres que vivan dentro de cien años. La guerra, el dolor de las madres, las muertes de inocentes, la crueldad, las violaciones a mujeres, la venganza... Nawal, su personaje en 'Incendios', llega a ser una anciana que ha vivido cosas terroríficas y que, finalmente, a punto de morir y por escrito, es capaz de contárselas a sus hijos».
Ahora, en 'Romancero gitano' se escuchan las voces de algunas de las grandes mujeres regaladas al mundo de la literatura y de la escena por Lorca. Mujeres muy distintas a otros grandes personajes del teatro, y del mundo real, a las que ha ido dando vida en los escenarios del Romea la Espert, quien ya en sus comienzos revolucionó la escena española con 'La tempestad', de Shakespeare. Personajes como el de Martha, la protagonista femenina de '¿Quién teme a Virginia Woolf?', de Edward Albee, que interpretó, en un montaje memorable, compartiendo escenario con el gran Adolfo Marsillach, que encarnaba a George, el marido. «Lo único sincero que ha ido acumulando es la violencia, la frustración y un amor cada vez más enfermizo y obsesivo hacia su pareja», comenta la actriz a propósito de este personaje, demoledor, que interpretó con enorme éxito. Un volcán en erupción, otro personaje insatisfecho al que aportó su talento.
Con anterioridad, ya había humanizado en el teatro a la diva María Callas [a las órdenes de Gas en 'Master Class'], y ahora lo que tocaba era llenarse de desolación y furia, de soledad y amargura, encarnando a uno de los personajes femeninos más emblemáticos del teatro contemporáneo, creado por la mano maestra de Albee y que Mike Nichols llevó al cine en 1965 con Elizabeth Taylor y Richard Burton. Martha y George forman un matrimonio que se desmorona entre reproches y veneno, entre insatisfacciones y comportamientos enfermizos. Se destruyen entre sí sin poder evitarlo.
«El de Martha», rememora, «es un personaje tan distinto a mí, tan lejano, tan ajeno, que creo que eso fue una de las cosas que más influyeron para que yo estuviera interesada en ese proyecto». «Es un ser humano descrito maravillosamente por el autor. Está tan lleno de unas vivencias y reacciones tan duras consigo mismo y con los otros, tan terribles, es alguien tan desesperado, tan sin autoestima, que toda su vida es como una gran mentira: pretende una dureza que no tiene, un desamor que no tiene...; pretende, pretende, pretende...», explica la también recordada intérprete de 'Las criadas', de Genet. Martha, precisa, en el fondo «esconde una debilidad que es más fuerte que la que debemos esconder tú o yo,j o casi todo el resto de los seres humanos».
Martha, he aquí un aviso para navegantes, «se ha plegado absolutamente a una vida y a una relación que detesta, pero no puede abandonarla porque es presa de un amor enfermizo». '¿Quién teme a Virginia Woolf?' es también un texto sobre la dificultad de la comunicación y el entendimiento, dificultad que hoy sigue vigente pese a las facilidades insospechadas hace unos años para intercambiar información de forma veloz. La Espert tiene la impresión de que la técnica no inmuniza contra ese sentimiento «de soledad» que se acrecienta entre millones de personas.
Frente a la insatisfacción, la gente suele refugiarse «en la soledad, el abatimiento, la depresión y los psiquiatras. Los personajes de la obra de Albee, por ejemplo, han hecho de esa incomunicación una materia de juegos crueles, que es peor que la peor de las soledades», cree la actriz. «Leyendo el texto o viendo la obra», plantea, «la pregunta es: ¿Por qué no se separan estos dos?». La respuesta, prosigue, «es evidente: no pueden, no hay vida fuera de ese juego, de esa relación. He tenido a mi alrededor gentes que han vivido situaciones parecidas, que a través del dolor que se producen mutuamente, y de los latigazos verbales o espirituales que se infringen, encuentran una manera de estar treinta o cuarenta años juntos».
La Espert detesta los comportamientos agresivos, y el que «los gritos, las agresiones y los insultos logren que seis o siete millones de espectadores permanezcan cinco minutos más viendo un programa de televisión». Gritos, insultos, estupideces... que llevan camino de conducirnos a gran velocidad, indica, «hacia la vulgaridad total y extrema». «Pero me imagino que debe de haber, como ha habido siempre en medio de una guerra, del más encarnizado odio o de la irreflexión más total, gente reflexiva. Siempre ha existido alguien que ha puesto las cosas en su sitio», añade la intérprete, que también puso voz y alma a Celestina, y nada menos que dirigida por Robert Lepage, «que es un director maravilloso. Ese montaje me hizo una ilusión extraordinaria porque fue una de esas cosas arriesgadas de las que he hecho tantas en mi vida». «Celestina es fascinante», explica, «y por eso consigue todo lo que quiere. Pero es también de una vileza interior enorme. El hecho de ser muy vieja no le ha quitado ni un ápice de la avaricia, ni de la pasión por la vida en el mal sentido de la palabra, en el de acumular y acumular sin fin. Es una superviviente, pero hay algo en ella que no la hace una víctima, sino una indeseable que, al mismo tiempo, tiene que resultar fascinante y atractiva para la gente». «Celestina no es Quijote, que es pura bondad y a quien todo el mundo puede amar; es un personaje negativo, pero fantástico, en la línea de Medea (Eurípides) y Yago (William Shakespeare)», precisa.
Cuando se habla de los personajes clave en su trayectoria, de ningún modo puede faltar tampoco Medea, la gran trágica de Eurípides que representó en el Romea en 2002, con el actor murciano Manuel Navarro interpretando a Jasón. La Espert cogía al personaje de la parricida más famosa de la Historia, detestable para todos, y lo conducía por un terreno pantanoso y excitante, ese espacio sin delimitar y apenas transitado, ni comprendido, en el que la condición humana se muestra tan vulnerable y tan violenta a la vez que, en algún peligroso momento, llama a la compasión y no a la ira. Ese momento en que la condición humana, humillada, maltratada, desposeída, arruinada, sin esperanza, se alza voraz y aniquiladora, como en un último y tirano intento por no aceptar el destino, por imponerse a él. 'Medea', un clásico que interpretó por primera vez cuando tenía 19 años y que, reconoce, marcó su carrera porque le mostró el tipo de repertorio «que quería y debía hacer». La 'Medea' del Romea estuvo dirigida por el griego Michael Cacoyannis, director de películas como 'Zorba el griego', con Anthony Quinn, y 'Las troyanas', con Katharine Hepburn, Vanessa Redgrave e Irene Papas.
«Representar 'Medea' es siempre como empezar un largo, bello y peligroso viaje, y el hecho de haberla representado en varias ocasiones no le quita incertidumbre ni aventura», dice la Espert, que deja claro que «todas las cosas buenísimas que a mí me ha dado la vida las tengo muy presentes. La vida ha sido muy buena conmigo, aunque, como todo el mundo, no me han faltado problemas ni llantos; pero, sí, he tenido una vida que me gusta recordar. La vida no está hecha todo el rato de grandes sentimientos, cuestiones filosóficas y críticas permanentes».
«Hay momentos buenísimos -añade- que paso con mi familia, o cenando y riéndome a mandíbula batiente con mis compañeros después de las funciones. La vida tiene cosas maravillosas, y aunque pueda parecer egoísta en medio de tanto dolor universal, puedes pasar ratos estupendos con un libro o con un amigo, con una buena película o un buen espectáculo; o con un descubrimiento, incluso sobre ti mismo. La vida, en la que estamos por casualidad, es una preciosidad, aunque la hemos convertido en un infierno. Es preciosa, desde luego; no tiene ningún sentido pero es preciosa».
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