Indagar en la obra de Juana de Ibarbourou, María Teresa Roca de Togores y Gabriela Mistral ha abierto en la artista Concha Martínez Montalvo (Madrid, ... 1962) un mundo de posibilidades plásticas. «Yo quería meterme dentro de ellas de alguna manera, y con otros recursos que habitualmente yo no utilizo, pero que pueden estar más cercanos a sus discursos poéticos».
Para estas ilustraciones que acompañan hoy textos de las tres escritoras publicados hace un siglo en el Suplemento Literario (1923-1926) de LA VERDAD, Martínez Montalvo realizó una serie de bocetos. «Cuando recibo el encargo a finales de enero, no empecé directamente con estas piezas, surgieron después. Ha sido un proceso. En casi todos, menos en dos piezas, oculto el rostro de las mujeres con cactus. Y es muy curioso, porque hay una fotografía de Juana, que yo no conocía cuando hice esas piezas, en la que ella borra su propia cara».
Sobre Juana de Ibarbourou
«Hay en ella desamparo y belleza, todo a la vez, y eso me pareció fascinante»
Los textos que publican en LA VERDAD corresponden a unos años en que está en vigor la dictadura de Primo de Rivera. Roca de Togores, una mujer religiosa, católica, representa los valores más conservadores, recuerda la artista: «Era una niña de la aristocracia española cuando ella empieza a escribir y publicar, y no se pensaba que aquello pudiera ser una profesión para ella. De hecho, cuando nace su hija ella deja de escribir, y cuando retoma la escritura es hablando del pasado, a modo de memoria».
En contraste, la chilena Gabriela Mistral parece la antítesis de Roca de Togores. «Mistral es una mujer luchadora por la diversidad sexual, eso está clarísimo en sus escritos, y también es una luchadora en cuanto al derecho a la educación de los niños y las niñas». En las obras que realiza para esta serie del Centenario del Suplemento Literario de LA VERDAD, Martínez Montalvo quería que estuvieran los retratos de las escritoras. «Es una forma de decir: no soy invisible. Te miro. Estoy aquí. En el caso de Gabriela Mistral, recurro a su imagen en el billete de 5.000 pesos en Chile, y ella está ahí, toda poderosa, mirándonos».
Sobre Roca de Togores
«Era una niña de la aristocracia, y no se pensaba que la escritura pudiera ser una profesión. Cuando nace su hija ella deja de escribir, y cuando retoma la literatura es hablando del pasado, a modo de memoria»
En la obra donde figura Roca de Togores, ella también fija su mirada en el espectador, con un vestido que Martínez Montalvo convierte en una estalactita o en un bloque de hielo. «Un poco también porque al principio, cuando publican sus primeros poemas, de María Teresa Roca de Togores se dice que tiene una poesía cristalina, algo que va a ir desapareciendo; y se la considera varonil, y apasionada. Cómo era posible que una chica como ella sea varonil y apasionada, ¿sabes? Eso me gustó mucho, y por eso la visto con un traje de hielo. Tenía que ser de hielo para la época». En la obra dedicada a Roca de Togores hay un enrejado: «Es una puerta poderosa: de poder económico, social, pero aún así no deja de ser un espacio en el que una está presa».
Detrás de los cristales
Juana de Ibarbourou, «tan bella ella», destaca Martínez Montalvo, protagoniza la portada de este número de Ababol hoy. «Dicen que era una mujer bellísima y que sufrió toda su vida el maltrato dentro de su matrimonio y después por su hijo. Es decir, que no se liberó de ese maltrato. Ella decía que su destino había sido estar detrás de los vidrios de las ventanas, que siempre había vivido prisionera. Y eso se refleja en su mirada triste. La verdad es que cuando vi esa imagen a mí me daba igual que estuviera un poco borrosa, porque se veía perfectamente la profundidad y la tristeza de la mirada, y a la vez el desamparo y una belleza, todo a la vez, y eso me pareció fascinante. A raíz de esas palabras suyas que decía haber vivido tras las ventanas, por eso decidí colocarla ahí».
En efecto, en la obra dedicada a Ibarbourou, apenas entra la luz a la casa, casi todo está cerrado, como si la luz se colase distraídamente, como por arte de magia. Pese a todo, la luz de las artes, de la poesía, del pensamiento, halla su sitio. Ese 'Elogio de la soledad' que hace Juana de Ibarbourou en LA VERDAD nos habla de que el zafio busca compañía y que el sabio la rehúye. «Ese deseo de poder estar solo para encontrarse con uno mismo se ve claramente reflejado en el texto, la necesidad de reencontrarte a ti mismo para poder crear, para que algo pueda brotar de ti», dice, en un susurro, con una voz que busca el silencio.
Algo se rompe
Hay veces que uno no sabe muy bien por qué se rompe, y es muy seguro que todos, da igual el tiempo o el momento, necesitemos, como decía Juana de Ibarbourou, dos horas, solo dos horas diarias, para liberarnos del ojo ajeno que nos controla: «Nuestro rostro -decía la uruguaya- toma su expresión real; nos quitamos de la boca la sonrisa del falso agrado, de las pupilas el brillo falso de la alegría o del orgullo».
Esas piezas para Ababol, realizadas por Martínez Montalvo en Semana Santa, le llevan a pensar en lo útil que ha sido este trabajo: «Me ha servido para bucear dentro de mí, para encontrar muchas cosas que yo desconocía, y también para investigar en un nuevo camino plástico en el que yo solo había hecho alguna cosa tímidamente. Estoy contenta con el resultado de las piezas, creo que representan bien a esas tres mujeres. Hay una representación de ellas ahí, potente, de las tres. De modo que agradezco a LA VERDAD la propuesta y que me hayáis regalado a estas tres mujeres».
Sobre Gabriela Mistral
«Siendo lesbiana no podía hablar de lo que amaba. Hasta que no muere no salen esas cartas de amor a Doris, maravillosas»
¿Y qué hacemos con las ataduras? ¿Cómo liberarnos de ellas si cada vez somos más cautivos? «Mira Gabriela Mistral», dice Martínez Montalvo, «que siendo lesbiana no podía hablar de lo que sentía, de lo que deseaba, de lo que amaba. Su relación con Doris Dana, acallada, y hasta que no muere no salen todas esas cartas maravillosas. En las que habla de amor a otro ser humano...».
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