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ANTONIO CANDELORO
Sábado, 24 de septiembre 2022, 01:16
De todas las obras de Javier Marías, 'Negra espalda del tiempo', de 1998, es una de las más misteriosas. En esa «falsa novela» (así la ... definió en su día el autor), en ese libro sobre libros en el que la metaliteratura, lejos de ser un mero juego postmoderno, se convierte en una herramienta capaz de ahondar y cavar en las zonas oscuras del alma humana, el narrador, que coincide también con el autor en carne y hueso, cita algunas frases que le oyó algún día lejano a su mentor o maestro Juan Benet: «A mí me parece que es el tiempo la única dimensión en que pueden hablarse y comunicarse los vivos y los muertos, la única que tienen en común».
La frase me chocó porque nunca antes me había parado a pensar en qué es el tiempo (una pregunta fundamental, desde el libro XI de 'Las confesiones' de San Agustín hasta la actual física cuántica); nunca había reflexionado sobre cómo pueden comunicarse los vivos y los muertos y si es posible de verdad un diálogo de ese jaez, cuando los vivos dejan de serlo y se mudan a lo que William Shakespeare (uno de los autores fundamentales del universo narrativo de Marías) definió en Hamlet como «the undiscovered country from whose bourn no traveller returns».
Marías es de esos (pocos) escritores capaces de empujar al lector a meditar sobre las cuestiones más complejas. De ahí empezó mi pasión por la investigación en el ámbito de su obra narrativa (siendo cada novela la pieza de un puzle que parecía infinito).
Ahora que ya sé que no podrá contestar a mis preguntas; ahora que ya sé que no podremos volver a vernos por el centro de Madrid gracias al «seguro azar»; ahora que ya sé que no habrá más tramas sobre los «intérpretes de vida», esos agentes del servicio secreto paralelo al MI6 británico coordinado por el temible Bertram Tupra y por la joven Pérez Nuix (ambos protagonistas de 'Tu rostro mañana' y presentes también tanto en 'Berta Isla' como en 'Tomás Nevinson'), me atrevo a volver atrás en el tiempo y a visitar su «negra espalda» para volver a escuchar su voz en esas «huellas dispersas» que encuentro en nuestro breve epistolario y en las dedicatorias que me dejó en algunos de sus libros.
A mi pregunta sobre el origen de la imagen fascinante y enigmática de la portada de 'Negra espalda del tiempo', así contestaba tras los «quizás», los «puede ser», los «tal vez» y los «probablemente» tan característicos de su escritura: «no recuerdo de dónde saqué esa ilustración, [...] y más parece ilustración de un libro o algo así que un cuadro propiamente dicho. La cara del niño original era horrenda (un putto gordo y feo), y de ahí que se me ocurriera cambiársela por la de mi hermano Julianín, sólo que conservando el pelo original del putto» (subrayados del término italiano del autor). En otra, anterior, al preguntarle sobre la cita de William Hazlitt que abre 'El hombre sentimental', me ofrecía la pista que buscaba: la frase 'I dream myself into love / and I dream myself out of it' proviene del ensayo 'On dreams', perteneciente a la recopilación 'The Plain Speaker' (1826), y de ahí que cambiara radicalmente mi manera de interpretar esa novela de triángulos amorosos y de sueños recordados. En la dedicatoria de la recopilación de todos sus relatos 'Mala índole' (aparecida en el 2012), escribe: «Para Antonio, cuya índole parece buena». En la de 'Mañana en la batalla piensa en mí' (obra aparecida en 1994 y que él me firma en un ejemplar de 2001) pone: «Para Antonio, este libro de engaños, y que no sufras muchos».
Son «huellas dispersas», sí, pero que dejan entrever la ironía, la inteligencia y la sensibilidad de un escritor que supo emocionar a millones de lectores en el mundo. Quizás sea el tiempo la única dimensión en que podremos volver a comunicarnos con Javier Marías. La única que tenemos en común los vivos y los muertos.
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