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Carmen M. PUJANTE SEGURA
Sábado, 14 de enero 2023, 08:49
Una ciudad, un barrio, un edificio, tres mujeres. Madrid, La Latina, Plaza de la Paja, las vidas de Oliva, Damaris y Horía. Ellas apenas se cruzarán en el espacio compartido hasta el punto, desde fuera, de que uno se pueda aventurar a situarlas en las antípodas de la sociedad en torno al año 2020; sin embargo, Lara Moreno (Sevilla, 1978) le cederá al lector la responsabilidad de limar sus coincidencias, la oportunidad de descifrar sus decisiones y la necesidad de calibrar sus consecuencias en una novela puramente visceral y oportuna como es 'La ciudad'.
Oliva es española, se dedica a maquetar publicaciones como autónoma y tiene una hija de seis años; Damaris es colombiana, se ocupa de la casa y los gemelos de una familia acomodada y es madre de dos hijos veinteañeros; Horía es marroquí, se encarga de limpiar la planta baja del edificio común y tiene un hijo de catorce años. A cada una le corresponde una «casa que es solo una cáscara» (pág. 318) en pisos diferentes, niveles que pueden corresponderse con los estratos sociales que, a priori, representan, aunque, a posteriori, todas acaben conociendo, en cuerpo y alma, la precariedad laboral y emocional y también la violencia, la ejercida por el ser humano o la naturaleza.
Editorial Lumen
Género Novela
Año 2022
Páginas 319
Precio 17,95
El espacio interior y privado representa un punto dentro de un lugar comunitario, a su vez, situado dentro de un macroespacio urbano que, en una novela así titulada, no puede no contar con su cuota de protagonismo. El edificio se sitúa en un barrio que está de moda en los últimos años en la capital española, esa ciudad que son muchas ciudades, que «no esconde su fealdad, pero a veces disimula su esnobismo» (pág. 45), con barrios «que tienen más ideología que certezas» (pág. 207). Así, Madrid acaba erigiéndose en una suerte de personaje con varias caras y capas que, con distancia, se pueden aprecian. De hecho, en la novela sutilmente se bascula entre el centro y la periferia, siendo en las escasas escenas desarrolladas fuera de la ciudad donde hallan la necesaria distancia los personajes, y con ellos, los lectores.
De forma evidente, la coordenada espacial es la de mayor relevancia en esta historia contemporánea en la que el tiempo se desarrolla linealmente, aunque se incluyan necesarias analepsis explicativas. La extensa novela se construye desde la omnisciencia y sobre la alternancia (sin orden y tampoco demasiado equilibro) de breves capítulos dedicados a cada uno de los tres personajes protagonistas, si bien será especialmente al final donde se escenifique con mayor claridad su historia cruzada. De entre las conmovedoras vidas de estas tres mujeres (que bien merecían un tratamiento compensado dentro de esta novela), es la de Oliva la que acaparará más páginas, fundamentalmente por el detalle de las descripciones de no pocas escenas de chantaje y violencia.
Desde el primer capítulo algunos de los pasajes que más remueven son aquellos en los que Oliva intenta explicar la violencia sufrida. Vive su relación como una batalla o una lucha: «Nadie le advierte de que el lenguaje bélico no es el apropiado para las relaciones» (pág. 112). Pero la palabra que tarda en aparecer en su mente y en su boca también se hace de rogar en esta novela que, de modo conseguido, aprovecha para plantear una reflexión sobre la expresión y el lenguaje. En relación con ello también cabe destacar cómo la novela alcanza sus puntos álgidos en el uso de metáforas certeras y de párrafos cortantes, jadeantes, caóticos, sobre todo alternando el estilo directo libre con la narración más tradicional.
«El término se retuerce entre ellos como revelación. Recién sacado del horno, recién nacido, brotado por vez primera en una grita, nunca hasta ahora ha tenido sentido. Es pronto allá fuera todavía. La sociedad dice saber y dice evitar u dice prevenir y hay carteles y alguna política pero en el fondo es mentira. Es pronto todavía. Por eso el término boquea entre ellos como una rebelión, la del pez arrancado del agua» (págs. 128-129).
Se puede afirmar que a estas alturas Lara Morero cuenta con un grupo de lectores que ha ido creciendo en número y fidelidad, al igual que otras escritoras españolas nacidas en la década de los 70 (como Sara Mesa, Elvira Navarro, Patricia Esteban Erlés o Pilar Adón, entre otras). De sus obras cabría valorar la renovada atención puesta en la construcción de lugares y de personajes (especialmente los femeninos), con inquietudes e incertidumbres exacerbadas en esta voraz fase del mundo -digamos- neoliberal. En paralelo, muy diferentes críticos han valorado la escritura de Moreno, desde su poesía a su narrativa, la cual incluye, además de cuentos, novelas como 'Piel de lobo' o 'Por si se va la luz'. Lo distópico y lo neorrural de esta segunda novela ha sido analizado, por ejemplo, por Carmen Mª López López, postulando una poética del corte, la grieta en el espacio, el sexo y la voz, aparte de destacar las contigüidades de animales y de humanos. También ha publicado un ensayo, 'Deshabitar. Un recorrido vital por las habitaciones de las crisis inmobiliarias' (2020), centrado precisamente en Madrid, la ciudad de acogida de esta escritora y editora andaluza.
'La ciudad' es una novela urbana, realista, política y, ante todo, necesaria, especialmente en tiempos de mucho ruido (por ejemplo, el que levantan las voces que apuestan por que la alta literatura es solo la ensimismada, la descontextualizada, la vuelta hacia sí misma). ¿Y qué pasaría si la historia de estas tres mujeres no acabara sino que empezara en un momento como el vivido en marzo de 2020, apenas celebrada una manifestación feminista y a punto de declararse un confinamiento a causa de una pandemia? Quizá esa gran novela aún está por llegar y encuentre su hueco en el panorama literario, como esta de Lara Moreno, una historia de tres vidas que, desgraciadamente, apenas gozan de espacio y aprecio en la narrativa contemporánea española.
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