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ALEXIS GROHMANN
Sábado, 24 de septiembre 2022, 01:08
Javier Marías es uno de los más destacados escritores europeos, un hecho que no se verá alterado por su muerte. Es autor de catorce novelas – ... si se incluye en este recuento 'El monarca del tiempo' y los tres volúmenes que componen 'Tu rostro mañana' como obra única–, además de otros tantos volúmenes de semblanzas, cuentos, ensayos y artículos. Sus méritos y reconocimientos nacionales e internacionales son de sobra conocidos y no quisiera repetirme aquí.
En lo que sí quisiera insistir, no obstante, es que lo distinguen una serie de virtudes literarias que lo convierten en un caso aparte en la república mundial de las letras. Sus novelas son verdaderas obras de arte, si nos atenemos a la conocida definición que Walter Benjamin invocó respecto a 'À la Recherche du temps perdu', cuando apuntó que se ha observado con razón que todas las grandes obras literarias inventan o disuelven un género existente, es decir, son casos excepcionales. Como en la obra de Proust –escritor con quien se ha comparado menos a lo largo de los años pero con quién tiene mucho más en común de lo que se ha reconocido hasta ahora (algo que el propio Marías intuyó, que fue precisamente la razón por la que dejó de leerlo, para evitar aún mayores contagios y afinidades, que quizás hubieran hecho que desistiese de escribir)–.
En las obras de Marías, como en la de Proust, desde la estructura que aúna ficción, autobiografía y comentario, hasta la sintaxis de oraciones sin orillas (el Nilo del lenguaje, según la metáfora de Benjamin, que se desborda fertilizando las riberas de la verdad), todo rebasa la norma. A la vez, Javier Marías es un escritor sumamente europeo, alguien que narra desde el propio centro de la historia europea del siglo XX y cuyos libros han sido escritos en «europeo», como dijo en su momento la ministra de Cultura austriaca cuando su gobierno le otorgó el premio estatal de literatura europea, un hecho bastante inusual para un escritor español. Es un escritor con un estilo singular, tan depurado y nítidamente reconocible, que permite perfilarse la singularidad del hombre en el contorno que dibuja el conjunto; un estilo que no es mero aspecto formal de la escritura, sino nada menos que una manera de contemplar el mundo, fruto de una mente portentosa y siempre alerta que dibuja un pensamiento literario implacablemente independiente, extrañamente coherente y del todo comprometido, sin ceder a la imprecisión y evidenciando siempre la intención anidante en cada elemento de su obra y en la forma que ésta cobra.
Se trata de un caso extremo de una escrupulosa conciencia literaria. Cada una de sus obras constituye desde el principio un problema de construcción y el problema se reproduce con sus exigencias de una solución rigurosa en cada una de sus oraciones, en las que no se puede hallar ni una palabra que no le haya requerido al autor su suma atención y responsabilidad literaria, y en las que el orden de palabras ha sido sopesado poéticamente para prestar servicio a las demandas de expresión. De ese modo ha contribuido asimismo a la renovación del castellano. Un de las metas de Javier Marías parece haber sido la de escribir sus libros, página a página en su máquina de escribir, de tal forma que se pudiesen leer en voz alta como poemas, como en el caso de Proust. El estilo mariesco, digresivo, despliega una escritura cuya forma es el resultado de una visión particular. Nos sumerge en una mente que contempla el mundo en todos sus infinitos complejidad y claroscuros, cuyo deseo es intentar penetrar, comprender y poner al descubierto la naturaleza o esencia de las cosas del mundo, buscando, como dijo Proust, «debajo de la materia, debajo de la experiencia, debajo de palabras, algo distinto a su apariencia», un arte que persigue remitirnos «a las profundidades donde reside el ser incógnito de lo real».
El estilo de Javier Marías refleja un pensamiento en constante movimiento y una mente que percibe la red de interconexiones que abarcan el mundo, porque como nos recordó Henry James en su momento, las relaciones no se detienen en ningún lugar. Así el estilo ordena el caos del mundo de alguna manera. La escritura de Marías refleja el afán de precisión y el concomitante anhelo de fidelidad a lo real y a la verdad tales como los experimentan sus narradores. Así, las novelas de Javier Marías nos ofrecen la misteriosa evidencia de haber nacido y madurado a un paso dictaminado por su propia esencia, por eso tienen, crean, su propio tiempo y la lectura se acompasa al paso de ese tiempo creado por los contornos y las sinuosidades de una mente. Y mediante esa expansión de la conciencia que figura la narración se expande la del lector y se logra una excelencia conceptual en armonía orgánica con un estilo, cuyo mayor logro quizás sea el que generaciones de lectores de Javier Marías contemplemos el mundo a través de sus ojos.
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