Jorge de Arco (Madrid, 1969) es doctor en Filología Hispánica por la Autónoma y licenciado en Filología Alemana por la Complutense.
El libro de la semana de Ababol
Dónde fueron tus canciones
'Después de ti' ·
Al margen de ser una obra cuajada, originalísima, que se atiene a una tradición que se remonta a la noche de los tiempos en la literatura, plena de madurez y repleta de sorprendentes hallazgos, Jorge de Arco ha contado con la suerte de encontrar al editor adecuado, Balduque, que realizó un denodado esfuerzo para que un libro de tanta trascendencia, que no es uno cualquiera, figure en su catálogo y tenga la edición que merece
Aunque, tras una primera impresión, el hombre tiene pinta de sueco –pelo castaño claro, largo y lacio, casi hasta la cintura, ojos azules, casi transparentes, ... de complexión delgada y rozando, si es que no los alcanza, los ciento noventa centímetros de estatura, al margen de su exquisita educación y su demostrada generosidad–, de aquellos nórdicos de antaño –antes de que se pusiera de moda en 'landismo' en el cine, que se ocupó de parodiar, con algo de brutalidad y escasa delicadeza, a todo 'guiri'– que llegaron a España a principios de los sesenta, cuando la dictadura comenzaba a convertirse en 'dictablanda' merced al imparable progreso, al Seat 600 y a esa pléyade de ministros graduados en Oxford y otras universidades europeas, aunque de confesión y misa diaria, que todo no se puede pedir en esta vida, Jorge de Arco, nacido en Madrid en 1969, es un español de origen andaluz, que, pese a su juventud, lleva casi treinta largos años en el oficio, desde que en 1996 apareciera su libro 'Las imágenes invertidas'. En uno de esos oficios para vivir que no dan para vivir, que diría Larra.
Y su oficio no es otro –al margen del puramente alimenticio como profesor de Literatura Española e Hispanoamericana– que el de poeta, traductor –son bien conocidas y muy celebradas sus versiones de obras procedentes del inglés, del alemán y del italiano–, crítico literario y editor de una revista de poesía, publicada en versión papel, como en los viejos tiempos, llamada 'Piedra del Molino', por cuyas páginas han pasado los más variados escritores españoles e hispanoamericanos. Esa es, de entrada, muy abreviada, su carta de presentación.
Pero lo que verdaderamente nos interesa aquí es su condición de poeta, que, imagino, es la que más satisfacciones le proporciona, en la que más esfuerzo y empeño pone si nos atenemos al libro que ahora saca a la luz, que no es otra que cosa que una verdadera demostración de que los sentimientos que emanan de un corazón herido y la mente fría para poder conjugarlos han de ir siempre de la mano, al mismo paso, con igual acompasado ritmo para que el verso fluya libremente.
Porque 'Después de ti', al margen de ser una obra cuajada, originalísima, que se atiene a una tradición que se remonta a la noche de los tiempos en la literatura, plena de madurez y repleta de sorprendentes hallazgos, ha contado con la suerte de encontrar al editor adecuado, Balduque [editorial de Cartagena dirigida por María Pilar García y José Alcaraz], que ha realizado un denodado esfuerzo para que un libro de tanta trascendencia, que no es uno cualquiera para figurar en su catálogo, tenga la edición que merece, con tapas duras, papel recio y poroso, y con una hermosísima y evocadora ilustración en la cubierta a cargo de Francesca María.
'Después de ti' está dedicado a la memoria de la madre del autor, que ya es «cielo en la tierra». Y es en ese terreno por donde transita, con envidiable fluidez, el libro de Jorge de Arco, que conserva el mismo tono y la misma apacible música a lo largo de todas sus páginas: una voz queda, un mensaje melodioso y la figura, siempre presente, de la progenitora, cuya sombra se hace carne y adquiere relevante protagonismo. Intentar descubrir a la madre, ahora que ya es nieve, niebla densa, llama perpetua, permite al poeta descubrirse a sí mismo, como hijo que duda y ensaya «el círculo infinito de su asombro». Un hijo que aún contempla, íntegro y en su sitio, el pan que hay «en la despensa muda de hambre», la chimenea apagada y los relojes desnudos de la pena.
La pulpa de tu sol
En algunos de estos poemas, de deslumbrante sencillez, donde sólo emplea contados recursos, aparece el clásico 'Ubi sunt' manriqueño, tan presente en la tradición española: dónde fueron tus canciones, se pregunta, la pulpa de tu sol, la yema de tu aliento...
El poeta mantiene a raya sus sentimientos y busca la serenidad precisa para no caer en la amargura, en un largo lamento. Hay instantes en los que la madre está presente, logrando sobreponerse a la resina del tiempo, mientras llueve en un puerto y nada queda de aquel antiguo y despiadado sol de antaño. Sin embargo, en este deambular por los recuerdos, en ese regreso a los jazmines, a las adelfas, a la marisma y a la «luz febrera», Jorge de Arco admite su tristeza en esa orilla donde la madre puso sus ojos, la oscura playa con su hueco, en ese paseo por el mosto antiguo de la dicha.
Duelos pálidos
La muerte, inevitable después de todo, se convierte aquí en parábola y tridente de lo oscuro, «visión y duelo pálidos, / sazón del mismo acíbar que te niegas», como escribe en uno de estos poemas. Sin embargo, unos versos más adelante, el autor se siente dichoso de saberse entre los vivos y poder apelar a la memoria, «de seguir aquí, / tan terrenal y cerca de los míos», como si la vida continuara, a pesar de todo, y no quedara otro remedio que mirar hacia el horizonte.
La obra concluye con un poema, escrito en cursiva, verdaderamente hermoso, alentador y reconfortante, que podría figurar en la mejor antología de estos años del siglo XXI. Una composición que comienza con un breve verso: «A la deriva», y donde se nos advierte que es tarde y se hace de noche, y que esa barca de su madre que se inunda «no tiene otro rumbo / que el sol de tu memoria».
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