José Alcaraz (Cartagena, 1983).J.M. Rodríguez / AGM
El libro de la semana de Ababol
La poesía desnuda de José Alcaraz
'Las demoras' ·
Incluido en la colección La Veleta que dirige Andrés Trapiello para la editorial Comares de Granada, ahonda con tenacidad estoica en las pequeñas cosas que se adhieren a las vidas de las personas en su devenir cotidiano. En las ideas, los pensamientos o los escenarios particulares del propio poeta que rescata instantáneas, paisajes de la infancia, reflexiones sin ánimo de buscar la excelencia
Antonio Ortega
Sábado, 8 de julio 2023, 07:50
El nuevo libro de poemas del poeta cartagenero José Alcaraz (1983), 'Las demoras' (2023), incluido en la colección La Veleta que dirige Andrés Trapiello para ... la editorial Comares de Granada, ahonda con tenacidad estoica en las pequeñas cosas que se adhieren a las vidas de las personas en su devenir cotidiano. En las ideas, los pensamientos o los escenarios particulares del propio poeta que, sumido en una ambigua duermevela al modo sumiso de aquella Ofelia hamletiana mirándose absorta, leve e indecisa en las aguas del lago, rescata instantáneas, paisajes de la infancia, reflexiones sin ánimo de buscar la excelencia, apenas tímidos apuntes sobre el vivir o insistentes interrogantes que se ilusionan con alguna certeza. Así veo yo a José Alcaraz, embebido del placer de las palabras y del dolor de las cosas que pasan en la vida.
En 'Edición anotada de la tristeza' (Pretextos, 2013), con el que obtuvo el Premio Poesía Joven de RNE de 2012, ya anunciaba el fulgor juanramoniano de la palabra precisa, el vértigo doloroso de construir el poema con las armas simples del lenguaje. «Qué dicen mis palabras no lo sé». Pero su universo sentimental tenía respuestas en cada espacio de lo real: en el café del barrio, en el parque de enfrente, en el cine de verano, en la vieja escuela de antaño. O sea, un mundo con perfiles reconocidos. Más tarde, publicó 'El mar en las cenizas' (Rialp, 2019), con el que ganó un accésit del premio Adonáis, vivero de buenos poetas, y descubrió que aquella felicidad de la zona de confort tenía lacerantes contradicciones y encontró un atribulado heterónimo con el que poder mirar alrededor sin la impronta del sentimentalismo fácil. Al modo de Pessoa, o de Machado, creó su otro yo con el que dialogar sobre las sombras que amenazan al mundo. La vida que describe un fingidor está barnizada con la esencia de la estética. Y de ese modo el libro se hizo meditativo, lírico y metapoético, dado a lo diverso y dialógico.
Emplear la memoria
Este poemario, sin embargo, es una travesía interior, sí, un paso y un repaso a quién es y a dónde va, bastante más imprecisa, mucho más sutil, acaso etérea. En los primeros poemas, el niño que se contempla a sí mismo en el poema 'El canal' con mirada ensimismada es ahora un hombre que aún no ha despejado las incógnitas de aquella estampa, ni ha borrado el cuaderno de la madre donde se atestiguaba el paso del tiempo 'En un libro de mi madre', ni acaba de recoger todos los libros olvidados 'En casa de mis padres', ni olvida el escondite infantil del poema 'Sábanas tendidas', en fin, el mundo está bien hecho, como decía Jorge Guillén, pero no está totalmente hecho. Ahí desliza José Alcaraz el verso con esa peculiar forma de emplear la memoria para justificar la confusión del presente.
'Las demoras', de José Alcaraz.
Comares. Colección La Veleta (dirigida por Andrés Trapiello), 2023.
No, se dio cuenta pronto de que el mundo tiene un lado oscuro que no está resuelto. Desde el primer poema, 'Bosquejos', decide que la vida es provisional, que la lírica es una apuesta, un trazo en el papel, el mundo un lugar imperfecto. Y el poeta es parte de esa indefinición, un solitario, un incomprendido, un ser abúlico al modo aquel de los simbolistas franceses abandonados a su tedio y su tristeza, un poeta sin poética.
Avanza el libro al compás del tiempo presente y observamos que aún quedan realidades que dan sentido a la poesía, 'Los cabellos de la amada', un bello poema de amor impregnado de la angustia permanente de lo finito, el baño de una noche de verano bajo el romanticismo becqueriano de 'Cinco de agosto', el destino en el brillo de la navaja de afeitar en la 'Peluquería de caballeros', el mundo desde las 'Ventanas de julio' y la luna allí arriba inalcanzable, siempre metáfora telúrica, siempre inquietante, en 'La ubre'.
En la tierra elegíaca de Eloy Sánchez Rosillo y Dionisia García, la buena poesía del cartagenero apunta a un horizonte de convergencia entre el estilo metafísico y el realismo singular, fabricada en la horma de Juan Ramón Jiménez
Hay lugar en el libro para la literatura, porque en este viaje interior vagan libres las voces de Shakespeare en 'Ofelias', los lamentos de Dámaso Alonso, la patria de Whitman, el magisterio de Juan Ramón Jiménez, la vida para vivirla de Kalhil Gibran y hasta los sones cubanos de la libertad de Silvio Rodríguez en 'Para el futuro'. En cada referencia se esconde una parte del poeta, a menudo inmerso en la dicotomía del soñar en ese universo maravilloso del arte o del vivir en la morada cotidiana, contemplando cómo se aleja el barco de los sueños desde la paz educativa en la clase ya vacía. A la espera de que vuelvan las voces en septiembre.
Modelos y estilos diversos
'Las demoras' se conforma en un muestrario de espacios vitales por los que vagabundea el poeta en poemas breves, de cierta estética conceptual, abstracta y simbólica, poemas de uno, dos, tres, cuatro versos, una poesía afín a los poetas del 27, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Luis Cernuda. O bien, construye poemas más extensos, aunque no mucho, con heptasílabos y endecasílabos, que utiliza hoy la mayoría de los poetas jóvenes, en los que recurre a un estilo con formato narrativo, 'La imprenta de Gutenberg' o 'Una historia muy pequeña'. Ello nos permite adelantar que la poesía de José Alcaraz ofrece modelos y estilos diversos, unas veces conceptuales y gnómicos, cercanos a la greguería o el aforismo y propios de la poesía culta, meditativa, intimista, pura, en la que los adjetivos brillan por su ausencia y los conectores discursivos, casi siempre adversativos, 'pero' especialmente, facilitan la antítesis, la elipsis de José Ángel Valente o la continua contradicción de las cosas. Otras veces presenta al lector escenas realistas cercanas a la poesía de la experiencia, cuando se apea de su marco teórico y mira el mundo que lo rodea. En ese momento el poeta se ríe de sí mismo y de su insignificancia en 'Bufón'.
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