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Los caminos de la memoria no siempre son rectos. Al otro lado se sienta Gernot Dudda, un hombre que, más que testigo de la segunda mitad del siglo XX, ha sido víctima. Sí, la historia se sufre, no se acompaña. Habla de sus años de ... infancia, nacido en un país que ya no existe. Hijo de una estirpe de campesinos prusianos, un territorio mitológico de militares e himnos de guerra. Un refugiado de guerra que contó sus primeros años de vida por huidas. La región más oscura de los recuerdos. Está al otro lado, en las conversaciones cotidianas y nunca atendidas. Hasta que los focos iluminan el pasado y se conforma una historia que, partiendo de lo particular, se hace universal.
Hablamos de 'Mi padre alemán', un relato de sinceridad dolorosa, publicado por Libros del Asteroide y que convierte a su autor, Ricardo Dudda, en el vehículo por el cual fluye la vida de una persona que ha presenciado todos aquellos momentos históricos que solemos estudiar en el instituto o leer en los libros. Dudda se enfrenta a su padre, al choque intergeneracional con décadas de distancia, a una vida cotidiana que para los hijos a veces se vuelve exasperante. De esa confrontación nace un testimonio claro, escrito con mucha sencillez y que saca a la luz la dureza de una verdad revelada. El escritor se propone tirar del hilo de una vida, de una estirpe familiar, y para ello nos sitúa en la Prusia alemana, en la II Guerra Mundial, en esa Polonia ocupada donde se cometieron las mayores atrocidades de la guerra, en una Alemania destruida y pasada a cuchillo por los vencedores. El testimonio resultante no puede considerarse una anécdota más dentro del corpus literario creado del conflicto bélico. Es mucho más. Dudda lleva la sinceridad hasta las últimas consecuencias de la literatura. Para desnudar la psicología de su padre, sus recuerdos, se desnuda él mismo. Por eso la factura es limpia y la voz que resurge combina el dolor, la admiración y la sospecha.
'Mi padre alemán' comienza con una conversación casual en El Hoyo, un paraje agreste pegado al mar, cerca de Mazarrón. Es la infancia del autor, la enésima escapada del padre, con una distancia generacional inalcanzable. A través de los pequeños objetos encontrados en la casa, de las acciones más cotidianas, Ricardo Dudda se sumerge en la vida de su padre, ese gran desconocido al asomarse a las ventanas más tempranas de su vida. ¿Se puede llegar a conocer a un padre? ¿Es posible reconstruir la estirpe familiar a través de la voz del último de sus miembros? Dudda lo intenta, y sale ileso del esfuerzo memorístico, porque crea un relato fiel a sus propósitos, porque desmiga la historia con una honestidad encomiable, resaltando aquellas partes que ha logrado descifrar y deteniéndose en las esquinas que ya se han perdido para siempre. Es un libro que pretende rescatar la memoria familiar, por supuesto, pero también acentuar los olvidos. En el término medio está un padre tomando café y una conversación que lo une a su hijo.
Dudda se sumerge, entre conversaciones y recuerdos, en la historia militar de Prusia. Acompañamos el recuerdo del padre en la huida desesperada de millones de personas ante el avance del ejército rojo, en la sospecha capital de que el padre de su padre, el abuelo que nunca conoció, pudo haber desempeñado un papel innoble como soldado nazi en la Polonia ocupada. Son pinceladas de tragedia que se van conformando como un tejido multicolor. Luego llega la supervivencia, una madre que defiende a sus hijos a pesar de las maldades del alma humana, la barbarie de los vencedores, las violaciones del ejército rojo, la reconstrucción de una Alemania moribunda, su partición y el mundo dividido en dos bloques, mientras la familia Dudda se encuentra y se pierde por el mapa político de la historia en movimiento.
El autor se mira en un espejo roto, y la imagen le devuelve el perfil de un padre. La forma que tiene Gernot Dudda de afrontar su propia vida sirve también como reflexión ante una catástrofe nunca olvidada pero sí silenciada. Niño de la guerra, refugiado en campos de tránsito y concentración, la trayectoria del padre se confunde con la del niño que fue. Ambos destinos corren paralelos en la novela hasta tocarse, en una playa murciana de aspecto salvaje, donde apenas llega la cobertura del móvil, donde la civilización no ha hecho acto de presencia. Solamente un padre y un hijo que se reencuentran en el pasado de una estirpe. Ricardo Dudda en 'Mi padre alemán' cree matar al padre, pero en realidad lo está resucitando.
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