![Un nostálgico del abismo](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/10/04/libro-semana-ks9B-U2201418487359rP-1200x840@La%20Verdad.jpg)
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En la última obra, recientemente aparecida, de Manuel Vilas, 'El mejor libro del mundo', después de llevar a cabo un amplio y bien meditado repaso de los escritores más influyentes en la Historia de la Literatura Universal de todos los tiempos -no faltan, pues, los ... nombres de Kafka, García Lorca, Rimbaud, Rilke, Rulfo o Hermann Broch-, el escritor aragonés, autor de 'Ordesa', llega a la conclusión de que, al final, sólo quedará el 'Quijote'.
Y es que la aventura del singular hidalgo manchego ha dado mucho de sí a lo largo de los siglos, desde que Cervantes la pusiera en pie, sin imaginar la trascendencia que habría de tener para el mundo de la música, del cine, de la pintura y de la literatura.
José Antonio Molina, autor de excelentes obras como 'La memoria de las sirenas' o 'La habitación secreta', ha sido uno de esos lectores que se ha dejado seducir por los maravillosos acordes del 'Quijote'. No es, que uno sepa, un consumado especialista en la materia, ni su nombre figura entre los cervantistas ilustres que existen a lo largo y ancho del planeta Tierra, pero sí cuenta entre los lectores privilegiados, casi tocados por la mano de Dios, que han sabido llegar hasta las entretelas de la historia del famoso hidalgo, seducido por la magia de sus palabras, obnubilado por una trama muy atractiva, por unos personajes a los que él mira con cariño, con ternura, como hermanos del alma, como criaturas que se han perdido entres las brumas del tiempo y hubiera tenido la misión de rescatarlos.
El excelente prólogo del profesor Díez de Revenga, en donde asegura que la obra va a permitir al lector «reconocer espacios y detenerse en tiempos que ocupan ya un lugar mítico en la historia de nuestras letras», es un anticipo de las sugerentes y hermosas páginas que vienen a continuación. Porque estas 'Desventuras' del personaje de ficción más famoso de cuantos han existido a lo largo de la historia no es un estudio al uso, un análisis convencional. Antes bien, se trata, siguiendo esa vieja escuela de la crítica literaria en la que el investigador de turno se vestía con los ropajes de lector aventajado y echaba mano de la más pura intuición, de un trabajo eminentemente creativo con el que pretende ir más allá de lo que el propio texto de Cervantes nos indica, como si tratara de explicarnos, con una limpieza y una gracia increíbles, esos espacios en blanco que pudieron pasarnos inadvertidos.
Son algo más de medio centenar de textos, de poco más de dos páginas de extensión, que, pese a estar unidos por la figura de Cervantes y sus obras o por las andanzas de sus criaturas mejor logradas, poseen, sin embargo, una autonomía que los convierte en piezas únicas que van a su aire y funcionan por su cuenta. Hay capítulos en donde Molina, con excelente criterio y no poca sensibilidad, le concede protagonismo a personajes que sólo tienen unos pocos minutos de gloria en la obra magna de Cervantes, como Juan Haldudo, el amo severo que emplea la fuerza y el engaño con sus trabajadores, o el joven Andrés, el jornalero, todo corazón, que sufre sus iras y sus malos modos. José Antonio Molina, no sólo recuerda al lector los sucesos que aparecen puntualmente narrados en las páginas del 'Quijote', se aventura, además, en ofrecernos una lección de vida a partir de una lectura un tanto particular, hasta el punto de llegar a pensar que, después de todo, Andrés, que ruega a don Quijote que no intervenga para no recibir después represalias, es, en realidad, un verdadero cómplice de su verdugo, por lo que «cuando cada uno sólo lucha para sí, lo demás se llama locura».
Son, sin embargo, don Quijote y Sancho los personajes sobre los que el autor de la obra pone mayor atención. Una mirada que se contagia de la melancolía de ambas criaturas. Al bueno de Sancho, fuente viva de palabras que va destilando en refranes y proverbios, lo sitúa, en uno de estos capítulos, en la Ínsula Barataria impartiendo justicia, demostrándole al mundo que el sentido común no está reñido con la buena gobernanza. Y destaca, asimismo, el amor desmedido, honesto y humano de Panza por su Rucio, por el asno más famoso de la literatura española, con el permiso de Platero y de Juan Ramón Jiménez.
Don Quijote, por su parte, es «un nostálgico del abismo». Un personaje que siempre vive bajo la amenaza de la magia. De él destaca sus célebres discursos, como el de la Edad de Oro, que hubiera firmado el mismísimo Cicerón. Alonso Quijano, el Bueno, lleva en su alma la angustia de un corazón enamorado, al tiempo que aporta la modernidad del héroe cansado, denominación inventada en su día por Pérez-Reverte.
José Antonio Molina no se olvida, además, de los personajes femeninos que habitan en esas inmortales páginas del 'Quijote': la pastora Marcela, tan moderna, tan actual, o esas otras menos agraciadas y ostentosas, como Maritornes, la mujerona de cuerpo opulento a la que Cervantes, que fue hombre piadoso, que amó a sus criaturas como si fueran sus propios hijos, otorgó ciertos rasgos de nobleza y la compasión por el menesteroso. O Dulcinea, que encierra el más difícil y evasivo de los misterios del 'Quijote', ese lenguaraz, valiente y delicioso viejo que, en la soledad de su casa, leía novelas de caballería.
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