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Begoña Callejón (Almería, 1976) plantea, en 'Fábula material', una inmersión lingüística en el reino natural. Plantas, animales marinos e insectos conforman una suerte de universo ... alternativo en el que la vida se ofrece ya mediada, como un constructo lingüístico que solo cabe diseccionar mediante las palabras. La poesía se apropia del campo de las ciencias naturales y se establece como un laboratorio multidimensional en el que ensayar imágenes y pelar el lenguaje hasta dejarlo en su pura carnalidad. El gran reto al que se enfrenta Begoña Callejón en este poemario es destruir todos los apriorismos que estereotipan el plano de lo material y, desde esta ausencia de modelos, dejarse arrollar por el lenguaje de lo orgánico. Las palabras no son externas a la naturaleza: vida y palabra se hallan entreveradas hasta resultar indistinguibles.
Todo lo que respira es lenguaje; todo cuanto se desarrolla está conformado por palabras. Puesta bajo la lente de un microscopio, la vida se expresa a través de axiomas que solo cabe traducir. Estamos rodeados de formas mínimas de lenguaje.
'Fábula material' es un ejercicio inabarcable de vida que, sin embargo, no deja márgenes para tomar aire. Como escribe la autora: «Priva al mundo de los intervalos, de lo estético». Lo material es fabulado como una continuidad radical en la que las diferentes especies forman parte de una misma afluencia. Y, sin embargo, y por paradójico que parezca, esta experiencia del 'continuum natural' es lograda a través de una estrategia expresiva fundada en lo que podríamos denominar como «pensamientos tabicados». Por medios de guiones o de puntos, las frases son fracturadas y reducidas a formas elementales de vida. Algunas de ellas finalizan con un artículo o preposición huérfanos de un sustantivo -«El recuerdo que articulas: incita a»-.
Las palabras se escinden de su significado y son abandonadas a su pura materialidad -al estilo del Duchamp de 'Rendez-vous de Dimanche'-. Jamás el lenguaje ha estado tan presente; nunca ha comparecido con tanta valentía al desafío del lugar. Porque cada poema de Begoña Callejón es literalmente un lugar, unos centímetros de papel en el que las palabras se permiten existir como cuerpos que han dejado de estar atormentados por su sentido -nada existe fuera de su fisicidad-. Cada texto parece describir un círculo en torno al espécimen examinado y, por momentos, recuerda a la escritura cubista de Gertrude Stein.
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