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Narrador, crítico y una de las voces más autorizadas de nuestras letras a la hora de pensar las prácticas culturales de vanguardia, Jorge Carrión (Tarragona, ... 1976) reúne, en el volumen 'Las huellas' (Galaxia Gutemberg, 2024), la tetralogía 'Los muertos', 'Los huérfanos', 'Los turistas' y 'Los difuntos'. Publicadas entre 2010 y 2015. Las novelas que lo encumbraron como uno de los autores señeros de su generación aparecen ahora juntas, para ser leídas según el diseño del propio autor. 'Las huellas', dice Carrión, fueron imaginadas como parte de un mismo multiverso donde ha vivido atrapado casi una década, persiguiendo a Mario Álvares y George Carrington, alter egos del autor, presentes en todas las tramas más o menos lateralmente. Dos detectives salvajes, creadores de ficciones reales, de realidades ficcionales que inesperadamente cambian la materialidad de un presente y de un futuro que, con lucidez y eficacia, diseñan estas novelas. La distopía -género al que podemos vincularlas- es, afirma el autor, el mejor modo de abordar un realismo contemporáneo.
'Las huellas' es una cartografía global del tiempo presente, de sus orígenes y sus proyecciones. Pero es más que eso: sus cuatro novelas son la parte ficcional y narrativa de un proyecto transmedial e intertextual más amplio y ambicioso, de enorme coherencia. Una lectura de un siglo XXI que nace, como supieron ver las hermanas Wachowski, en los años 90 ('Los turistas'); que extiende sus raíces al inicio de la modernidad industrial, en el siglo XIX, cara vista del antropoceno (Los difuntos); que está desatando sus perplejidades, ansiedades y nostalgias en estos convulsos años que vivimos ('Los muertos'), y que se proyecta, en una arqueología que examina las ruinas de nuestro tiempo, en un posible futuro postapocalíptico ('Los huérfanos'). Un proyecto que se continúa, fuera ya de ese multiverso, en 'Membrana' (2021), novela narrada desde el año 2100 por una red de inteligencias artificiales. La de Carrión es, como vemos, una literatura de laboratorio, que piensa lo contemporáneo haciéndose y no se entiende alejada de sus ensayos, donde Carrión investiga más sistemáticamente sus intuiciones, o de sus pódcast (vid. Solaris o Ecos), donde el autor abre un diálogo entre el arte, la filosofía y la ciencia.
'Las huellas' es una obra exigente. Cada novela persigue un lenguaje y una estructura adecuados en cada caso a lo que se busca narrar. Un realismo del simulacro, pues la narración presupone la fragmentación, aceleración y mediatización como rasgos de la percepción contemporánea. En Carrión se actualiza la aspiración modernista que le pedía Rodó al arte: apresar la realidad contemporánea desde el lenguaje en el que la misma nos habla.
'Los muertos' nos habla de la memoria, de su imposibilidad, del trauma como condición de vida en el régimen tecnocapitalista, cruce virtuoso de las lecturas del holocausto y la escenografía y gramática de las teleseries. Carrión adopta aquí una estructura híbrida, entre el ensayo-ficción y la imitación del lenguaje de HBO o Netflix. Divide la narración en dos temporadas, tras las que incluye sendos falsos paratextos, que permiten atar cabos y entender la trama. Los muertos es el título de una ambiciosa serie de éxito que imaginan Álvares y Carrington, creadores y 'showrunners', ambientada en la Nueva York de los 90, donde se materializan de la nada misteriosos personajes, bautizados como «los nuevos», aparentemente salidos de ficciones previas. Nuevos que buscan desesperadamente recordar un pasado que les ha sido escamoteado. En la segunda temporada, la novela propone un desmantelamiento progresivo de ese mundo, en el que los personajes -como sucede en 'The Leftovers' (2014)- sufren una «pandemia»: la posibilidad de desmaterializarse en cualquier momento.
Carrión no solo inventa la serie, su trama, sus personajes, sino también - y para eso los ensayos-ficción - la recepción de la misma, los foros, las páginas web en las que se habla de ella, las redes sociales (como www.mypain.com), sus secuelas, sus precuelas, todo un universo transmedial ficticio, que tiene su continuación en la spin-off de esta serie, que supone su relato Los difuntos. Este último traslada la acción al siglo XIX, donde hay personajes desmemoriados que descubren, en los tiempos de Nietzsche, que su identidad pudo ser la de un Dios muerto.
En 'Los huérfanos', para especular sobre el neofascismo del siglo XXI, que no solo transforma los imaginarios y los puebla de memorias ficticias, sino que los convierte en fuentes de legitimación de fuerzas violentas que en la novela tejerán los hilos de una futura Tercera Guerra Mundial, Carrión ubica a su narrador en un búnker, sentado ante un ordenador conectado a una red caída, que escribe sin esperanza de ser leído y ordena los archivos de un disco duro obsoleto. 'Los huérfanos' está protagonizada por personajes de los cinco continentes. Describe las ruinas de la globalización. El búnker deviene su metáfora: un espacio detenido, una «ensomatosis» o caída en el propio cuerpo, una arqueología de la realidad.
Para ofrecer un mapa global de entre siglos, y analizar la figura del turista, que poco se ha tratado, Carrión -en 'Los turistas'- traslada a una escenografía transcontinental, hecha de intermitencias entre aeropuertos y aviones, el argumento de 'El hombre de la multitud' (1840), cuento de Poe. Imagina la persecución, a cargo del protagonista, de una misteriosa anciana, en perpetuo movimiento por «los circuitos del mundo». La prosa de Carrión traduce a lenguaje la idea de saturación, un paisaje abigarrado donde los elementos provenientes de todas las culturas y lugares se concatenan. Su estructura es tripartita: compuesta de dos narraciones separadas por un extenso poema compuesto según fórmulas métricas disímiles y motivos provenientes de mil años de viajes.
'Las huellas' es un ambicioso proyecto narrativo, una exploración formal y temática, un laboratorio de ideas que nos habla de las relaciones entre arte y duelo, sobre los límites entre realidad y simulacro, sobre la pulsión comunitaria en tiempos de desmaterialización y videopolítica. Carrión nos habla una vez más de cómo los sueños de la razón fabrican monstruos, de cómo -también- necesitamos imaginar pasadizos entre distopía y esperanza para este tiempo que nos ha tocado vivir.
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