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El horizonte

ANTONIO PARRA SANZ

Lunes, 21 de septiembre 2020, 21:15

La esencia de un escritor está impresa en su alma, ya cultive relato, poesía, novela o como si le da por escribir campañas publicitarias. Esa habilidad para mostrarse, para desnudarse en cada género, no está al alcance de todos, por eso cuando nos topamos con ella hay que felicitarse y celebrar la suerte de poder disfrutar de vez en cuando de su prosa, como ocurre en el caso de Manuel Moyano.

Polifacético, o más bien poligenérico, Moyano de vez en cuando pone negro sobre blanco otra de sus pasiones, además de la escritura, la pasión del viajero, la del hombre que camina por el mero placer de moverse, como defendía Jack London, y de contar aquello que ve. En esta ocasión, se ha movido por la región que habita remontando ríos como el Segura, el Argos o el Vinalopó, acercándose a sierras y montes, vaguadas y trochas, pueblos y localidades.

Ha espaciado sus relatos apelando a la memoria de diferentes veranos, y así nos hemos encontrado a un narrador tan perspicaz como siempre, pero a un viajero un tanto más sosegado que en otras ocasiones, a pesar de que aún sea capaz de dormir al raso, si bien en no demasiadas ocasiones.

Además de la naturaleza, Moyano anda siempre a la búsqueda de la voz humana, de las historias que laten en cada pueblo, y siempre se guarda alguna de ellas para cuando ha regresado al hogar.

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