!['Clamor en la memoria', comunión que roza lo sagrado](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202302/18/media/cortadas/comunion-kzZH-U190666928946tMG-1248x1000@La%20Verdad.jpg)
!['Clamor en la memoria', comunión que roza lo sagrado](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202302/18/media/cortadas/comunion-kzZH-U190666928946tMG-1248x1000@La%20Verdad.jpg)
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josé luis martínez valero
Sábado, 18 de febrero 2023, 07:41
Dionisia ha escrito un libro que dedica a la reciente muerte de su marido, Salvador Montesinos. Todo libro implica riesgo, pero este supone un doble riesgo: hablar con el silencio y hacer que el silencio hable. Con él ha penetrado en el misterio del tiempo, ... que semeja un espacio y puede ser recorrido, sin que importe el cuándo, fecha alguna. Lo ha llamado 'Clamor en la memoria' (Renacimiento, Sevilla, 2022). Temáticamente se podría incluir en un 'Ubi sunt'. Sin embargo, aunque es elegía, lo presenta como encuentro, comunión que roza lo sagrado, lugar en el que todo está presente, libre de confusión, puerto seguro.
Todos recordaréis aquel verso de Quevedo: «Soy un fue y un será y un es cansado», de su soneto '¡Ah de la vida!...'. Entre esos tres tiempos transcurre la vida. ¿Y, si esta parcelación del tiempo, fuese solo un convencionalismo? En este caso, pasado y futuro no serían sino otro modo de denominar a un presente lejano. ¿Existe de verdad ese tiempo que percibimos en el reloj? ¿Esa aguja que, imparable, recorre el mismo círculo? No. Alguna vez hemos experimentado que el tiempo ha desaparecido, momentos inolvidables, que constituyen nuestro ser, pertenecen a ese yo que somos. Ya en el primer poema, los amantes, descubren que con su unión:
El tiempo se detiene.
La alegría, la tristeza han sido superadas, se impone la serenidad, razón de su existencia. Los personajes, los objetos, la historia y sus lugares por fin se han encontrado. Sea el final o sea el principio, Dionisia presenta lo ocurrido, hechos que podrían ser triviales, cotidianos, pero que ha convertido en trascendentes. El lector percibe que lo visible nos lleva a los invisible.
El mundo se asienta sobre la paradoja, los líderes, que hacen la guerra, lo hacen en nombre de la paz. La sombra es más real que la cosa que la proyecta. La ausencia se convierte en presencia. Estas contradicciones no siempre lo son. El tiempo en su transcurrir unido al espacio habitado truecan la casa, la calle y la ciudad, en el lugar del encuentro. La costumbre, palabras repetidas, recuerdos compartidos, gestos, árboles vecinos constituyen esos signos que forman el clamor en la memoria.
Dionisia García ha compuesto su libro, como se dice del río que siendo el mismo, también es distinto. La vida y lo vivido permanecen en la memoria y esa memoria se ha hecho compañía, cómplice.
Esta compañía aparece en forma de monólogo a dos voces, como si se tratase de un diálogo. Ocurre que, al contextualizarlo, el lector se implica en ese juego, que siempre es presente. La memoria alumbra la escena y su luz permite compartirla.
Autora Dionisia García
Género Poesía
Editorial Renacimiento
Vamos a acercarnos. Para que ocurra este diálogo, es precisa la aparición del interlocutor. Ya en el primer poema, 'Bonjour, monsieur', sucede el encuentro:
Estaba él y no faltaba nada.
Este último verso cierra el poema y sublima la cotidianidad. Voy a detenerme en ese primer texto. Bonjour, monsieur es el título y también podría tratarse del primer verso, ya que en los que siguen continúa el juego:
Me apresuré a decir
como primer saludo.
Tú, tendiendo la mano
comenzabas el día
como si lo inicial fuese distinto.
Aparte de lo que implica el saludo en francés, para aquellos años: libertad, ruptura con el provincianismo levítico, ciudadanía, cultura, cortesía, humor. El tú, Salvador, motivo del libro, tiene el poder de transformar el mundo, convertir la repetición de los días en novedad. El ingenio del joven, la agudeza de sus comentarios, anulan la repetición de los días, esa monotonía. El poema continúa: «La fachada de enfrente / y algún rayo de sol / alegran la costumbre». Estamos en la calle, quizá hace frío, pero la fachada y la luz del sol iluminan y consuelan aquellos días tristes de la posguerra. Los dos versos finales: «El tiempo se detiene. / Estaba él y no faltaba nada». A modo de aforismo que comprende esa escena. Equivalente a aquellos cartelitos del cine mudo que resumían lo ocurrido. Hecho que aumenta el carácter dramático, cada poema, equivalente a una estampa, pieza corta, paso. Si reuniésemos los versos finales de cada texto podrían, sin duda, contener el sentido de este libro.
A continuación, leeremos despacio el poema 'Luz', con el que cierra el libro. Si hubiese una acotación se diría algo así: [La acción sucede en el dormitorio del matrimonio, en la cama ella tiene la luz encendida]. Dice:
-«Apagaré muy pronto».
El marido contesta: -«Cuando quieras, no importa».
Trata una situación cotidiana, que la narradora comenta:
Me dijiste con calma.
Absorta en la lectura,
olvidé la promesa.
El tiempo transcurría ,
y él estaba despierto.
Apresurada puse
la señal en el libro,
pidiéndole disculpas.
Él me besó
y dijo solamente:
«Hasta mañana».
El primer poema de este libro se sitúa donde coinciden los amantes y disfrutan del primer encuentro del día que, como se ha dicho, detiene el tiempo, transcurre en la mañana de la ciudad y el sol ilumina la fachada de enfrente. Ambos son jóvenes.
'Luz' es el último poema. Aquellos jóvenes se casaron, han tenido hijos, ahora son ya mayores, la luz del sol ha desaparecido, es la noche, ella lee un libro en la cama, abstraída, el tiempo se ha detenido, se disculpa, y sucede el encuentro del beso, que nunca es una costumbre. Oímos: hasta mañana. Es decir: hasta siempre.
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