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J. E. AYALA-DIP
Viernes, 17 de junio 2016, 08:29
Hessel escribe sobre el tejido arquitectónico y humano de la capital alemana antes de la guerra
Después de los estudios de Walter Benjamin sobre la figura y la poesía de Charles Baudelaire, el concepto de 'flâneur' se nos ha hecho familiar. Un concepto que Benjamin entregó a los estudios de lo urbano en tanto territorio de la modernidad. Tiene que haber trazados urbanos, grandes avenidas, pasajes comerciales, bulevares con terrazas desde donde observar a los paseantes y ser observados por ellos. El flâneur es un explorador de la modernidad, un tipo solitario que saca conclusiones de lo que ve. Nada escapa a su mirada indagatoria, es un detective escondido entre las novedades de la urbe. El autor de 'Las flores del mal' solía frecuentar los bulevares, como el gran flâneur que fue. Flâneur es Franz Hessel, intelectual alemán de gran relieve, cuando escribe las páginas de su imperecedero 'Paseos por Berlín'.
Gran parte del Berlín que nos describe Hessel ya no existe. Los bombardeos de las fuerzas aéreas aliadas, más la demoledora entrada del Ejército Rojo en su centro neurálgico, durante la Segunda Guerra Mundial, terminaron con su antiguo trazado en gran parte de su jurisdicción. Lo que ha quedado, más las cuidadosas reconstrucciones que se llevaron y todavía se llevan a cabo, mantienen ese aire del Berlín anterior a la guerra. Franz Hessel escribió este libro en 1939, cuando a las puertas del hoy desaparecido velódromo de madera se enfrentaban con palos los escuadrones del partido nacionalsocialista y fuerzas del partido comunista.
Hessel nos propone distintas miradas. Siempre esas miradas son las del paseante sin prisas ni obligaciones, espíritu, según el mismo autor, en las antípodas del berlinés de entonces. Para un berlinés de la época, el flâneur era una especie rara, una molestia que había que sortear en su apresurado paso a sus obligaciones. Una de las miradas que más nos puede ser útil es la del observador que se para en su tejido arquitectónico: ese cambio de paisaje urbano que se opera entre el siglo XIX y el primer cuarto del XX. Luego está el registro de las migraciones de las clases acomodadas de un barrio a otro, esa burguesía que se marchó de Tiergarten a la Kurfürstenstrasse.
El flâneur no desprecia los parques, los barrios pobres. No transige con el mal gusto. No le pasan por el alto los nuevos usos de la lengua coloquial. Franz Hessel nos dejó un libro soberbio sobre el espíritu berlinés antes de la hecatombe.
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