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'Happy Days', de 2011, de Manolo Belzunce.
Entre días felices y soledad buscada
CRÓNICA DE ACTUALIDAD

Entre días felices y soledad buscada

Podría decirse que Manolo Belzunce es un pintor requirente, en el sentido de que siempre está a la búsqueda de unos recursos con posibilidades de asombrar, aunque a otros pudiera parecer que lo hace con una indiferencia palmaria

PEDRO SOLER

Lunes, 16 de enero 2017, 22:32

Podría decirse que Manolo Belzunce es un pintor requirente, en el sentido de que siempre está a la búsqueda de unos recursos con posibilidades de asombrar, aunque a otros pudiera parecer que lo hace con una indiferencia palmaria. Ahora se nos presenta en galería Chys con 'Happy days', una colección que arrastra desde hace años, pero que, posiblemente, no se haya mostrado en público con anterioridad. Y, sí, nos recuerda -como suele suceder en la trayectoria de cualquier artista que se precie de mantener un estigma propio, pese a los bamboleos que pueden dar la modas artísticas- su modo de trabajar, su constante afán de creatividad, para aportar siempre una visión con capacidad suficiente y sobrada, y provocar interés entre los espectadores.

Belzunce no tiene inconveniente en dejar ver que hay cuadros con más de un lustro de existencia, y que son reflejos puros de unos momentos, en los que ha desempeñado una importante función. Lo que podríamos llamar variedad sobre un mismo tema, pero sin atenerse a unos ajustes, capaces de domesticar el ansia liberadora, que siempre ha presidido la obra del pintor lorquino. Da gusto contemplar la mezcolanza de colores, que en determinadas obras suponen un abecedario cromático, en el que no falta ni una sola letra; en otros, Belzunce rompe, para instalar en cada pieza unos singulares cambalaches, que, sin duda, encierran su significado preciso -máxime para las técnicas artísticas del propio autor-, pero, sobre todo, para demostrar ante el público lo interesante que puede ser la recuperación de objetos inservibles, a los que se les otorga una capacidad, que formaliza más precisa e intensamente el conjunto de cada pieza. A veces, Belzunce parece jugar al disparate, pero no hay duda de que lo hace con la finalidad de conseguir que la multiplicada fusión de objetos e imágenes sirvan para ampliar las posibilidades de imaginación, que cada obra encierra en sí misma. Tampoco está ausente -y en esto el espectador debe extremar su agudeza- el sentido crítico que contienen determinadas obras, porque la crítica social ha sido determinante, en no pocas de las exposiciones que configuran el ya largo recorrido de nuestro pintor.

De grandes autores se dice que son capaces de inundar sus lienzos de pinceladas y brochazos, que encierran la virtud de convertir los lienzos en conjuntos artísticos. Acaso el propio Belzunce no aceptara que sus obras se basen exclusivamente en esos inicios, porque, si no hay duda de que actúa con amplia libertad de acción, también es cierto que suma una osadía mental, que lo capacita para dar sentido razonado a su libre albedrío. Así es como los 'Happy days', que ahora presenta en Chys, ofertan visiones singulares sobre el mundo de los faunos, pero que también se pueden aproximar a paisajes edénicos, a bodegones singulares y a escenas llenas de sensualidad. Es un modo de multiplicar la propia capacidad creativa.

'Ansiada soledad'

Lucas Brox prefiere ser un pintor no de contradicciones, pero sí de pronta definición; por esto, sus últimas obras ofrecen un rictus de dureza, que expresa la ruta definida que el joven artista parece seguir. Su todavía reciente presencia en los 'Diálogos' del Museo Gaya, reinterpretando el retrato de Ramón Gaya sobre Concha Albornoz, era un signo claro de reciedumbre interpretativa, algo que ahora se evidencia más claramente en 'Ansiada soledad', serie de anónimos retratos, entre los que predominan los rostros femeninos, que presenta en galería Léucade. No se trata de rostros identificables, sino de rostros en los que se impone el gesto, la confusa mirada, la ausencia de línea perfeccionista, la fortaleza cromática. Todo, porque Lucas Brox busca una imagen aplicable a cualquier semblante, sin que alguno quede identificada. Para Sofía Martínez, lo que el pintor quiere dejar ver es la soledad que en cada una de las imágenes refleja, una soledad diferente, en la que la mirada aparece oculta por una sombra indestructible.

Se ha escrito lo de «dureza interpretativa», porque el pintor ha optado, de modo consciente, por una pintura llena de tintes dramáticos y de enérgica envoltura. Lucas Brox ya demostró en anteriores exposiciones que era capaz de desarrollar su obra entre líneas de delicadas hechuras y en ámbitos cubiertos de lírica interpretativa. Aquello pudo introducirlo por una facilona ruta artística, muy cercana al uso comercial, sin riesgo alguno. El cambio que, casi de un modo tajante, se ha advertido en la obra de este autor, puede haber desconcertado a unos seguidores iniciales, pero también, asombrado por su decidido empeño en no volver atrás. Las últimas exposiciones son la prueba más clara y evidente.

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