![«Soy Concha Velasco, gracias por venir al teatro»](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202010/10/media/cortadas/teatro-kD4D-U1204213790393aH-1248x770@La%20Verdad.jpg)
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ANTONIO ARCO
Martes, 13 de octubre 2020, 07:50
«Concha Velasco es un milagro», dice, rebosante de admiración hacia la actriz, el iluminador y escenógrafo Paco Leal (Murcia, 1957), quien el pasado 20 de julio fue homenajeado en el Festival de Almagro, donde lleva 26 años como responsable de su apartado técnico. Leal, ... quien tras muchos años de trayectoria sigue «enganchado a esa magia tan especial que tiene el teatro», porque le sigue gustando «la sensación de libertad que se respira en este mundo, y el poder conocer a mucha gente distinta, con un modo de afrontar la vida, y de ver las cosas, también distinto a lo común», se ha responsabilizado de la parte artística del monólogo con el que la popular intérprete, contra todo pronóstico dado el delicado estado de salud que viene soportando desde hace tiempo, regresa a los escenarios en este tiempo extraño, en el que el viento parece haberse olvidado de mecer la cebada para traernos una obstinada lluvia de preocupaciones, de mil interrogantes abiertos tras la explosión de la Covid-19: 'La habitación de María', escrito por su hijo Manuel Martínez Velasco, y cuya dirección firma el también veterano José Carlos Plaza. Un hombre tan apasionado del teatro, y del adictivo misterio de existir, como lo era el recientemente fallecido Gerardo Vera, quien, lejos de pensar en la jubilación, tejía con adoración varios proyectos que ya tenía muy avanzados, entre ellos un 'Macbeth' que había levantado una gran expectación y para el que contaba con Carlos Hipólito y Marta Nieto para dar vida a la enloquecida y sanguinaria pareja protagonista.
«Ver la entrega de Concha, su pasión, su profesionalidad, el enorme respeto que siente por el público y por esta profesión, es algo que te emociona», reconoce Leal, que conoce bien los sinsabores físicos que acompañan a la actriz, cuya nueva función se convertirá, sin duda, en uno de los acontecimientos teatrales de este tiempo de desmoronamientos y esperanzas que nos espera.
'La habitación de María', en la que interpreta a la escritora Isabel Chacón en su 80 cumpleaños, cercada por su agorafobia y recluida en los últimos 43 años en la planta 47 «de un rascacielos madrileño que ha convertido en su fortaleza», supone la segunda ocasión en la que Concha Velasco se enfrenta al público en solitario, tras el enorme éxito cosechado por su anterior monólogo, 'Reina Juana', que interpretó con un nivel de perfección y encantamiento casi imposible –o sin casi– de explicar, desplegando una sabiduría escénica que era puro oro.
No es la de Valladolid la única intérprete que no conoce la jubilación y que en esta nueva temporada teatral, la más especial, cruda y necesaria desde hace muchísimo tiempo, seguirá dando una lección de cómo plantar cara a la adversidad, con la fuerza de la palabra y la magia sanadora de la interpretación en vivo, en los escenarios de toda España. No solo Lola Herrera retomará su aclamada gira incesante de 'Cinco horas con Mario', compartiendo aplausos con la directora Josefina Molina; no solo José María Pou, como hizo hace tan solo unos días en el 51 Festival de Molina, volverá a encandilar a públicos de todas las edades acercándonos a la sabiduría que encierra 'Viejo amigo Cicerón'; no solo José Sacristán seguirá haciendo temblar los corazones con 'Señora de rojo sobre fondo gris', esa adaptación al teatro, con vocación de dejar tocadas las almas, que él mismo firma junto a José Samano e Inés Camiña. No, también se sumarán al reencuentro con los espectadores, respetando escrupulosamente todas las medidas de seguridad, otras dos actrices de la categoría de Nuria Espert y María Galiana, también ellas, al igual que Sacristán, habiendo visto desfilar en sus vidas toda la verdad que encierra 'La vida es sueño'. «Tengo memoria, soy melancólico, nostálgico, pero me está pasando algo que me hace mucho bien: seguir trabajando y, además, compartiendo rodajes con gente joven. Confrontar con ellos los cabreos, las ilusiones, el amor a este oficio», cuenta Sacristán, feliz de poder seguir «jugando y jugándomela», y también consciente de que, a su edad, «el miedo ya es a la invalidez, a no poder valerme por mí mismo, a que la máquina empiece a dar señales de deterioro. Pero, de momento, ahí andamos».
Nuria Espert: «La vida no tiene sentido pero es preciosa, aunque la hemos convertido en un infierno. Yo creo en el perdón y la compasión, sabemos que la venganza trae un odio ciego»
María Galiana: «La pérdida de facultades propias de mi edad, en mí son muy cortas; pero ya me están entrando unos leves miedos de no dar la talla»
Belén Rueda: «De María Galiana me sobrecogió su maestría y su humanidad cuando trabajé con ella en 'Penélope', una gran mujer que no se resignó»
Blanca Portillo: «La gente se ha dado cuenta de que la cultura es un lugar beneficioso para el alma, para pensar, para nuestro sistema emocional, para sobrevivir»
Concha Velasco: «El teatro es mi vida, al público se lo debo todo, y quiero que disfruten con este monólogo maravilloso que ha escrito mi hijo y que tanto me emociona»
Pepe Viyuela: «Puede que sea una buena idea sobrevivir, a todo lo que nos suceda, de la forma más solidaria y más empática posible, y a todo aquello que nos rodea»
Aitana Sánchez-Gijón: «Soy una curranta con muchas ganas de seguir aprendiendo y experimentando. Amo mi oficio de actriz, y mi trabajo es para mí un regalo. Y lo vivo con alegría»
La Espert, que hace ya tiempo que dejó de ser una actriz para convertirse en una manada de lobos que te atraviesa el pecho, está deseosa de volver a retomar las funciones del 'Romancero Gitano', con el que ha vuelto a verse arropada por Lluis Pasqual. Un espectáculo fiero que finaliza con una enérgica, a modo de río de lava emocional que va recorriendo la complejidad de la condición humana y su tendencia al odio y a la(s) violencia(s), interpretación del 'Grito hacia Roma' de 'Poeta en Nueva York'. Y que incluye una ofrenda de amor que realiza la actriz cuando da vida eterna a los versos del 'Soneto de la dulce pena': «Tengo miedo a perder la maravilla / de tus ojos de estatua y el acento / que de noche me pone en la mejilla / la solitaria rosa de tu aliento...».
En cuanto a María Galiana, de quien Belén Rueda –que trabajó con ella en 'Penélope' en el pasado, y levantado con mucho esfuerzo y riesgo por el productor Jesús Cimarro, Festival de Mérida– destaca que «te sobrecoge su maestría y humanidad», tampoco contemplar apartarse de las tablas. Tras su trabajo en la 'Penélope' ideada y dirigida por Magüi Mira, Galiana ya sueña con el que será su próximo trabajo teatral: 'El abrazo', de Christina Herrström, junto a Juan Meseguer y Emilio Baule. Vitalista y amiga de continuar asumiendo retos profesionales, sabe que ya es hora de tener «que luchar para sobreponerme a la vejez», si bien, añade, «gracias a Dios no he perdido reflejos, conduzco todavía y voy con el coche a todas partes. La pérdida de facultades propias de mi edad, en mí son muy cortas; pero ya me están entrando, porque antes no los tenía, unos leves miedos de no dar la talla, eso sí». «No oigo bien», precisa, «pero uso audífono, y veo estupendamente. He perdido la confianza ciega en mí misma; todavía la tengo, pero ya no ciega [risas)]. ¡Con 85 años ya está bien tener los primeros síntomas!». A sus 85 años, tras concluir cada representación de 'Penélope' entre las ruinas del Teatro Romano emeritense, el público le brindaba una agradecida y emocionante ovación.
Un contacto con los espectadores con el que de se está reencontrando también, tras la larga espera de los meses de confinamiento y teatros silenciados, Blanca Portillo, quien esta noche se subirá al escenario del murciano Teatro Romea para representar 'Mrs. Dalloway', el montaje, basado en el universal personaje de Virginia Woolf, que también tuvo que dejar, entre el pesar y la incertidumbre, aparcado a causa del coronavirus. Tras una carrera plagada de memorables retos y de éxitos en el teatro, y el apoyo de grandes audiencias respaldando sus trabajos en televisión, la actriz tuvo esto claro durante los meses más inciertos: «No voy a dejar que el miedo me impida vivir». Vivimos un tiempo, indica Portillo, «en el que lo más interesante es que la gente no solo se ha dado cuenta de que la cultura es útil, sino de que es necesaria en sus vidas. Se han dado cuenta de que la cultura es un lugar beneficioso para el alma, para el pensamiento, para nuestro sistema emocional, para sobrevivir».
«La cultura», defiende, «es un bien de primera necesidad, y nuestro trabajo también lo es de primera necesidad. La gente ha consumido cultura, se ha sentido acompañada por ella». Está de acuerdo con ella su amigo Juan Mayorga, dramaturgo, director de escena y académico de la Lengua, de quien Andrés Lima dirigida, en el Centro Dramático Nacional, un nuevo montaje, llamado también al éxito, de uno de sus textos más celebrados: 'El chico de la última fila'.
El dramaturgo español más internacional, que concluyó confinado su nueva obra, 'La colección', apuesta por una ética y una política del auxilio, y confía en que se impongan los discursos menos cainitas. Menos 'Duelo a garrotazos' de Goya, más Teresa de Jesús. «Creo», explica Mayorga, «que es muy importante trabajar ahora mejor que nunca; desde luego, las gentes de la cultura tenemos que hacerlo así, ahora que somos más conscientes aún de la importancia de lo que podemos y debemos entregar a la sociedad. La cultura, la reflexión, ayudan a la gente a resistir». «Modestamente», añade, «me he empeñado en dar señales de vida, en insistir, en trabajar, si cabe, con más exigencia que antes. No basta con estar preocupados, no es suficiente en absoluto, hay que intervenir. Así es: la cultura, el teatro, ayudan a resistir». A hacer más llevadera, y mucho más interesante, la espera de Godot. Lo sabe bien Pepe Viyuela, que ha retomado con enorme cautela y todavía más ganas las representaciones de 'Esperando a Godot', de Beckett.
«Yo procuro que no pase un día sin reflexionar sobre el hecho de que estoy vivo, porque no quiero que se me olvide», apunta Viyuela, quien da vida a Estragón en este clásico del teatro del absurdo. 'Esperando a Godot' comienza con su personaje sentenciando: «No hay nada que hacer». Pues sí que empezamos bien, sí. Él se ríe: «¡Tirando la toalla, sí! Una frase muy ambigua y pesimista, pero ayuda a situarse; bueno, quizá no haya nada que hacer, pero entonces qué hacemos. Puede que sea una buena idea, por ejemplo, sobrevivir a todo lo que nos suceda de la forma más solidaria, y más empática con todo aquello que nos rodea, posible». Una propuesta, la de la solidaridad y la empatía, con la que está de acuerdo Aitana Sánchez-Gijón, una de las voces que miles de espectadores escucharán, dándole las gracias por asistir al teatro, cuando en este nuevo tiempo accedan a sus localidades.
«Lo que yo soy, lo vivo con alegría: una curranta con unas ganas tremendas de seguir aprendiendo y experimentando. Amo mi oficio de actriz y mi trabajo es para mí un regalo», reconoce la intérprete ahora metida en las pieles de 'Juana', excelente ejemplo de tantísimos cómicos de todos los tiempos, y de todos los lugares del mundo, a los que les debemos haber saboreado, viéndoles trabajar sobre los escenarios, eso que el poeta Constantino Cavafis llamó «la gracia de la vida».
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