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Uno de los grandes objetivos de la divulgación científica es la lucha contra las pseudoterapias, entendiendo como tales las sustancias, productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria que no tengan evidencias científicas que avalen su eficacia y seguridad.
Por esta razón, entenderán que en febrero de 2019 me llevara una gran alegría al contemplar como la exministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, María Luisa Carcedo, y el exministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque, presentaban la campaña #coNprueba, una iniciativa que contaba con distintas acciones de comunicación y sensibilización destinadas a trasladar información veraz y accesible a la ciudadanía para que pueda tomar decisiones informadas y responsables frente a las pseudoterapias y las pseudociencias.
Con la campaña #coNprueba, el Gobierno buscaba cumplir con su obligación en la protección de la salud como derecho básico frente técnicas con pretendida finalidad sanitaria.
Sin embargo, pasados más de cinco años, aquella alegría inicial se ha transformado en gran cabreo. Les cuento.
En aquella comparecencia pública, los exministros informaron que la Red Española de Agencias de Evaluación de Tecnologías y Prestaciones del Sistema Nacional de Salud (REDETS) había analizado 139 técnicas con pretendida finalidad sanitaria. Para ello, se identificaron las publicaciones relacionadas con estas técnicas que se habían realizado bajo ensayos clínicos aleatorizados, revisiones sistemáticas y meta-análisis publicados entre 2012 y 2018 en Pubmed (el motor de búsqueda de referencia que recoge citaciones y resúmenes de artículos de investigación biomédica de la base de datos Medline).
Tras este análisis, REDTES elaboró un informe preliminar identificando las técnicas con pretendida finalidad sanitaria que al menos contaran con alguna publicación científica. El resultado fue demoledor. De las 139 técnicas analizadas, 73 no tenían soporte en el conocimiento científico para acreditar su eficacia y seguridad. Por todo ello, el gobierno declaró oficialmente a estas 73 técnicas como pseudoterapias.
La lista de estas pseudoterapias la pueden encontrar en este enlace: www.coNprueba.es. Entre ellas destacan algunas como los cristales de cuarzo, la cromopuntura, los cuencos tibetanos, el feng shui, la gemoterapia, la grafoterapia, el masaje en la energía de los chacras, la medicina ortomolecular, la orinoterapia (sí, lo que han leído), la sofronización, la terapia bioenergética o la terapia regresiva.
¿Y qué ocurrió con las restantes 66 técnicas analizadas por REDTES? ¿Consideró el gobierno que eran eficaces? No. Según podemos leer en la web de #coNprueba, el hecho de que existieran publicaciones relativas a las 66 prácticas restantes no implicaba que estas técnicas estuviesen respaldadas por el conocimiento científico y que se avalara su eficacia y seguridad. Los ministros informaron que todas estas técnicas serían analizadas de forma individualizada por la REDETS en sucesivos informes. Entre estas 66 prácticas encontramos la kinesiología, las constelaciones familiares, la homeopatía, la medicina naturista, la acupuntura, la terapia craneosacral, la hipnosis natural, la moxicombustión…
Y ahora viene el gran problema. Aunque de vez en cuando (hace dos semanas la última vez) aparecen nuevos informes sobre alguna de estas terapias, pasados más de cinco años de aquella famosa rueda de prensa todavía no se han publicado los informes completos de las 66 técnicas que fueron clasificadas en 2019 como 'Terapias aun en evaluación'. Las posibles razones (cambio de ministros, posibles oposiciones al programa #coNprueba…) no las sé, pero a mí no se me ocurre ninguna que justifique que no se hayan publicado dichos informes.
¿Y qué implica la ausencia de informes oficiales sobre estas terapias en evaluación? Que, aunque la efectividad de muchas de muchas de ellas ha sido puesta en duda por gran parte de la comunidad científica durante décadas al no presentar evidencias científicas que las respalden, a día de hoy nadie puede decir que son oficialmente pseudoterapias ya que «se supone» que están siendo evaluadas.
Esta situación ha provocado gran indignación entre muchas personas e instituciones que llevan años luchando contra las pseudoterapias. Según ellos, al no acabarse el trabajo iniciado hace más de cinco años, no solo se tira por la borda una gran iniciativa contra las presuntas pseudoterapias, sino que se ha dado alas a los defensores de estas técnicas al proporcionarles la excusa perfecta («estar siendo evaluados eternamente») para defenderse de las acusaciones de falta de efectividad y rigor científico.
¿Y qué pienso yo? Que la campaña #coNprueba es un ejemplo perfecto de 'efecto boomerang', donde una buena idea del gobierno se ha vuelto en contra suya (y de los ciudadanos) al no ejecutarla correctamente. Es absolutamente incomprensible que no esté finalizado aun el gran trabajo iniciado por María Luisa Carcedo y Pedro Duque.
Por ello, me gustaría pedir al Gobierno actual tres cosas:
1) Que publique de forma urgente los informes restantes para resolver si las terapias consideradas «en evaluación» son pseudoterapias o no lo son.
2) Que prohíba (sí, prohibir) a cualquier centro asociar una terapia considerada como pseudoterapia a cualquier finalidad sanitaria.
3) Que permita a los centros asociar las terapias que ofertan únicamente a aquellas finalidades sanitarias aprobadas por la Red Española de Agencias de Evaluación de Tecnologías y Prestaciones del Sistema Nacional de Salud… pero que no se les permita hacer alusión a cualquier otra finalidad no demostrada.
Estimados lectores de LA VERDAD, el gran divulgador César Tomé afirmó que solo una defensa a ultranza de las actitudes científicas, de los principios ilustrados y de las sociedades abiertas puede ser un antídoto contra los peligros que acechan a la humanidad en su conjunto. Pero esa defensa de las actitudes científicas no puede ser llevada a cabo por personas de forma individual. Aunque en este artículo he mostrado mi enfado ante la pésima ejecución del programa #coNprueba, hay que dejar claro que sin el apoyo de universidades, hospitales, ayuntamientos, colegios profesionales, medios de comunicación y muchas otras instituciones (que a veces se ponen de perfil para no meterse en líos), la anti-ciencia nunca será derrotada… y jamás olvidemos que «lo mejor que te puede pasar con la anticiencia es que te estafe. Lo peor es que, además de estafarte, te cause un grave problema de salud».
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