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Llegan en los últimos días dos noticias preocupantes relacionadas con la salud cerebral de los futbolistas han sacudido el mundo del deporte. Por una parte, ... alrededor de veinte exfutbolistas ingleses han iniciado demandas contra la Federación Inglesa de Fútbol, alegando que las lesiones cerebrales sufridas durante su carrera han impactado negativamente en su bienestar a largo plazo. Por otro lado, una investigación realizada por científicos del Hospital Clínic de Barcelona, publicada en la revista científica Lancet Neurology, ha establecido una conexión entre los impactos en la cabeza durante los partidos de fútbol y un mayor riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas como Parkinson, Alzheimer o esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Este estudio, que examinó 120 videos de partidos correspondientes a cuatro Copas del Mundo (Alemania 1974, Italia 1990, Alemania 2006 y Qatar 2022), también señala que este riesgo ha aumentado en tiempos recientes debido a la creciente intensidad y agresividad del juego.
El estudio publicado en Lancet Neurology no es un caso único. Otra investigación, llevada a cabo con exfutbolistas profesionales británicos y publicada en The New England Journal of Medicine, reveló que los exjugadores tienen un riesgo significativamente mayor de fallecer por enfermedades neurodegenerativas en comparación con quienes no practican deporte. Concretamente, las probabilidades de morir por Alzheimer son cinco veces mayores, por ELA cuatro veces superiores, por demencia tres veces y media más altas, y el riesgo de Parkinson es el doble. Este estudio, respaldado por la Federación Inglesa de Fútbol y el sindicato de jugadores, también encontró que el uso de medicamentos para tratar la demencia es cinco veces más frecuente en exfutbolistas que en la población general. Por todo ello, no nos debe extrañar que grandísimos futbolistas como Bobby Charlton, Puskas, Alan Shearer, Tata Brown (ex jugador del Real Murcia), 'Pipo' Rossi y muchos más hayan sufrido alguna enfermedad neurodegenerativa.
Aunque la mayoría de los estudios se han centrado en las enfermedades neurodegenerativas citadas anteriormente, hay una patología menos conocida que está azotando al fútbol y a otros deportes como el boxeo y el fútbol americano. Me refiero a la Encefalopatía Traumática Crónica, una enfermedad neurodegenerativa causada por golpes en la cabeza no demasiado fuertes pero constantes que provocan la deposición anómala de la proteína Tau (muy importante y abundante en el sistema nervioso) y la muerte de células cerebrales. Los síntomas típicos de la Encefalopatía Traumática Crónica, una enfermedad con gran similitud a la enfermedad de Alzheimer, son depresión, pérdida de memoria, problemas de movilidad, demencia, agresividad y comportamiento suicida.
En 2014, se realizó un estudio del cerebro de Jeff Astle, exjugador del West Bromwich Albion, quien falleció años antes a causa de una enfermedad neurodegenerativa. Los resultados mostraron que su cerebro presentaba daños similares a los de un boxeador que había recibido repetidos golpes en la cabeza. La principal teoría postulada por los investigadores para explicar sus resultados apunta a la cantidad de veces que los futbolistas cabecean el balón durante su carrera. Un ejemplo es el legendario Alan Shearer, quien anotó 360 goles en su trayectoria con el Southampton, Blackburn Rovers y la selección inglesa. Un 20% de esos tantos fueron conseguidos con la cabeza. Según el propio Shearer, que actualmente padece graves daños en su cerebro, «por cada gol que hice de cabeza, marqué mil más en los entrenamientos».
Aunque estos estudios no deben alarmar al ser realizados en grupos pequeños de población, sí que deben obligar a las autoridades deportivas a adoptar estrategias preventivas. Entre ellas destacan desarrollar programas formativos que informen a los jugadores sobre los peligros de cabecear el balón, introducir ajustes en las reglas del juego y utilizar equipos de protección adecuados.
En cuanto a las modificaciones en las reglas del juego, desde 2020 los equipos de fútbol están obligados a sustituir a cualquier jugador si se sospecha que ha sufrido una conmoción tras un golpe en la cabeza durante el partido. Además, la Federación Inglesa implementará, a partir de la próxima temporada, la prohibición de cabecear el balón en competiciones para niños menores de diez años, con el fin de asegurar un desarrollo cerebral adecuado. Para proteger mejor a los jugadores jóvenes, en otros países también se exige que los menores de trece años usen cascos de gomaespuma mientras juegan.
En el fútbol americano, el deporte donde más casos de Encefalopatía Traumática Crónica se han detectado, la nanotecnología se está convirtiendo en una herramienta clave para mejorar la protección de los jugadores y prever las enfermedades neurodegenerativas.
Investigadores de la Universidad Brigham Young ha desarrollado un dispositivo con nanomateriales que se integra en el casco del jugador. Al recibir un impacto, el nanosensor, que está en contacto con la cabeza, se comprime y convierte la presión en una señal eléctrica. Esta señal se envía en tiempo real al entrenador, quien la recibe en un dispositivo móvil portátil, permitiéndole saber de inmediato si el golpe es lo suficientemente fuerte como para causar una conmoción cerebral. Así, incluso si el jugador insiste en que está bien, el entrenador podrá evaluar el riesgo potencial de una lesión.
Por otro lado, un equipo de neurocirujanos e ingenieros de la Universidad de Washington ha desarrollado cascos equipados con cuatro capas protectoras que no solo amortiguan el impacto, sino que también se deforman y recuperan su forma original rápidamente. Además, incluyen un mecanismo de liberación rápida del casco, crucial en situaciones de emergencia donde el jugador necesite ser inmovilizado de inmediato.
Finalmente, neurocientíficos de la Virginia Commonwealth University proponen incorporar potentes imanes en los cascos de los jugadores. Estos imanes generarían una fuerza de repulsión cuando los cascos se acerquen a menos de un centímetro entre sí, lo que reduciría la fuerza de impacto.
Estimados lectores de la Verdad, los beneficios de practicar deporte son innumerables. Sin embargo, no podemos permitir que la espectacularidad de algunas disciplinas deportivas ponga en peligro la salud de los atletas. Seamos sensatos, modifiquemos las reglas y minimicemos los riesgos con la ayuda del progreso científico y tecnológico.
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