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MARÍA JOSÉ MORENO
Viernes, 17 de junio 2016, 07:48
El yacimiento del Puerto de la Cadena representa un caso paradigmático de colaboración entre instituciones públicas y privadas para la conservación de restos paleontológicos
El Puerto de la Cadena ha sido desde tiempos pretéritos la travesía natural entre la comarca del Campo de Cartagena y el Valle del Segura a su paso por la ciudad de Murcia. Abierto entre las Sierras de Carrascoy y El Valle, la presencia humana en esta zona se remonta a la Edad del Bronce, documentándose restos de cerámica argárica en su entorno.
Pero mucho antes siquiera de la aparición del hombre sobre la Tierra, el mar llegaba hasta las montañas y hacían de ese espacio algo muy distinto a lo que es en la actualidad, algo que revela un yacimiento paleontológico descubierto por casualidad. «La información que proporciona el yacimiento y su contexto geológico revela que hace aproximadamente 5'5 millones de años, en el límite Mio-Plioceno, existirían en el entorno del Puerto de la Cadena una serie de canales que iban a desembocar a un Mar Mediterráneo que bañaría todas estas montañas. Algo parecido a un delta que se desarrolló bajo un clima más húmedo que el actual». Lo explica Gregorio Romero, técnico del Servicio de Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bienes Culturales.
Es a su vez el responsable en los últimos años del proyecto de investigación del yacimiento del Puerto de la Cadena: «Un yacimiento que fue descubierto por casualidad por miembros de la Asociación Cultural Paleontológica Murciana en 2006 y que ha resultado ser de enorme riqueza y valor paleontológico».
Los primeros indicios de fósiles de vertebrados en la zona fueron ya puestos de manifiesto a principios de los años 70 por el geólogo francés Christian Montenat durante el trabajo de campo para su tesis doctoral sobre las cuencas neógenas del levante español. En aquel entonces, Montenat y el paleontólogo Miquel Crusafont realizaron un primer estudio geológico de la zona del Barranco del Cigarrón como consecuencia del hallazgo de restos óseos de mamíferos fósiles en afloramientos próximos a La Alberca y El Palmar. A pesar de no conocer actualmente la ubicación exacta de esos yacimientos, su publicación sirvió para acreditar el potencial fosilífero del sector y para dar credibilidad al testimonio de los aficionados que colaboraron desde el primer momento en las distintas intervenciones de excavación y recuperación que se han sucedido hasta la fecha.
Explica Romero que «la asociación contactó con la Dirección General de Cultura de la Carm para poner en conocimiento la existencia del fósil de una tortuga gigante en el talud de la autovía Murcia-Cartagena, a la altura aproximadamente de la antigua venta de la Paloma. Una zona precisamente cuya ampliación por un tercer carril estaba prevista para esos meses, por lo que fue necesario realizar una prospección previa y una rápida intervención de extracción del fósil».
Tras ese aviso se puso en marcha un plan de trabajo coordinado que consiguió la colaboración de todos los agentes implicados: el Ministerio de Fomento y la Dirección General de Carreteras; Aldesa, como empresa encargada de las obras, la Dirección General de Cultura, la Universidad de Murcia y la Asociación Cultural Paleontológica Murciana. Tras varias semanas de trabajo se consiguió extraer el gran caparazón fósil de tortuga que habitó hace 5 millones de años y que, tras ser restaurado en las dependencias de la universidad de Murcia, se puede ver hoy expuesto en la entrada del Museo Arqueológico Regional.
Dos años después, en 2008, la apertura de nuevos taludes durante las obras de la carretera MU-31 permitió el hallazgo de nuevos y valiosos descubrimientos paleontológicos. «En esta ocasión las máquinas sacaron a la luz importantes concentraciones de huesos y restos de animales y plantas del pasado. La abundancia y diversidad de los restos encontrados en un estado de conservación bastante bueno, así como el riesgo de deterioro e incluso de desaparición del yacimiento, promovió la necesidad de contar, a instancias de Cultura, con un equipo de profesionales de la paleontología con experiencia que asegurase el éxito de los trabajos de supervisión de los movimientos de tierra. En este sentido, la participación de la Fundación Cidaris fue decisiva como pieza clave en la rápida y eficaz recuperación de los fósiles. Al mismo tiempo, y gracias al esfuerzo del profesor Miguel Ángel Mancheño, del Departamento de Química Agrícola, Geología y Edafología de la Universidad de Murcia, se consiguió un proyecto de investigación financiado por la Fundación Séneca que permitió reunir a un equipo de cerca de treinta geólogos y paleontólogos de diferentes universidades y museos a nivel nacional con el objetivo de abordar el estudio integral del yacimiento del Puerto de la Cadena», según Gregorio Romero.
Así pues, desde 2008 hasta 2012 han sido varias las intervenciones paleontológicas que se han sucedido. Especialmente significativas han sido las campañas de excavación programadas que se desarrollaron los veranos de 2009, 2010 y 2011 con personal (arqueólogos, biólogos, geólogos, etc.) llegado desde distintas partes de España, siempre coordinado por el profesor Mancheño, gracias a la ayuda del proyecto Séneca. Planteadas como campos de trabajo, estas campañas han servido para formar a los jóvenes, la mayoría estudiantes universitarios, en el uso de las distintas técnicas y herramientas empleadas en una excavación de vertebrados fósiles. Hay que señalar también que la mayor parte de los restos fósiles descubiertos han sido preparados en las instalaciones del Museo Paleontológico de Elche, contando con personal especializado en dicha tarea.
Hallazgos
Al inicio de las obras comenzaron a aparecer en los distintos cortes del terreno grandes fósiles de tortuga gigante, hasta un total de seis, en puntos aislados unos de otros y distribuidos por toda la zona. Poco después, en uno de los taludes en los que afloran niveles de arenas amarillas apareció la mayor concentración de fauna localizada hasta el momento en el yacimiento.
El estudio del material fósil y de las rocas que lo contienen permite atribuirlo a un periodo de tránsito entre el Mioceno superior y el Plioceno inferior (5'5 millones de años). «Gracias al análisis geológico del terreno sabíamos que se trataban de restos con más de cinco millones de años de antigüedad, y eso lo convertía en un yacimiento excepcional al que había que prestar especial atención, ya que es un periodo de tiempo muy interesante y con escaso registro fósil conocido en nuestra península», en palabras del responsable.
Aunque el ambiente de depósito aún está en fase de estudio, se interpreta que corresponde a una antigua zona de transición marino-terrestre en la que dominaba un clima más húmedo que el actual con vegetación de bosque y zonas encharcadas conectadas con el mar abierto.
Explica el experto que «podríamos decir que estamos en la zona de desembocadura de un antiguo río del que partían múltiples brazos o canales que aportaban sedimentos de forma más o menos continua, permitiendo así el enterramiento y la fosilización posterior de los restos de fauna que eran arrastrados y depositados. Esto es lo que nos cuenta el estudio del yacimiento».
Se trata de información obtenida del estudio de los terrenos en los que se encuentran niveles sedimentarios claramente marinos, arenas litorales con conchas, entre los que se intercalan depósitos terrestres, lo que nos permite reconstruir una antigua zona de transición.
Al igual que ocurre hoy en día, los animales morirían tierra adentro y los ríos transportarían sus restos hasta un lago o hasta el mar. Ese transporte es el responsable de que los huesos aparezcan sin conexión anatómica, desarticulados, dispersos y no formando esqueletos completos. Una vez depositados en el fondo del cauce se enterrarían rápidamente, condición indispensable para que los huesos no se desintegren, comenzando así un largo proceso de fosilización.
En total se han encontrado cerca de 2.000 fósiles de vertebrados y varios restos paleobotánicos bien conservados, todavía en estudio. La fauna de reptiles está constituida por cocodrilos, tortugas gigantes y serpientes. La asociación de micromamíferos está compuesta por seis taxones, cuatro roedores y dos lagomorfos. Entre los grandes mamíferos encontramos un carnívoro, determinado como Eucyon, dos perisodáctilos (rinoceronte y caballo), siete especies de rumiantes, entre las que llama la atención la presencia de una gran jirafa, un ciervo y una alta diversidad de especies de bóvidos. Entre los fósiles de mayor tamaño destacan los incisivos (defensas) y huesos del esqueleto bien conservados de mastodontes atribuidos a Anancus arvenensis. Por último, cabe señalar el descubrimiento de los restos de un macaco de origen africano, reforzando así la hipótesis de la dispersión y el intercambio de fauna entre el continente africano y el europeo. Afirma el investigador que «se trata, obviamente, de animales que hoy día tienen sus representantes actuales y cuyo estudio arrojará luz sobre la idea de que el Estrecho de Gibraltar sirvió en determinados momentos de la historia de paso de especies africanas hacia Europa a través de la península Ibérica y viceversa. Yacimientos murcianos como este del Puerto de la Cadena y otros como Cueva Victoria en Cartagena así lo demuestran».
Flora fósil recuperada
De especial interés son, además, los fósiles vegetales que han aparecido y que son incluso más antiguos que los huesos: «Se trata de un hallazgo singular dado que no es nada habitual que se preserven restos de plantas. Por su fragilidad es muy difícil que aparezcan en buen estado de conservación, por lo que interpretamos que debieron de darse unas condiciones de depósito y fosilización muy especiales, con un enterramiento rápido de las hojas por un sedimento fino que impidió su desaparición», detalla Gregorio Romero.
La aparición de hojas y tallos le da un valor extraordinario a este lugar porque hay muy pocos yacimientos que proporcionen fósiles de fauna y flora a la vez. En el Puerto de la Cadena han aparecido ejemplares de hojas que nos aportan datos acerca del clima y la vegetación que pobló Murcia durante el Mioceno más superior. A diferencia de lo esperado, ya que en la Región se ha inferido la existencia de praderas y estepas a partir de estudios de polen, en la zona se desarrolló un bosque esclerófilo con encinas subtropicales, indicativo de una estación seca; y otro ligado a un lago o pantano que estaba caracterizado por laureles, alisos y olmos. Estos bosques son similares a los que vivieron durante el mismo período en el Mediterráneo más oriental, en Grecia y el Mar Egeo, aunque parece que soportaron unas mayores condiciones de aridez, como indica la ausencia de coníferas ligadas a medios húmedos, como los cipreses calvos, y de hayas.
Colaboración
A pesar de las dificultades a la hora de llevar acabo el seguimiento de los movimientos de tierra de la carretera, con los necesarios parones para proteger los restos que iban apareciendo, el equipo científico contó en todo momento con la colaboración de los responsables de la obra de un modo ejemplar. «La coordinación entre la empresa responsable de la obra y el equipo de paleontólogos es fundamental para llevar a buen puerto este tipo de intervenciones.
Todavía hoy queda una gran extensión de terreno sin excavar y mucho trabajo por hacer con los restos recuperados en lo que se refiere a su preparación en laboratorio. Actualmente la colección al completo se encuentra depositada en las dependencias del Museo Arqueológico de Murcia. Tras la fase de excavación y preparación se aborda el estudio taxonómico con el fin de clasificar los restos y obtener toda la información científica posible. Esta tarea es la que genera publicaciones de artículos y monografías en revistas especializadas. De hecho, actualmente, el equipo científico se encuentra analizando con detalle todos los datos con el fin de publicar los resultados de su investigación.
Su responsable asegura que «lo que se ha trabajado hasta ahora es solo la punta del iceberg y queda mucho por hacer». El yacimiento fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2013 con categoría de Zona Paleontológica, obteniendo así el máximo reconocimiento y la máxima protección legal que contempla la ley 4/2007 de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia. Gregorio Romero concluye: «Se sabe que puede haber más restos pero es necesario disponer de financiación para seguir trabajando y, por otro lado, aún queda mucho por hacer con los fósiles que ya ha librado el yacimiento. En unos años esperamos poder exponer parte de lo recuperado en el futuro Museo Regional de Paleontología y Evolución Humana que se está construyendo en Torre Pacheco. Mientras, hay que seguir trabajando para conocer mejor el pasado a través de los fósiles de nuestro territorio».
Durante el Congreso de la Naturaleza de la Región de Murcia, celebrado la última semana de noviembre, se presentó una memoria gráfica de los trabajos de excavación y recuperación del yacimiento del Puerto de la Cadena, una publicación editada gracias a la Fundación Séneca.
Por último, Gregorio Romero señala que «el patrimonio paleontológico como el del Puerto de la Cadena constituye un recurso científico, cultural y natural, cuyo conocimiento debemos fomentar y aprovechar. Nuestro deber es proteger y conservar este legado único que nos permite conocer la vida en el pasado y transferirlo a las generaciones futuras para que sea valorado y disfrutado».
Género extinto de mamífero rinoceronte que vivió en Europa y Asia durante los periodos del Mioceno y el Plioceno, hace entre 13 a 3,5 millones de años. Era un animal grande y robusto, alcanzando entre 1,5 a 1,8 metros de altura y un peso de 1 a 2,5 toneladas, dependiendo de la especie. Su característica más notable es que poseían grandes caninos inferiores que sobresalían se su boca.
Cánido relativamente pequeño, el Eucyon es uno de los primeros perros que encontramos en el registro fósil. Presentes en América del Norte a principios del Mioceno y en Europa a finales de este periodo, compitieron por sus presas con depredadores carnívoros más grandes y peligrosos como Amphycion. Sin embargo, este género se adaptó mejor a los continuos cambios climáticos. Desapareció a principios del Plioceno.
Equino extinto cuyos restos fósiles se han encontrado en Norteamérica, Europa, Asia y África en un intervalo de tiempo que va del Mioceno medio al Pleistoceno. El éxito extraordinario de este caballo lo atestigua la extrema abundancia de restos encontrados y su amplia difusión por casi todos los continentes. Era uno de los herbívoros más abundantes de su tiempo. Poseía una altura media aproximada de 1,4 metros y se asemejaba mucho a un caballo actual, pero disponía aún de tres dedos, de los cuales el dedo central era el más grande y desarrollado.
Género de jirafas ya extinguido, se caracterizaban por tener un cuerpo robusto así como extremidades y cuello de longitud normal. Además presentaban no uno sino dos pares de apéndices craneales: los primeros, pequeños y cónicos, estaban situados sobre las órbitas y los segundos, en posición más retrasada, eran mucho más grandes y de forma aplanada, expandiéndose lateralmente
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