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ÁNGEL PÉREZ-RUZAFA
Viernes, 17 de junio 2016, 07:58
¿Hay vida en otros planetas? Esta es una pregunta recurrente de la humanidad. Generalmente se barajan probabilidades en base al número de planetas que pueden tener condiciones semejantes al nuestro. Aparentemente, solo la enormidad del universo parecería hacer que un hecho improbable como la vida resultara posible. Sin embargo, cuando atendemos a lo que es la vida, surgen paradojas que incitan a un replanteamiento.
¿Hay vida en otros planetas? Esta es una pregunta recurrente de la humanidad. Generalmente se barajan probabilidades en base al número de planetas que pueden tener condiciones semejantes al nuestro. Aparentemente, solo la enormidad del universo parecería hacer que un hecho improbable como la vida resultara posible. Sin embargo, cuando atendemos a lo que es la vida, surgen paradojas que incitan a un replanteamiento. La vida está conformada por estructuras altamente complejas que se autoorganizan. Esto, con las leyes de la física en la mano, debería ser imposible. La segunda ley de la termodinámica predice que todo tiende al desorden (lo que los físicos llaman aumento de entropía). Donde hubiera alguna estructura o heterogeneidad, con el tiempo será homogéneo. La experiencia nos dice que esto es verdad. Si comunicamos una habitación caliente con otra fría, al final ambas terminaran a una temperatura homogénea intermedia. Esto ocurre de forma espontánea e irreversible. La habitación que se ha enfriado no recuperará su calor extrayéndoselo a la otra. Todo tiende a degradarse con el tiempo. Cómo puede la vida contradecir esa ley y que surjan estructuras altamente complejas a partir de átomos y moléculas.
La explicación viene de otra propiedad del universo, la existencia de estructuras disipativas. Estas estructuras tienen la propiedad de absorber energía de alta calidad y devolverla al entorno degradada. La diferencia entre un estado energético y otro se utiliza para que la estructura, el ser vivo, crezca y se haga más compleja. La segunda ley de la termodinámica se incumple dentro del organismo, pero no si se considera el conjunto. En el entorno, el desorden y la entropía aumentan.
El resultado es un complejo sistema de captación, procesado y transmisión de energía en el que se genera un trabajo que permite construir nuevas estructuras más complejas que aumentan la eficiencia en el procesado de la energía y favorecen la persistencia del ser vivo y, además, hacer copias de sí mismo y reproducirse. Esto es lo que llamamos vida. La evolución no es más que la tendencia a aumentar la complejidad de la vida, mejorando su eficiencia en el procesado de la energía y tratando de hacerse independiente de los avatares del entorno. Nosotros somos parte de ese proceso.
Podemos decir entonces que la vida, no solo no es improbable, sino que es inevitable, puesto que es una consecuencia de las propiedades del universo y surgirá donde quiera que las estructuras disipativas encuentren las condiciones para que las reacciones encadenadas de procesado de la energía y los mecanismos de autorreplicación puedan ser estables. Otra cosa es que esas condiciones de estabilidad sean más o menos frecuentes.
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