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Cuando la ciencia no es suficiente

LA COLUMNA DE LA ACADEMIA ·

Sábado, 14 de mayo 2022, 10:57

Esta semana nos hemos reunido en Murcia una veintena de científicos especializados en lagunas costeras europeas. Todos ellos entre los 50 investigadores que más publican en esta área. Solo en el Mediterráneo hay más de 400 lagunas costeras, y hay que añadir las Atlánticas, frecuentemente más vinculadas a estuarios. El espectro de casos cubre desde la laguna Curonian, en el Báltico, la mayor de Europa y cinco veces mayor que el Mar Menor, al rosario de lagunas del sur de Francia, como Thau o Prevost, la laguna de Venecia, tres veces mayor que el Mar Menor, y las del delta del Po, en el Adriático o las del Golfo de Amvrakikos en Grecia, país que por sí solo cuenta con más de 40. Y, por supuesto, el Mar Menor, la más hiperhalina y quizás singular. Sus usos son heterogéneos, desde grandes puertos comerciales en Curonian, a polígonos industriales y turismo histórico-cultural en Venecia, o explotaciones de acuicultura como en Francia y Grecia. Todas comparten la elevada producción biológica y pesquera y las presiones por la actividad humana en su cuenca vertiente, principalmente la entrada de nutrientes. Más allá del conocimiento de los procesos ecológicos e hidrográficos que determinan su funcionamiento, la preocupación es poder aplicarlos a su conservación y la restauración de sus equilibrios. Entre todas, el Mar Menor se caracteriza por su biodiversidad, pero, sobre todo, por ser de las pocas, si no la única, que presentaba aguas transparentes y condiciones idóneas para un turismo recreativo y de baño. A pesar de su gran heterogeneidad geomorfológica e hidrográfica, todas las lagunas costeras tienen mecanismos de funcionamiento semejantes determinados por su conectividad restringida con el mar abierto. Esto condiciona sus poblamientos, siempre sujetos a colonizaciones de especies en las que el azar y las condiciones extremas lagunares juegan un papel fundamental, y su capacidad de respuesta y autorregulación frente a las presiones ambientales y antrópicas. Quedando mucho por conocer, en los últimos 30 años los estudios de ecología lagunar han avanzado de forma espectacular, contribuyendo de manera significativa las investigaciones en el Mar Menor. La capacidad de hacer diagnósticos permite proponer soluciones, pero la ciencia no es suficiente. Si socialmente no hay claridad de ideas, si las ideologías pesan más que los datos y los razonamientos, si prevalecen los oportunismos y protagonismos y las estrategias políticas dinamitan cualquier acción que pueda resolver el problema, poco puede hacerse. La responsabilidad de los movimientos y grupos de presión social es enorme y deberían ser conscientes de ello. Cuando se buscan culpables, no está de más mirarse al espejo y plantearse qué soluciones estamos proponiendo y qué responsabilidad tenemos si impedimos que se utilicen las vacunas porque estamos en contra de la industria farmacéutica.

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