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JOAQUÍN RUIZ DE ARBULO | Catedrático de Arqueología de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona
Martes, 23 de febrero 2021, 02:25
Cartagena ha sido siempre nuestra gran rival. Los lectores me entenderán si les digo que les escribo desde Tarragona. Ya lo dejó escrito Plinio ... : «Tarraco obra de los Escipiones, como Carthago (Nova) lo fue de los púnicos». Dos mil doscientos años después nuestras dos ciudades siguen siendo rivales, pero ahora en lo relativo al estudio, conservación y difusión de nuestros respectivos patrimonios históricos. Pero Cartagena juega ahora con ventaja. Su carácter estratégico como gran base naval de las épocas moderna y contemporánea convierten la ciudad en referente para la Historia de España y de América. Visité Cartagena recien licenciado en Arqueología en los primeros años 80 para conocer la forma como el arquitecto Pedro A. San Martín recuperaba el patrimonio arqueológico o proyectaba como levantar un nuevo museo arqueológico municipal integrando en él una necrópolis tardo-romana dejada in situ. Algo, entonces, absolutamente novedoso, moderno diríamos ahora.
De aquellos primeros viajes recuerdo, por supuesto, trenes repletos de marineros con petates y también visitas al barrio absolutamente degradado del Molinete. Los compañeros nos aconsejaban mucha prudencia, pero la visita al Molinete era obligada. Todos habíamos leído como estudiantes la descripción cartagenera de Polibio y sabíamos de su importancia. Unos años más tarde, en 1987, trabajando ya como arqueólogo urbano en Tarragona, el profesor Sebastián Ramallo pidió nuestra opinión sobre unos primeros restos monumentales que luego resultaron ser los restos magníficos del gran teatro romano. Una intervención que pudo continuarse durante años gracias a su tesón y a su implicación personal, como ha pasado siempre en los grandes proyectos. Con el profesor Ramallo y la Dra. Elena Ruiz coincidíamos casi todos los años en campañas de excavación y cursos de verano en los años 90. Recuerdo después el fin del servicio militar y la crisis de los fosfatos en los primeros años 2000, con la ciudad sufriendo una crisis económica profunda y herida en su dignidad. Lo podía uno sentir. Parecía que solo esos árboles gigantescos de la plaza de San Francisco continuaban vivos entre comercios cerrados y casas abandonadas.
Pero quisiera también ahora que ustedes lectores recordaran conmigo el renacer cartagenero de los últimos veinte años. Ha sido increíble. Las excavaciones arqueológicas del teatro romano fueron avanzando con hallazgos impresionantes, mientras la ciudad era capaz de reinventarse adoptando la recuperación de su patrimonio monumental como seña de identidad. Cada visita me dejaba boquiabierto: la nueva imagen de la circunvalación urbana tras la restauración de las murallas de Carlos III, la recuperación de los gigantescos cuarteles militares convertidos en sede de la nueva Universidad Politécnica, la sede del ARQVA en el mismo puerto, la inauguración del teatro romano con el fantástico proyecto museográfico de Rafael Moneo. Y, por supuesto, cómo no, también los programas veraniegos de Cartagena Puerto de Culturas y las entrañables Fiestas de Cartagineses y Romanos. Son muchos recuerdos. Cartagena es hoy un referente mundial de integración del patrimonio como ciudad histórica. Pero bueno, sepan que nosotros, tarraconenses, hemos logrado el sello de Patrimonio Mundial y que también intentamos mantener el nivel. Incluso igual les superamos un poco (emoticono sonrisa complice).
En los últimos quince años, inaugurados los grandes museos, la apuesta de investigación arqueológica y recuperación urbana en Cartagena ha sido la colina del Molinete. ¿Quién lo hubiera imaginado? Debajo de aquel barrio degradado se ocultaban restos arqueológicos magníficos que una nueva generación de arqueólogos y restauradores ha sabido sacar de nuevo a la luz. Cada verano, bajo un calor sofocante, María Jose Madrid y el profesor Jose Miguel Noguera, al frente de un equipo amplio de profesionales, nos han enseñado nuevos hallazgos de edificios que parecían sacados de un manual, con pinturas murales de calidad pompeyana restauradas con una técnica y una delicadeza absolutas, y por supuesto también toneladas de materiales arqueológicos limpiados, siglados, catalogados, dibujados y estudiados fragmento a fragmento. Literalmente. Y todas esas excavaciones se han convertido ya en un fantástico Parque Arqueológico, premiado y reconocido.
Y por eso ahora les escribo desde la incredulidad. Leemos en la prensa digital noticias de una especie de acusación demencial sobre que los trabajos en el Molinete han destruido y no han tenido en cuenta los restos supuestos del palacio cartaginés de Asdrúbal citado por Polibio. Tal cosa, se lo digo con toda sinceridad, nos parece un absoluto sinsentido. En Arqueología, como en cualquier otra ciencia, trabajamos a partir de evidencias concretas, no sobre supuestos y suposiciones. Y mucho menos sobre ensoñaciones interesadas. Las diga quien las diga.
Por favor ciudadanos de Cartagena, disfruten ustedes de su nuevo Museo Foro Romano. Molinete, creo que a punto de inaugurarse, y del soberbio parque arqueológico que le rodeará. Suban a la Concepción para admirar su ciudad y siéntanse orgullosos. Sobre la antigua Carthago Nova se ha trabajado y se está trabajando muy bien.
Rivalis dixit.
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