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Se escucha en 'Señor Ruiseñor', lo último de Joglars: «Según los neuropaleontólogos, el cráneo catalán tiene el lóbulo frontal más desarrollado, favoreciendo así, una mayor capacidad craneana respecto a nuestros vecinos». Y también: «¡En la nueva república catalana podremos viajar más porqué habrá mucho más ... espacio entre asientos en los aviones!». Cachondeo. Neurosis. Puta locura y puro teatro, Joglars estará hoy –21.00 horas– y mañana –19.00 horas– en el Romea de Murcia para ofrecer su nuevo montaje, centrado en la figura de Santiago Rusiñol (1861-1931). Rusiñol, nacido en el seno de la burguesía catalana, y que simboliza, según Ramón Fontseré, actor y director de la compañía, tras el adiós de Albert Boadella, y también responsable de la dramaturgia del espectáculo, en colaboración con Dolors Taneu y Alberto Castrillo-Ferrer, «una personalidad intensa y compleja, con una visión melancólica, amarga y desencantada de la vida». Estamos ante «un hombre dotado de un gran talento personal que deriva en la pintura y cuya obra figura en las más prestigiosas colecciones. También alcanza gran notoriedad como dramaturgo, escritor y poeta». En su opinión, «su carácter ingenioso y cosmopolita hace de él un referente de lo que los españoles consideran la Cataluña cívica, culta y abierta al mundo».
Con 'Señor Ruiseñor', Joglars quiere «reflexionar sobre la destrucción de unos conceptos de vida libre, conceptos que no han sido sustituidos en la actualidad. En Cataluña se ha arrancado o falseado el pasado y de esta manera se ha podido configurar un orden inventado. Solo se utiliza la parte de conocimiento y de tradición que conviene para contar un relato sesgado». Para la compañía catalana, «Rusiñol es la antítesis de este mundo: este artista de carácter ingenioso y cosmopolita representa la inducción a la vida alegre y sensual, el gusto por la belleza, la sutileza y el conocimiento. Santiago Rusiñol, como dijo Josep Pla, fue un destructor de fanáticos que representó una sociedad de ciudadanos holgados y juiciosos a orillas del Mediterráneo».
Sobre el escenario, «vemos como un jardinero de Parques y Jardines debe dejar el trabajo por culpa del reuma y es ubicado en el Museo Rusiñol, donde hará de Rusiñol presentando las visitas teatralizadas del Museo. Pero al cabo de un tiempo, cuando él se ha enamorado del pintor, deciden transformar el Museo Rusiñol en el Museo de la Identidad». Y a partir de aquí «se crea un conflicto entre los dos mundos: el de Rusiñol y el de los que defienden la identidad, a los que llamamos bárbaros». La obra es, según Fontseré, «una reivindicación del arte como patria universal, a partir de Rusiñol, contra las patrias identitarias».
Quede claro: es verdad que aciertan los de Joglars –¡benditos sean los cómicos como manda la Virgen de Montserrat, alias 'la Moreneta': valientes y apasionados!–, hasta en el arropamiento musical de sus espectáculos, siempre tan exigentemente cuidados, con precisión y mimo, hasta el detalle: depurados, elegantes y representados con un altísimo nivel interpretativo; total, nada nuevo bajo el sol: a Joglars, antes con Boadella y ahora sin él, los conocemos bien, los respetamos, los admiramos y, como es lógico, es que no te apetece lo más mínimo perderte cada nuevo montaje que vayan estrenando. Vamos, ni a mí, ni al numeroso público que les ovaciona fielmente desde hace años en todos los teatros de la Región.
'Señor Ruiseñor', nada más arrancar, propone el disfrute de la composición coral de 'Dónde va la alegría', de la zarzuela 'Doña Francisquita', de Amedeo Vives, que ya les digo yo a todos ustedes que no la escucharán, ni en sueños, en un mitin de Quim Torra o Carles Puigdemont, tanto monta, monta tanto el desquicie ideológico y la falta trepidante de, además de sentido común, sentido de la responsabilidad, dicho todo ello sin el menor deseo de que me tapen la boca con ningún lazo amarillo.
Lo de Ruiseñor es por Santiago Rusiñol; ay, esos hermosos jardines suyos de esa España que algunos muchos se empeñan en seguir dividiendo en dos, mientras que los independentistas catalanes en lo que se empeñan es en ver si cuanto antes mejor la mandan a tomar por saco, o a tomar viento fresco, o directamente a freír monas. Rusiñol, que amaba por encima de todas las cosas la virtud, la verdad y la belleza, es, sin duda, un referente de «una Cataluña cívica, culta y abierta al mundo», a la que hoy tanto echamos de menos.
Le lleva pasado mucho bendito tiempo a Joglars: se le va 'la olla', se le va 'la pinza', se le salen 'de madre' las ideas y se le dispara el agudo ingenio, porque a Joglars le brotan el ingenio y el puro teatro por los cuatro costados y por el verbo incisivo, demoledor, radical, disparatado. Y, claro, el resultado de ese estado febril de puro teatro, cocinado con cinismo, crítica ácida, esperpento en grandes cantidades, ironía fresca del día, guasa para detener un Talgo y mucha picardía bien distribuida, encandila al público.
Joglars nunca decepciona: demuestra su veteranía espléndida y su envidiable madurez, su perfección técnica, su grandeza actoral, su ejemplar respeto por el espectador. Viendo 'Señor Ruiseñor', qué claro que queda, y con cuanto ingenio, buen humor, frescura, desparpajo, astucia y magia teatral desplegada durante toda la función, que las patrias identitarias lo que suponen es un retroceso en los avances civilizatorios de la Humanidad, por no decir de un modo más coloquial, dado que uno es un caballero, que son un coñazo, un peligro, una sombra amenazante y, como me dijo una vez con mucha preocupación el filósofo Julián Marías, suicidas. «Los nacionalismos son suicidas», fueron sus palabras exactas. Rusiñol es una figura que sirve a Joglars para, con respecto a los mundos de Yupi en torno a la «república catalana», desnudar la realidad: desde las manipuladas mentiras oficiales consumidas por la población y el falseamiento de la Historia, hasta caer en la espesura del ridículo.
–¿Teatro para qué?
–Nace de la necesidad del hombre de expresarse, de reflexionar, de divertirse y de desafiar al poder y a los dioses. El escenario es un lugar supremo de libertad, aunque duela, en el que el teatro se convierte en lúcido, lúdico y cruel espejo que refleja la realidad. Aristófanes, veinticinco siglos atrás, hacía algo parecido a Joglars. Él también se inspiraba en una realidad que le envolvía, en las peripecias de la sociedad de su época.
–¿Qué distingue a Joglars?
–Tenemos un sistema antitrágico de plantear los temas; somos antitrágicos, empleamos el humor y la ironía porque, como decía Albert [Boadella], creemos que es la manera más civilizada de expresar la tragedia o lo tragicómicio. Y entendemos este oficio como entrega y juego; hacemos teatro, con toda la ilusión y toda la pasión, porque nos divierte.
Joglars, cuenta Fontseré, tiene su sede en una cúpula de poliéster situada al lado de la iglesia y cementerio de Pruit. En una colina elevada desde la cual se divisa en las cuatro direcciones el entrono mágico del Collsacabra. Como no se aguanta con ningún elemento de sustentación, la cúpula permite un espacio redondo, totalmente limpio, sin ninguna orientación privilegiada, lo que configura un correlativo espacial al método de trabajo, que tampoco no empieza con direcciones marcadas. La cúpula es un vacío como un vientre creativo preñado de posibilidades que irán surgiendo de la improvisación de los actores.
–¿Qué le resulta admirable de Rusiñol?
–Su vida de ciudadano magnífico, divertido, abierto y, también, su pasión por el arte. Él muere en Aranjuez con los pinceles en la mano. Me gusta mucho que dijese que era un hombre sin calvario. Cuando le querían hacer un homenaje, él decía que mejor no, que no los necesitaba porque era un hombre sin calvario, un hombre que logró todo lo que había deseado. Se pasó la vida divirtiéndose, que es algo a lo que yo también aspiro, y mis compañeros lo mismo. Me gustan las giras por la caña después de la función, por las cenas, por las comidas, por reencontrarme con amigos; nos divertimos dentro y fuera del escenario.
–Explíqueme por qué el independentismo catalán ha logrado hacerse tan fuerte.
–No nos engañemos: se trata del 'todo por la pasta'. Hay unas élites oligárquicas que quieren mantener el poder, ¡la pasta!, a toda costa. Y han conseguido metérsela doblada a Madrid. No olvidemos que, por ejemplo, [Jordi] Pujol fue declarado 'español del año' por 'ABC' [en 1984]. También es cierto que los Gobiernos de la nación se dejaban engañar porque les daban los votos para mantener la poltrona. Aquí, lo que está en juego es mantener los privilegios; y, sobre todo, el poder económico. Por otro lado, los independentistas tienen unos argumentos fantásticos: el de un pueblo que hubiera podido ser y no ha sido, y el de la utopía de un futuro fantástico. Dos argumentos que se se venden como rosquillas y que han ganado la batalla del relato. Pero espero, y deseo, que Europa se mantenga fuerte en defender a los Estados con una Constitución democrática, magnífica y potente como es la española.
–¿Esperanzado con el actual Gobierno de coalición?
–Lo observo con mucho escepticismo; es una jugada para mantener, también, el poder a toda costa. Yo era partidario de la gran coalición para el bien del país, para que realmente todos los españoles estuviéramos representados, pero esta coalición de izquierdas no me produce tranquilidad en absoluto. Se hubiera podido hacer realidad, por primera vez en la Historia de España, que la izquierda y la derecha pactaran por el bien del país.
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