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MARIA PURA MORENO MORENO
Lunes, 27 de abril 2020, 21:46
En su libro 'El Barón rampante' (Siruela,1998), Italo Calvino cuenta la historia de Cosimo Piovasco di Rondò que, a la edad de doce años, ... se rebeló contra la autoridad paterna encaramándose a una encina para habitar en las ramas de los árboles, sin volver a pisar tierra.
¿Se imaginan? Vivir sin caminar por la ciudad, sin casa, y siendo testigo de su tiempo desde un confinamiento elevado y voluntario.
Una situación diferente a nuestra realidad actual, acatada para contribuir a salvarnos colectivamente de un virus global. Un acontecimiento que está provocando la improvisación en los modos de trabajar, de relacionarnos y de ocupar –o no– el espacio que habitamos.
Uno de esos cambios ha sido la incorporación del imperativo «cuídate» en nuestras despedidas virtuales, reclamándonos prevención sanitaria. Una acción –la de cuidar– que remite a nuestra asistencia a los más cercanos y, por tanto, a la riqueza invisible aportada por quienes la socióloga M. A. Durán denomina el 'cuidotariado'.
La emoción de ese «cuídate» se combina estos días con la celebración del conocimiento experto, y con el cuestionamiento sobre la utilidad de otras disciplinas en esta pandemia. El aplauso a sanitarios, científicos o sector primariopor su labor elevada merecidamente a la categoría de «esencial» plantea interrogantes respecto al papel de otros trabajos. Formulemos algunos que nos atañen a los arquitectos.
¿Puede la arquitectura cuidar a sus usuarios? ¿Debería el cuidado asumirse como objetivo del proyecto? ¿Cómo rehabilitar ciudades, barrios, edificios o viviendas, para cuidar mejor en futuras pandemias o en la esperada nueva cotidianidad?
Las respuestas a estas cuestiones, a lo largo de las civilizaciones, procedían de la reinterpretación de experiencias precedentes, y abarcaban desde la escala territorial a la doméstica.
En nuestra latitud mediterránea, por ejemplo, los constructores nos cuidaban ofreciendo espacios de transición, alpendes de sombra, patios, huecos con celosías que tamizaban el sol, o paramentos claros que reflectaban el calor. Unos mecanismos vernáculos que, diferentes a los de otros contextos y climatologías, siguen revelando sabiduría termodinámica, formal y material.
Ese cuidado doméstico se extendía al urbanismo en normas que han conformado nuestras ciudades: dimensión de calles y altura de edificios convenientes para el buen soleamiento, saneamiento higienista, proporciones de patios o huecos para adecuada ventilación, normas de accesibilidad universal, rangos de edificabilidades eficientes etc... Actualmente dichos factores siguen repensándose con la incorporación de parámetros nuevos: eficiencia energética, tecnología digital, perspectiva de género o fomento de recursos acordes a una economía circular y armónica con el cuidado del planeta.
El confinamiento actual está hibridando la vida 'off-line' y 'on-line' mostrándonos sin pudor los improvisados usos de los interiores domésticos. Y nosotros confinados en pantallas, desde una perspectiva diferente –tal que Cosimo desde los árboles– estamos tomando acta de que la casa está siendo refugio y, de momento, la única vacuna contra el virus, mientras los balcones reaparecen como termómetros del ánimo colectivo. Y estamos comprobando la desigualdad de soportar este encierro en según qué emplazamiento, qué vivienda –colectiva o unifamiliar– y con qué cantidad de superficie, calidad de espacio, iluminación, materialidad, tecnología o incluso mobiliario.
Todo este repositorio de datos nos apela a los arquitectos a reflexionar sobre los usos domésticos y comunitarios más próximos –azoteas, espacios comunes, barrio, ciudad–. Aprovechemos esta experiencia para aprender y aportar con nuestro conocimiento esa riqueza invisible que es la buena y adecuada arquitectura. Solo así, y bajo la premisa de fomentar la solidaridad orgánica de la división del trabajo (Durkheim), podremos seguir transmitiendo que la arquitectura también es esencial. Y puede y debe cuidar.
María Pura Moreno Moreno es Doctora Arquitecta. Graduada en Sociología. Profesora de Proyectos Arquitectónicos. Universidad Politécnica de Cartagena
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