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Corea del Norte
Martes, 27 de Febrero 2024, 17:06h
Tiempo de lectura: 9 min
Siti Aisyah había llegado a Kuala Lumpur en 2012 en busca de un futuro mejor. Cinco años después estaba empleada en el hotel Flamingo como masajista, al menos oficialmente. En realidad era prostituta.
Un día de 2017, al acabar la jornada, fue a un club nocturno en busca de clientes adicionales. No tuvo suerte. Descorazonada, se sentó en la acera. Un taxista al que conocía, John, se acercó a hablar con ella. Un conocido suyo andaba buscando chicas para que participaran en un vídeo. ¿Le interesaba? «Siti dijo que sí. Y su vida nunca volverá a ser la misma».
Así lo cuenta Ryan White, el director de Assassins, el documental que narra la historia de dos asesinas improbables, las jóvenes que acabaron con la vida de Kim Jong-nam, el hermano del Líder Supremo de Corea del Norte, en el aeropuerto internacional de Kuala Lumpur.
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El plan era más que audaz y quedó grabado en las cámaras del aeropuerto: dos chicas se acercan por detrás a Kim Jong-nam y le restriegan una sustancia en la cara, un producto que más tarde resultó ser el tóxico nervioso más mortífero que existe.
El asesinato acaparó titulares. Las imágenes de las cámaras de seguridad no tardaron en hacerse virales. Una de las mujeres, vestida con vaqueros y camiseta gris, surge de una columna y avanza hacia la víctima, frota la sustancia contra su piel y se marcha. Un momento más tarde, la segunda mujer, ataviada con una sudadera con la leyenda 'LOL', se planta tras el norcoreano y hace otro tanto. Luego se encamina a los servicios.
En otro vídeo, Kim Jong-nam cojea de forma visible mientras se dirige al centro médico del aeropuerto. Veinte minutos después está muerto.
Las primeras sospechas sobre quién estaba detrás del crimen recayeron en Kim Jong-un. En los días posteriores, el episodio cobró tintes aún más siniestros. No solo era la primera vez que Corea del Norte utilizaba armamento químico, sino que, además, parecía evidente que las dos asesinas habían sido utilizadas como carne de cañón. A la Policía le resultó fácil detener a la indonesia Siti Aisyah, de 25 años, y a la vietnamita Doan Thi Huong, camarera de 28 años. En ningún momento trataron de esconderse. Aunque no se conocían entre sí, ambas aseguraban que lo que habían hecho formaba parte de una broma grabada para un programa de televisión. Estaban trabajando para una productora japonesa, dijeron.
Cuando el embajador indonesio visitó a su compatriota en la cárcel, Siti aún pensaba que su llegada formaba parte del bromazo televisivo.
Ahora se sabe que en el aeropuerto se encontraban cuatro norcoreanos con la misión de monitorizar el operativo. Una vez culminada la operación, los cuatro se cambiaron de ropa, cruzaron los controles de migración y se subieron a un avión.
Los medios de Corea del Sur publicaron la noticia al día siguiente, y se desató una crisis diplomática. En Kuala Lumpur, la Policía registró la casa de un químico norcoreano llamado Ri Jong Chol, sospechoso de haber fabricado el agente nervioso. En respuesta, el Gobierno norcoreano prohibió salir de su territorio a cinco ciudadanos malayos, de la noche a la mañana convertidos en rehenes. «Es una combinación fascinante», observa Jessica Hargrave, productora de Assassins. «Lo sucedido implicaba a cuatro gobiernos: el asesinato de un norcoreano cometido en Malasia por una indonesia y una vietnamita».
El sospechoso número uno, el químico Ri Jong Chol, salió enseguida de Malasia. Durante las semanas posteriores lo siguieron otros tres sospechosos, con el permiso de las autoridades… A cambio de que el Gobierno de Corea del Norte accediese a que los ciudadanos malayos retenidos pudieran abandonar el país.
Ahora, todos los ojos se centraban en las dos mujeres detenidas. ¿Quiénes eran? Y lo principal: ¿eran conscientes de lo que estaban haciendo? Las consecuencias podían ser terribles. La legislación malaya castiga el asesinato con la pena de muerte. De ser encontradas culpables, acabarían en la horca.
Nacida en 1992, Siti Aisyah creció en un pequeño pueblo de Indonesia. De niña trabajó en una fábrica clandestina en condiciones de explotación laboral. Pasado un tiempo se casó con el hijo del propietario, con quien tuvo un hijo. Siti tenía 17 años. En 2012 se divorciaron. Siti dejó al pequeño con la familia de su exmarido y emigró a Kuala Lumpur con intención de prosperar. Pero acabó prostituyéndose y en 2017 siendo reclutada por un taxista, John, para lo que ella creía era un programa de bromas en televisión.
John le presentó a un tal James, un norcoreano que fingía ser japonés y productor de un programa de cámara oculta. En su primer encuentro le pidió que hiciera una broma ante la cámara: embadurnar a una mujer con aceite para bebés. Le pagó 96 dólares. A lo largo del mes siguiente, Siti participó en otros bolos por el estilo. «Gansadas», decía James. En febrero, ella y «el señor Chang» –quien había reemplazado a James– comenzaron a «ensayar» con personas en el aeropuerto de Kuala Lumpur.
Doan fue reclutada de forma más elaborada. Originaria de Vietnam, su padre era campesino. Ella estudió contabilidad en Hanói, pero no encontró empleo como contable y se puso a trabajar de camarera, con el sueño de ser actriz. Llegó a salir brevemente en el programa Vietnam idol.
Según declaró a la Policía, un amigo la llamó para preguntarle si le interesaría aparecer en «un vídeo de cachondeo». Se dirigió a un bar de Hanói donde habló con un tal «señor Y». Este preguntó cuánto le cobraría por un mes de trabajo. «Respondí que mil dólares, pensando que era demasiado». Pero accedieron. El resultado fue que viajó a distintas ciudades, en las que estuvo ensayando «gansadas».
La víspera del asesinato, Siti celebró su vigésimo quinto cumpleaños en el Hard Rock Café de Kuala Lumpur. Doan, mientras tanto, pasaba la noche en un hotel próximo al aeropuerto. Una de las cámaras de seguridad la grabó con un gigantesco oso de peluche en brazos: se lo habían dado para que fuera ensayando con él. Al día siguiente, 13 de febrero, Siti se reunió con el señor Chang en una cafetería del aeropuerto. Su interlocutor explicó que otra mujer iba a sumarse a la broma del día. Le indicó que apartara la vista un momento y procedió a aplicarle una sustancia oleaginosa en las manos. A continuación señaló a un hombre que se hallaba en el vestíbulo. Kim Jong-nam. Siti fue hacia él y le cubrió la cara con las manos. Un momento después, Doan hizo lo mismo que ella.
Las grabaciones de seguridad muestran que ambas mujeres se dirigieron a los servicios por separado, agitando las manos ligeramente, como si no quisieran tocar nada. La hipótesis es que lo que aplicaron a Kim Jong-nam en la cara era una versión modificada del agente nervioso VX, una versión disgregada encompuestos diferentes que tan solo resultaba efectiva al unirse y mezclarse otra vez. Esto explicaría por qué Siti y Doan sobrevivieron al contacto con el producto químico.
Después del atentado, Siti volvió al Flamingo Hotel para trabajar. La Policía no tardó en detenerla. Doan fue detenida en el aeropuerto al día siguiente, donde el señor Chang la había vuelto a citar para practicar otra broma, aunque él no se presentó.
Siti y Doan desconocían quiénes eran Kim Jong-un y Kim Jong-nam. Eso sí, tanto la una como la otra contaron con abogados de prestigio contratados por sus gobiernos nacionales respectivos, unos letrados que sacaron a relucir multitud de indicios que hablaban de la inocencia de sus clientes. Por ejemplo, millares de mensajes de texto sin la menor indicación de que tuvieran conocimiento del asesinato.
Sin embargo, las cosas no pintaban bien cuando el juicio comenzó, en octubre de 2017. La Fiscalía no estaba interesada en investigar a quienes denominaba «los otros cuatro sospechosos» que habían «adiestrado» a las acusadas.
Fue ese panorama, la posibilidad de que las dos mujeres fuesen condenadas, lo que decidió a los directores del documental para comenzar su producción. Y ellos fueron los primeros sorprendidos por cómo se desarrolló el juicio. «Ni por asomo sospechábamos lo que iba a pasar. Nos quedamos con la boca abierta», explica White, el director de la película.
Una vez formulado el alegato de la Fiscalía, el juez tenía dos opciones: absolver a las acusadas o escuchar los argumentos de la defensa. Sus comentarios sobre el caso venían a indicar que personalmente las consideraba culpables de asesinato. «Es un juez muy respetado», dice White. «Pero el caso tenía una clara vertiente política. Lo sucedido en suelo nacional suponía una humillación para el Gobierno malayo. No podían dejar que un asesinato político cometido en un aeropuerto bajo su jurisdicción quedara impune. Alguien tenía que pagar por lo sucedido».
El juez optó por escuchar a las defensas, pero la vista se fue prolongando, con varios aplazamientos. Por fin iba a reanudarse a comienzos de 2019. Y, de repente y sin previo aviso, la Fiscalía pidió que fueran retirados los cargos contra Siti Aisyah.
No dieron ninguna explicación. Siti fue puesta en libertad y no tardó en estar a bordo de un avión con rumbo a Yakarta. Por lo visto, el Gobierno de Indonesia había presionado al Ejecutivo malayo para lograr su liberación.
A esas alturas, las mujeres llevaban dos años encarceladas y se habían hecho amigas, eran vecinas de celda. Tras la puesta en libertad de su amiga, Doan se encontró tan sola como traumatizada. Su abogado solicitó el aplazamiento de la vista.
Y, en abril, otra sorpresa: la acusación de asesinato contra Doan fue retirada. El cargo ahora simplemente era de lesiones, del que Doan se declaró culpable. ¿Las razones? Pues también la negociación de su Gobierno, pero Vietnam tiene una estrecha relación con Corea del Norte; por eso, su caso se resolvió más tarde. Doan fue liberada el 3 de mayo de 2019.
La película muestra su llegada al aeropuerto de Hanói: con gafas de sol y los labios pintados, entre un enjambre de fotógrafos. «¿Y ahora qué planes tiene?», pregunta alguien. «Estoy pensando en dedicarme a actuar», responde ella. «En ser actriz».
Los otros cuatro sospechosos de los que se habló en el juicio siguen en paradero desconocido. No mucho después del atentado, el químico Ri Jong Chol fue visto cantando en un karaoke en China.