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Ocurrió hace exactamente un año. El sol se proyectaba en el mar, los veleros y trasatlánticos se observaban con cuidado en mitad de unas aguas impasibles, nuestros rostros estaban cubiertos, nuestros cuerpos estaban separados, el miedo seguía tiritando a nuestro alrededor, la incertidumbre desvestía el ... porvenir y el shock se iba transformando con paso lento pero firme en algo parecido a la aceptación. Todo había cambiado, eso es innegable, pero La Mar de Músicas continuaba viento en popa, firme contra el torbellino de riesgos asumidos, decidida en su travesía por el camino de relojes enamorados de los cambios de última hora, inmensa en su habilidad para aislarnos de ese tremendo ruido que en ocasiones se confunde con el silencio a través del arte. Y ahí estábamos, un 20 de julio de 2021, sentados en el Real Club de Regatas, dispuestos a descubrir la propuesta artística de un trío de jóvenes artistas gallegas llamadas Olaia Maneiro, Aida Tarrío y Sabela Maneiro. Aquel mediodía, con el calor atravesando la carne y la sombra elevada a la condición de bien más preciados, un pequeño grupo de personas vimos y escuchamos por primera vez a Tanxugueiras. Y caímos rendidos a sus pies.
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Artistas: Franvvi/Sandro Reyes/Las Migas/La M.O.D.A./Tanxugueiras
Dónde y cuándo: Real Club de Regatas/Plaza del Ayuntamiento/Patio del Antiguo CIM/Paseo del puerto, junto a El Batel
Calificación: Bueno/Correcto/Sobresaliente/Muy bueno/Notable
Eran puro desparpajo y frescura en la interacción, tanto entre ellas como con el público, y su música desprendía un entusiasmo, nervio y entrega a prueba de horarios. Cantaban con devoción a la tradición de su Galicia natal, armadas con instrumentos de percusión que se erigían como el más bonito de los atajos hacia el corazón de la canción popular de la tierra que las vio nacer. Fue un concierto tan breve como intenso donde quedó claro que había potencial de sobra para que el proyecto creciera con fuerza. Lo que nunca pudimos esperar, y quien diga lo contrario sabe que anda más cerca de la mentira que de la medalla, es que el estallido sucediera de un modo tan fulminante. Así, doce meses después de aquello, y tras el evidente punto de inflexión que supuso su comentadísimo paso por el Benidorm Fest, triunfal evento musical y televisivo que casi les convierte en las representantes españolas del último Eurovisión, Tanxugueiras regresaban a La Mar de Músicas cambiando el escenario más pequeño del festival por el paseo de un puerto que se les quedó pequeño.
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Coreadas por un numerosísimo público, las gallegas demostraron una seguridad escénica admirable, manteniendo intacta tanto su complicidad y química sobre las tablas como el talento musical que hizo de ellas uno de los más valiosos descubrimientos de la pasada edición del festival. 'Averno', 'Desposorio', 'Cambia todo', en la que compartieron escenario y micrófono con el gran Muerdo, la tremenda 'Seghadoras', y 'Terra' fueron los temas más celebrados en un concierto que, además de puro gozo, fue un impulso para reflexionar sobre cómo hemos cambiado.
Y si alguien piensa que después de la actuación de las gallegas el ambiente sufrió algo parecido a una bajada de tensión es porque no conoce cómo se las gastan los miembros de La M.O.D.A. y su parroquia de fieles. La teoría está clara: interpretar, sentir, vivir, defender y corear cada canción como si se tratara de la última y la vida te fuera en ello. Y la forma en la que el conjunto de asistentes a su concierto la puso en práctica fue atronadora de inicio a fin. Salvo el inicio con 'Un lunes' y 'La molinera', los únicos instantes más o menos parecidos a un respiro, la banda burgalesa funcionó con sus ya características maneras de apisonadora de directo, edificando así una carta de amor y pasión hacia la grandilocuencia y la épica más desatada con temas de contrastada eficacia como '1932', '¿Quién nos va a salvar', la sobresaliente 'Miraflores', 'PRMVR' o la indispensable 'Héroes del sábado', momento de ferviente comunión. En resumen, uno de esos conciertos que parecen vivir en un permanente estado de vibración con forma de inicio y desenlace.
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Y hablando de finales, ojalá no hubiera llegado nunca el del extraordinario concierto de Las Migas en el Patio del Antiguo CIM. Radiantes desde el primer minuto, la banda conquistó (y mucho) con su representativo lenguaje de reinvención musical desde la tradición, de mestizaje y cercanía, de armonías orgánicas y estribillos para tararear con la sonrisa pegada al rostro. Brilló la voz de una pletórica Carolina Fernández, latieron con arte las guitarras de Marta Robles y Alicia Grillo, inolvidable su diálogo instrumental en 'Asturias', y, sobre todo, cautivó la destreza de Laura Pacios para ubicar las notas de su violín siempre en el momento y espacio justos. Repleta de momentos memorables como el arreón country de la fabulosa 'El querer de una morena', el romanticismo embriagador de 'Milonga del corazón', la grandeza de 'Tangos de la Repompa' o el aura mágica de 'El mar', la velada con Las Migas se sitúa con firmeza entre lo mejor de esta edición de La Mar.
El nuevo proyecto musical del artista cartagenero Francisco Vicente Conesa, el cual se escribe desde el colchón del pop/rock adolescente de finales de los noventa e inicios de este sacudido siglo XXI, logró una ardiente conexión con la gente en el primer concierto de la jornada. Una especie de regreso al futuro de la adolescencia donde Conesa y su banda se sumergieron con efusividad en un repertorio de melodías tan urgentes como disfrutables donde destacan 'Bollikao', 'Por verte bailar' y 'No estoy'. Un directo trepidante anclado sobre los pilares de una entrega a prueba de sudor y un conjunto de canciones que uno imagina escuchando en su Walkman mientras suda romances y llora desamores de verano.
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En el caso de Sandro Reyes, bueno, no hay más que señalar el título de su espectáculo, 'Fiesta de la bachata', para entender el objetivo principal del mismo. Una meta que el artista y sus músicos alcanzaron con ritmo y solvencia, contando además con la valiosa complicidad de un público que participó activamente en la conversión de la ciudad portuaria en todo un bachetódromo. Puede que el recuerdo musical que dejó Reyes no sea especialmente duradero, pero aprendimos algunos pasos nuevos para (intentar) poner en práctica de cara a su siguiente visita. Quizá si regresa en la próxima edición seamos expertos bailarines de bachata, que un año da para mucho. Y si no que se lo preguntan a las Tanxugueiras.
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