Pedro Sánchez encaja las severas críticas -de la derecha, pero también de sus algunos de sus socios de izquierda y del socialista Emiliano García-Page- ... a su pacto con Junts para delegar competencias migratorias a Cataluña con su escudo argumental recurrente al encarar todo lo que tiene que ver con la situación catalana: que sus acuerdos alimentan «la normalización». A partir de ahí, en la rueda de prensa ofrecida casi a medianoche del jueves al viernes en Bruselas, el presidente se acogió al socorrido mantra del «partido a partido» para encarar una negociación bajo la amenaza de que el plan encalle en el Congreso. Y envió un recado a Podemos, por su negativa a avalarlo -los morados lo creen «racista»- cuando defiende el Estado plurinacional.
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Sánchez siguió este jueves en la distancia la diatriba sobre su última alianza con Junts. Nadie dudaba de que el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, el único barón socialista crítico con las cesiones a los independentistas de Pedro Sánchez, no tardaría en elevar la voz en contra del acuerdo suscrito por su partido con Junts para delegar a Cataluña las competencias de inmigración. Y no solo ha sido así, sino incluso con mayor rotundidad que ante otras discrepancias precedentes. García-Page esgrime argumentos similares a los que utiliza el PP y reproches parecidos a los lanzados por Podemos y otras formaciones de la izquierda para denostar el contenido del pacto por «racista». Fuerzas que, tras el desmarque de Compromís -que votará 'no' a la proposición de ley en el Congreso-, agudizan el disenso dentro de Sumar y la fractura con los socialistas.
García-Page había argumentado horas antes, en un foro celebrado en Toledo, que el acuerdo no solo es reprobable porque favorece la «competencia identitaria», sino porque alimenta la «competencia contra los inmigrantes». «En este país hemos llegado a un punto de sectarismo y de cainismo verdaderamente increíble. ¡Y alguien encima quiere celebrar el comienzo de la Transición política!», llegó a ironizar, en alusión a la conmemoración por el Gobierno de los 50 años de la muerte de Franco.
«La realidad es que no se puede pactar lo que se está pactando sin vender tus valores y sin caer en la hipocresía de haber hecho lo contrario de lo prometido» en el programa electoral, recriminó, antes de recalcar que alguien que se considere de izquierdas «no puede tragar con una realidad que es el mejor Torra, el mejor Puigdemont», dos xenófobos, a sus ojos.
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El presidente castellanomanchego dio por hecho que la dirección de su partido lo acusará de hacer el juego a la oposición. Pero incidió en que su objetivo es seguir trabajando para que los socialistas desconcertados puedan vislumbrar un PSOE «reconocible». «Que no me vengan con cuentos chinos de muros frente al trumpismo, frente a la extrema derecha, sobre todo cuando se está pactando con la peor», zahirió.
A su juicio, Puigdemont «tiene razón» cuando interpreta que se ceden a Cataluña «competencias propias de un Estado». Pero rechazó enredarse en el debate de si se trata de una norma constitucional o no, insinuando que el actual Tribunal Constitucional determinará lo que convenga a Sánchez. Pero también porque no cree que sea lo más relevante en este caso.«Es que la mayoría de las políticas de Vox entrarían en la Constitución, porque la Constitución española es incluyente», remarcó. «Por consiguiente, yo lo que discuto como izquierda es que puede ser constitucional y puede ser al mismo tiempo muy de extrema derecha». Como guinda, vaticinó que a los socialistas les irá mal por este camino y censuró que, tras «la carambola» del 23-J, «se estén tomando decisiones que requerirían escuchar a la gente».
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García-Page añadió contundencia al malestar creciente que supura ya la izquierda a la izquierda del PSOE. Y dentro de ella, en Sumar. La dirección no ha comprometido aún su voto en el Congreso, los comunes hacen equilibrios para no perder pie en una Cataluña donde la reivindicación de mayores cotas de autogobierno es mayoritaria, IU recela por el discurso con que Junts envuelve el pacto y Compromís ha dejado sentado ya que votarán en contra. Y todo ello, mientras Junts reitera a Yolanda Díaz que le tumbará la reducción de la jornada laboral y sigue enzarzándose con Podemos. «Deberían dejar de quejarse por todo y hacer propuestas», reprochó a los morados Míriam Nogueras. «Propuesta número uno: no ser racistas», le replicó en X Ione Belarra.
Entretanto, los socialistas intentan apagar otro incendio, este por la interpretación que hacen los de Puigdemont de que este acuerdo avala que se exija el conocimiento del catalán para conceder a los inmigrantes los permisos de residencia. Algo que desmienten los ministros Félix Bolaños y Elma Saiz: «No contiene ningún requisito en referencia a la lengua».
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