![Traslado de una vivienda de Arquitectura Modular.](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202102/27/media/cortadas/am8-kunE-U130658760683ZDC-1968x1216@La%20Verdad.jpg)
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Las circunstancias personales determinan las prioridades de las familias a la hora de buscar un nuevo hogar. Hay que decidir entre escoger la ubicación, el espacio construido y, por supuesto, el precio, pues el mercado cada vez exige más esfuerzo a los compradores. Pero en la actualidad no solo se tienen en cuenta estas variables, sino que se valoran también otras características. Por ejemplo, eficiencia energética, para aliviar las facturas de la luz, y que sea sostenible, debido a la concienciación por el cambio climático. Pero el golpe de efecto para este cambio de paradigma lo ha marcado la pandemia del coronavirus.
La Covid-19 encerró a los ciudadanos en sus pisos durante meses. Miles de personas se vieron atrapadas en pequeñas viviendas, a veces sin balcones o terrazas donde poder tomar el aire, y el miedo a un nuevo confinamiento ha intensificado el deseo de espacios abiertos. Ante tantas preocupaciones, las viviendas modulares y prefabricadas emergen como una solución a todos esos requisitos. Sus precios oscilan desde 25.000 euros para una casa de 60 metros cuadrados hasta 130.000 para 180 m2 con porche o terraza, y cuentan con la virtud de estar disponibles en pocos meses desde su encargo.
«Prácticamente son todo ventajas», resume María José Peñalver, decana del Colegio de Arquitectos de la Región. «La sociedad todavía asocia este tipo de construcción a algo como de poco valor, cuando tiene mucho», subraya. Y no solo se elaboran con madera, sino que también se pueden componer de paneles de hormigón o metales, entre otros materiales. El sector está en continuo crecimiento desde hace varios años pero la pandemia ha catapultado las ventas de las empresas regionales. Todas las compañías consultadas por este periódico han experimentado un incremento de las ventas tras la irrupción de la Covid. «Ha habido un aumento de la demanda hasta el punto de que hemos tenido que ampliar 5.000 metros de nuestras instalaciones porque no dábamos a basto. Una locura», valora Antonia García, directora de ventas de Arquitectura Modular.
La principal diferencia con las viviendas convencionales no reside en la calidad, sino en el proceso de construcción: se configuran casi por completo en un taller o una fábrica y posteriormente se transportan con una grúa al lugar donde quedarán instaladas. En concreto, la arquitectura modular se basa en estructuras compuestas por bloques, una opción muy «flexible», apunta la decana del Colegio de Arquitectos. Y, por lo general, luego pueden volver a trasladarse a otro lugar.
Peñalver también destaca que «resulta más fácil llevar el control de calidad en estas edificaciones porque no están a expensas de factores climatológicos o de falta de seguridad. En un taller es mucho más fácil controlarlo». Además, los modelos que ofrecen los catálogos no son fijos, pues tanto el acabado exterior como el interior ofrecen distintas opciones para que las familias las personalicen a su gusto.
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La sociedad ya empieza a ser consciente de estas cualidades. «Desde hace dos años ha habido un cambio de tendencia en el cliente. Nosotros vendemos a toda España y el aumento se ha notado a todos los niveles», explica Antonia García. Arquitectura Modular se dedica a viviendas industrializadas, que fabrican en sus instalaciones de Librilla y se basan en el sistema constructivo 'quîckplâck'. El material se caracteriza por su aislamiento térmico, antisísmico y su funcionalidad como base de cualquier revestimiento.
La tendencia al alza se explica con experiencias como la de Ana María Luengo y su familia. El matrimonio, con dos hijos, ya tenía previsto cambiar de casa, pero ella señala que «era un proyecto a largo plazo». Tras pasar el confinamiento en su piso de la pedanía murciana de Los Garres, la idea «se aceleró». «Nos ha cambiado mucho el pensamiento, buscamos más espacio exterior. La pandemia no solo nos ha afectado a la salud, también psicológicamente».
Esta secuela emocional de la Covid no solo la sufre esta familia murciana. «Está produciendo problemas de depresión, ansiedad, estrés postraumático», sostiene Óscar Sánchez, psicólogo de la UMU que ha dirigido el estudio 'Resiliencia y Bienestar frente a la Covid-19'. Ese malestar guarda relación con la vivienda. Según la experiencia de Sánchez, su sensación «es que cuando las personas tenían una casa más amplia y con mayor espacio natural, les ayudaba» psicológicamente a soportar el confinamiento.
Otro informe, elaborado por investigadores españoles, ofrece una visión más concreta. Se titula 'Las consecuencias psicológicas de la Covid-19 y el confinamiento', y sus entrevistan revelan que la satisfacción con su vivienda fue claramente mayor entre los encuestados que disponían de zonas de esparcimiento como jardines y terrazas. En este contexto, muchos ciudadanos han recurrido a las viviendas modulares y prefabricadas por otra clave que apunta la directora de ventas de Arquitectura Modular: sus clientes buscan «sobre todo rapidez».
60 metros cuadrados. Ofertas desde 25.000 euros hasta 53.000 euros.
100 metros cuadrados. Entre 34.000 y 67.000 euros.
180 metros cuadrados. Desde 120.000 hasta 130.000 euros según si incluye porche o terraza.
En cambio, José Pérez se adelantó y evitó esta situación. Antes de la pandemia, su familia cambió su ático de El Palmar por una casa prefabricada en Alcantarilla. «Gracias a la vivienda, el confinamiento se ha hecho menos duro. Quitas el pago de la comunidad, no te limita a vivir en 80 metros cuadrados, y tienes los espacios exteriores, con tu piscina, tu césped. El cambio ha sido para mejor», dice sobre su compra a Madercas, una empresa de la pedanía murciana de Sangonera la Seca.
La pandemia ha provocado otro fenómeno relacionado que también ha beneficiado al sector. Los ciudadanos buscan espacios abiertos y, tras tantos meses de restricciones a la movilidad, también anhelan escapar de la ciudad. «Las casas de campo y de huerta han crecido un 15% o 20%», apunta Diego García, gerente de IMS Building. En Madercas han experimentado una situación parecida. La empresa ha recibido sobre todo a «gente de mediana edad o mayor que tenían un terreno y no sabían qué hacer con él», añade Yolanda Martínez, asesora. Muchos buscan una segunda vivienda, pero también «una opción por si vuelve a ocurrir un encierro».
En cuanto al aspecto económico, depende de los acabados, pero en ocasiones sí existen diferencias con respecto a las edificaciones convencionales. «Pedimos el mismo precio en obra tradicional a otras empresas y se duplicaba», dice José Pérez. El presupuesto con Madercas fue de 130.000 euros para una casa con dos plantas de 170 m2 más una terraza de 90. Por su parte, Arquitectura Modular cuenta con ofertas que van desde 36.600 € para casas de 40 m2 hasta 75.000 € para 90 m2. Y una especial de unos 125.000 para una casa de 180 m2 con porche. El rango de precios de IMS Building se mueve entre 700 € por m2 de la opción más básica hasta los 900 de la más completa.
Lo que sí comparten todas las compañías es la velocidad, pues se construyen en un periodo de entre dos y cinco meses. Y, por lo que cuentan los clientes, siempre cumplen plazos y presupuestos. «La verdad es que lo hicieron muy bien; estamos muy contentos. Nos dijeron cinco meses y no llegó ni a eso», recuerda el propietario de la casa de Alcantarilla.
Su vivienda es una construcción mixta: una estructura de madera con una terminación exterior de ladrillo y revestida con un porcelánico para evitar el mantenimiento. Era una opción diferente, innovadora, pero les convenció por «el sistema constructivo y el aislamiento térmico y acústico, que es brutal», resalta José Pérez.
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Esa es una de las características que marcan la diferencia. Otro caso, el de Raúl Pérez, es paradigmático. Él recurrió a IMS Building, ubicada en la pedanía murciana de Guadalupe, para ampliar su casa de campo en Abarán, ya que estas construcciones también son útiles para reformas. A un salón de 50 metros cuadrados le añadieron una estructura modular de 60. «Lo más confortable es el aislamiento. Estás dentro y no oyes nada de fuera», asegura. «Calienta en invierno y conserva el frescor en verano. Si todo fuera como la parte nueva se notaría bastante el ahorro energético. Hay por lo menos un par de grados de diferencia entre una zona y la otra».
El gerente de IMS Building sostiene que «el aislamiento mejora hasta un 50% con respecto a una construcción tradicional. Mantienen la temperatura y prácticamente no consumen nada». «La gente es consciente de que el gasto de luz es insoportable en España», añade Antonia García, de Arquitectura Modular. La eficiencia energética también es una de las prioridades de sus clientes.
Hay otro factor que completa la amplia paleta de bondades. Las viviendas prefabricadas y modulares encajan como un guante en una sociedad cada vez más concienciada por el cambio climático y el respeto del medio ambiente. Por lo general, los materiales que se utilizan son ecológicos, renovables, reciclables y biodegradables. Para la decana del Colegio de Arquitectos, la sostenibilidad es una de las claves: «Hay menos desperdicio de material, genera menos residuos y se utilizan de una manera más controlada porque no se fabrican en plena naturaleza». «Emiten muy poco porcentaje de CO2», añade la asesora de Madercas.
Los clientes sienten en un primer momento una mezcla de curiosidad, interés y dudas por un sistema novedoso, pero el balance final es satisfactorio. «Cuatro años después no hemos tenido ningún problema y estamos muy contentos», admite Raúl Pérez. «Esta construcción es infinitamente mejor que una convencional», sostiene Ana María Luengo, que también trabaja en el sector inmobiliario. Ella, con un bebé que cuidar, agradece la «despreocupación mental» de todo el proceso: «Son unas facilidades, una resolución, te lo dan todo hecho. De verdad, estoy encantada». También destaca el «diseño», «la profesionalidad» y que «cuando han surgido incidentes leves, todo ha tenido solución y ha sido para mejor».
De hecho, la decana del Colegio de Arquitectos apenas encuentra defectos. «Quizás tendríamos que darle más conocimiento a la sociedad para que sea consciente de las ventajas», concluye. Las perspectivas, en cualquier caso, son prometedoras. «2020 ha ido bastante bien pero se prevé que 2021 sea mucho mejor», vaticina Yolanda Martínez. Ana María Luengo, a pocos días de estrenar su nueva casa, desprende entusiasmo: «Yo creo que esto al final será el futuro».
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