Suelos cuarteados y matorrales secos en el desierto de Mahoya, en Abanilla. Guillermo Carrión/ AGM

El riesgo de erosión del suelo se extiende por dos tercios de la superficie de la Región

Los últimos datos evidencian que la Comunidad pierde más de 19 millones de toneladas de tierra cada año

Miércoles, 8 de mayo 2024, 01:11

Un suelo erosionado es un suelo que almacena menos agua, que tiene una menor capacidad de infiltración o guarda pocos nutrientes. La degradación de la tierra expone la superficie que pisamos a los efectos de la sequía, de los incendios, de las inundaciones o ... a la salinización.

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El último informe del Ministerio para la Transición Ecológica sobre el estado del patrimonio natural y la biodiversidad en España, de 2022, remarca que un tercio del territorio nacional está afectado de forma 'grave' y 'muy grave' por este fenómeno. Más en detalle y dentro de la Región de Murcia, la actualización del inventario estatal de suelos en riesgo de erosión estima que más de 723.746 hectáreas en la Comunidad padecen un potencial peligro de verse deterioradas.

Estos datos reflejan que dos terceras partes de la superficie regional están expuestas a la pérdida de su capacidad productiva al dejar de retener carbono orgánico o nutrientes, es decir, pierden su función. «La erosión del suelo resta capacidad para producir bienes y servicios ecosistémicos», lo que convierte el terreno en un trozo de tierra inservible y aliado de las escorrentías y las inundaciones.

Este fenómeno de degradación «se produce por el mal manejo del suelo», advierte Víctor Castillo, profesor investigador del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas-CSIC) en Murcia, un mal uso que hace el terreno «vulnerable a los efectos de la erosión hídrica», por ejemplo.

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La consecuencia de esa pérdida paulatina se traduce en la desaparición de más de 19 toneladas de tierra por hectárea al año, un 17,62% de media respecto al total de las dimensiones de la Región. Estas estadísticas ponen a Murcia en la cuarta posición del 'ranking' de autonomías más afectadas por la pérdida de suelo, por detrás de Cataluña, Andalucía y Cantabria. El problema de estas cifras es que la tasa de regeneración «es muy lenta», se pierde suelo y su capacidad productiva. «Los suelos son capaces de regular los ciclos del agua, de almacenar carbono, de producir un sustrato que permita la producción agrícola o que haya ecosistemas vegetales que vivan sobre él», explica Castillo.

Cárcavas y barrancos

Las cárcavas y barrancos, que dibujan escenarios desérticos como en Gebas o Abanilla, son socavones producidos a consecuencia de las escorrentías por lluvias intensas. El inventario estatal ubica la Comunidad como la región con más porcentaje de superficie afectada (14,6%) con respecto al total del territorio que padece el riesgo de degradarse. Las cifras ponen de relieve que la mitad de la superficie regional está expuesta a fenómenos como los derrumbes o los deslizamientos por la fragilidad del suelo.

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El investigador del Cebas recuerda que, «ante un proceso de sequía, los cultivos o la vegetación natural son más susceptibles a ese fenómeno». Añade también que las escorrentías limpian los nutrientes del suelo para transportarlos hasta cauces, que terminan a su vez en ríos, embalses o lagunas como el Mar Menor, donde «se deteriora la calidad de sus aguas». Esto deriva en procesos como la aparición de algas o eutrofización, de ahí que incida en la importancia de que se mantenga en buen estado la cobertura vegetal. Por contra, la Región no es un territorio muy afectado a día de hoy por la erosión eólica.

La desertificación

La erosión del suelo y la desertificación son dos fenómenos distintos, pero que marchan siempre en paralelo, remarca el experto. Más incluso en este momento donde el cambio climático se hace imparable. «La erosión del suelo es un factor, una causa y una consecuencia de la desertificación, como muchos otros elementos de degradación ambiental», subraya, «Murcia está catalogada como zona árida en su conjunto, con más o menos grado de aridez». Un reciente estudio de la Estación Experimental de Zonas Áridas de Almería concluyó que el avance de la desertificación ha provocado que 2.983 kilómetros cuadrados de Murcia se cataloguen ahora como zonas áridas, tras expandirse este fenómeno en la última década.

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El calentamiento del suelo y la mayor frecuencia de eventos meteorológicos extremos terminan por influir en los impactos que produce la desertificación y la degradación del suelo. «Si aumentan la frecuencia y la intensidad de esos fenómenos extremos, es decir, la fuerza motriz de la erosión, el impacto será mayor». Las altas temperaturas acaban en un calentamiento del suelo, que dibuja unas condiciones de estrés sobre la vegetación, lo que hace que «esté cada vez más estresada».

El problema es que el calor acaba por degradar la cubierta vegetal que protege la tierra; «también la gestión del hombre en su entorno», menciona el investigador.

  1. El Cebas lidera estudios sobre el almacenamiento de carbono

Los expertos del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas-CSIC) en erosión del suelo mantienen varias líneas de investigación encaminadas a prevenir los efectos negativos de este fenómeno en una tierra árida como la de Murcia. Una de estas apuestas científicas es conocer la relación entre la degradación de la superficie y el almacenamiento de carbono en los suelos productivos, «como un método de mitigación y adaptación al cambio climático», explica Víctor Castillo. El objetivo es, sobre todo, investigar sobre prácticas sostenibles para la agricultura, «de tal manera que no haya pérdida de suelo o que estos se mantengan sanos». Es decir, que no haya erosión del terreno, que se almacene carbono y que haya una regulación del agua.

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Algunos de los proyectos científicos en marcha tienen que ver con el Campo de Cartagena y la protección del Mar Menor. Las escorrentías y las inundaciones fueron una constante hace pocos años, con problemas por el arrastre masivo de nutrientes hasta la laguna salada. Científicos del Cebas como Gonzalo González Barberá han alertado de la profunda alteración del suelo en la cuenca vertiente, lo que convierte muchas parcelas agrícolas de gran extensión en circuitos de agua en favor de la pendiente. Castillo apunta que hace años podía llover en el Campo de Cartagena y se producían inundaciones, «pero no de la manera que se producen ahora». Los fenómenos erosivos torrenciales indican que cada vez se presentan con más frecuencia en forma de DANA o tormentas, y si se configura el paisaje sin cobertura vegetal, «al final lo que se está haciendo son autopistas de escorrentía de agua».

Precisamente, el Cebas también es consultado por el Ministerio para la Transición Ecológica para llevar a cabo estos trabajos de evaluación del terreno árido en España o planificar estrategias con el fin de mitigar su impacto. «Nosotros nos centramos en prácticas de manejo sostenible del suelo, dirigidas tanto al sector agrícola como a los ecosistemas naturales», concluye el investigador.

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