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Llegada del féretro a la iglesia parroquial de Pulpí, ayer. p. a. / agm

Multitudinario adiós a Cecilio Peregrín Martínez, fundador de Primaflor

El empresario fue un visionario al apostar en los años 80 por la comercialización de un producto que se ponía de moda, la lechuga

Viernes, 18 de enero 2019, 01:56

Cientos de personas desfilaron ayer por la capilla ardiente del presidente de honor de Primaflor, Cecilio Peregrín Martínez, para arropar a sus nueve hijos, Víctor Manuel, José Ignacio, Julia, María Nieves, Cecilio Vicente -casado con Inmaculada García, exconsejera de Hacienda y expresidenta del Organismo de Loterías y Apuestas del Estado-, Joaquín, Gerardo, Margarita y Álvaro. La iglesia de Pulpí (Almería) se quedó pequeña para albergar a tantos familiares, amigos y trabajadores que quisieron darle su último adiós. El empresario falleció el día anterior en Águilas, a donde se trasladó hace años, porque la ciudad costera le permitía unas mejores comunicaciones telefónicas y de telégrafos.

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En esa época, hace más de cuarenta años, fundó junto a Antonio Peregrín y Lorenzo Belmonte Primaflor. Las siglas no dejaban lugar a dudas de lo que pretendían: vender la mejor flor. Y es que 'prima' en alemán significa 'muy bueno'. En los años 80 diversificaron el negocio e incluyeron un producto que por entonces se ponía de moda, la lechuga.

El empuje de este veterinario de profesión ha hecho posible que estén presentes en más de veinte países y que comercialicen más de 15.000 toneladas anuales, gracias a un equipo humano que suma unos 2.500 trabajadores. Hasta los últimos días su máxima preocupación fue su empresa y durante las visitas de sus hijos no olvidaba preguntar por el precio de la lechuga.

Águilas también le permitía cargar su producción en trenes para llevarla a todos los rincones. De ahí que fuera uno de los principales impulsores del Arco Mediterráneo y que reivindicase la permanencia del ferrocarril en la ciudad costera. Llevaba a gala ser de Pulpí, la tierra que le vió nacer, pero Águilas fue su ciudad. En ella residió hasta sus últimos días.

Era un enamorado del mar, de la playa. Le gustaba disfrutar de la pesca, aunque la caza -de reclamo con perdiz- era una de sus grandes pasiones. Cuentan que era capaz de dar una auténtica clase magistral sobre este arte. Ayer, algunos recordaban una de sus últimas preocupaciones, que estaba pendiente solo de unos permisos. Quería poner en marcha una escuela infantil para los trabajadores de Primaflor.

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No faltó a la última junta de accionistas, hace apenas unas semanas, en la que su socio le impuso el escudo de oro por su legado y trayectoria en la empresa. La distinción, a modo de pin en la solapa, la lucía con orgullo. A su esposa, María Nieves, fallecida hace más de tres décadas, la conoció en Madrid cuando Cecilio acudió hasta la capital para acompañar a su padre en un tratamiento médico. En el equipo que lo trató estaba una enfermera con la que compartiría su vida. Cuentan que fue amor a primera vista. Un auténtico flechazo; solo se separaron cuando el sueño eterno se la llevó de su lado.

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