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Javier Sancho Más / Jorge Martínez
Domingo, 15 de septiembre 2024, 07:22
Puedes atravesar mil infiernos o puedes quedarte parado en medio de ellos y no volver nunca. Pero si al menos, después de que te hayan roto el corazón, o de que encontrases una puerta abierta para escapar de quien te golpeaba, o de que una adicción te enviase al límite de la muerte, hay alguien que te espera cuando regreses, quizá habrá valido la pena el esfuerzo. Y ese alguien, a lo mejor, no es otro que tú mismo o tú misma.
Y quién te iba a decir que, en un taller, en una nave de un polígono frío, en una imprenta, o entre ropas y libros de segunda mano, podrías encontrarte con tu segunda oportunidad. Y no hablamos solo de una formación o de un trabajo. Hablamos de gente que te acompaña.
Las empresas de inserción (EI) se han creado como plataformas para que muchas personas recuperen su derecho a volver. Como Isabel, que sobrevivió a una fuerte adicción al alcohol, a la que llegó después de muchos años sufriendo la violencia de su expareja.
Su trabajo de limpieza en ISOL, en los Juncos, en Molina de Segura, reforzó su recuperación terapéutica y le ha devuelto la certeza de sentirse la persona que un día soñó. «Siempre me gustó trabajar y cuidar a los demás. Ahora soy lo que creía que tenía que ser».
José Manuel García, presidente de la Asociación de Empresas de Inserción de la Región de Murcia (Crysalia), explica que son «un modelo de empresas en que la actividad económica está al servicio de las personas. Ofrecen una segunda oportunidad a quienes, de otro modo, tendrían muy difícil reincorporarse al llamado 'mercado laboral normalizado', por lo que somos empresas puente».
Eso mismo ha significado para Nana, un trabajador de origen ghanés, de la empresa Traperos Recicla. Un puente y una casa. Desde que llegó a Murcia, tras cruzar en patera un mar mortífero, vivió entre la calle y los albergues durante siete años. Mantuvo la cordura y la voluntad necesaria para sobrevivir, lejos de los suyos. Hoy es un ejemplo de resiliencia y tenacidad. Y con el trabajo vinieron también los papeles para regularizar su residencia.
En la Región de Murcia hay un total de nueve empresas que dan empleo a más de 180 personas, de las que más del 72% están bajo contratos de inserción. El modelo les permite aprender y trabajar con remuneración un oficio, entre seis meses y tres años como máximo. Luego, tienen que buscar empleo en el mercado laboral normalizado.
Los datos, según la asociaciónde las EI de Murcia, avalan el objetivo final, como confirma José Manuel García: «El 84% de los trabajadores de inserción se insertan y mantienen su puesto de trabajo en el mercado laboral normalizado», lo que también significa salir de la exclusión en la que estaban.
Pero esto tiene un doble filo, como nos explica García. Por un lado, la empresa de inserción se queda, a los tres años, sin un trabajador ya formado en el que se ha invertido tiempo y recursos y, por otro lado, tiene que empezar el proceso con un nuevo trabajador. «Nuestro desafío supera al de las empresas convencionales», comenta García.
Hay una tendencia llamativa que se está observando, como recuerda Eva Rabasco, gerente de la empresa de inserción de Cáritas Eh! Laboras: «Cada vez llega más gente con formación universitaria en situación de riesgo». Es el caso de Karla, una abogada que vino de su país natal huyendo de la violencia y se reinventó en las cocinas de la escuela de hostelería 'Eh!' de Cáritas. Actualmente, está trabajando con el chef Juan Guillamón en Almo, un restaurante galardonado con una estrella Michelin.
Uno de los requisitos para registrar una EI es que esté promovida por entidades sin ánimo de lucro. En la Región, detrás de las EI hay seis entidades: Isol, Cáritas, Fundación Diagrama, Proyecto Abraham, Traperos de Emaús y Copedeco. Todas ellas garantizan el fin social de estas empresas y aportan más de la mitad del capital.
El éxito de las EI se mide principalmente por la recuperación de habilidades y capacidades de la persona que estaba en riesgo. Y para ello es necesario acompañarla en las diferentes facetas que componen la problemática que la rodea. Es lo que hacen los técnicos de acompañamiento, un puesto clave para las EI.
Es lo que hace Virginia Carrasco, de Traperos Recicla, donde, afirma que «se recuperan personas, mientras se recuperan muebles, por ejemplo». La finalidad del proceso de acompañamiento es encaminarlas a cumplir una serie de objetivos que, en la evaluación final, les permita una búsqueda de trabajo con más herramientas.
Sin ese acompañamiento, a Dani le sería más difícil encarar su salida al mercado laboral normalizado. Pasó su infancia y juventud en un centro de menores y ha tenido en la imprenta Nostrum Integra de la fundación Diagrama su primera oportunidad laboral.
En Alcantarilla, Vlady es un joven trabajador cuya madre, en situación de dependencia pero sin ninguna ayuda económica, se apoya principalmente en él. Vlady reparte envíos y paquetería en una bicicleta eléctrica por las calles del pueblo. Trabaja para la empresa Bici Go, de la cooperativa social Copedeco. Una parte de los envíos provienen de SEUR o DHL que contratan los servicios de Bici Go. A Vlady no solo le han dato un trabajo, sino un seguimiento psicosocial y una compañía que él califica de «familiar».
De hecho, cuando preguntamos a Tono Pascual de Riquelme, director de Autónomos y Economía Social de la región de Murcia, cómo se puede reforzar el espacio que ocupan las EI, responde convencido: «Tenemos que fortalecer la figura del técnico de acompañamiento». Pascual es un defensor acérrimo de las EI. Ya las había conocido cuando trabajaba en el sector privado, en la gestión de centros comerciales y contrataba servicios con personal en riesgo de exclusión.
Para Paco López, coordinador de Traperos Recicla y luchador por la igualdad de oportunidades, el éxito del itinerario de inserción no solo se debe medir en cuanto a si la persona consiguió empleo, sino también, «si ha vuelto a sonreír y a estar bien, viniendo de donde venía».
Pero advierte que donde se puede incidir para que este tipo de empresas tengan una mayor capacidad de generar más trabajo a personas en riesgo es en «el órgano de contratación de cada administración pública». En eso mismo coincide Tono Pascual, quien subraya la necesidad de formar y concienciar en esas instancias.
La mayoría de los clientes de la imprenta Nostrum Integra son del sector privado, nos explica Matías González, gerente de esta empresa de la Fundación Diagrama, en Murcia. «Se trata de estudios de diseño, agencias de publicidad, entre otros. Pero nos gustaría que hubiera más contratación pública. Estamos capacitados para ello».
Según una ley de 2017, sobre contratos del sector público, todos los organismos estatales, autonómicos y locales deben fijar un porcentaje mínimo del 7% de reserva de mercado a empresas de inserción y centros especiales de empleo. Como explica José Manuel, de Crysalia, la ley no se limita a ese porcentaje, sino que estipula que se debe llegar al 10% en un período de 4 años. Ya pasaron esos cuatro años hace mucho y, en Murcia, no se llega al 1% de contratación, salvo en algunas localidades.
Lo ideal sería, según Pascual, que la reserva de mercado de las licitaciones públicas se aplicara en aquellas que superan los 15.000 euros y no solo de las de menor cuantía. Y, en cuanto al sector privado, Pascual apunta a un sistema de baremación en las licitaciones públicas que reconozca a las empresas que contratan servicios en las EI.
Por su parte, el consejero de Economía y Hacienda de la región, Luis Alberto Marín, también apuesta por una mayor visibilidad (a nivel público y privado) de las EI, enfatizando el fin social que cumplen estas empresas, así como los productos de calidad que generan.
¿Son rentables las empresas de inserción? Los datos avalan un sí. Solo en la Región de Murcia, las nueve EI facturan un total de más de 2,8 millones de euros al año. En España, con más de 300 EI, se genera un ingreso de 200 millones anuales, de los que el 80% provienen de la venta de productos y servicios.
Hay además otro dato contundente: el retorno económico que genera una EI es de 2,83 euros por cada euro recibido de la administración pública. Además, en el último año, las EI tuvieron un crecimiento de empleabilidad de más del 12%, lo que supone un ahorro a las administraciones públicas de más de 11,5 millones de euros, puesto que parte de esos nuevos empleados percibían ayudas como las Rentas Mínimas de Inserción.
Pero lo mejor se observa a nivel psicosocial. El doctor Luis Pelegrín, presidente de Isol y coordinador de la atención psicológica, nos muestra un estudio realizado en coordinación con el Servicio Murciano de Salud que evidencia la mejoría de la salud mental de las personas empleadas en la EI. Ello supone un ahorro medio a la administración de casi 5.000 euros en gastos de salud por cada persona trabajadora de inserción con este tipo de patología.
Para ser rentables y competitivas, las empresas de inserción ofrecen servicios de calidad. Olesia, que vino de Ucrania junto a su marido, hace dos años, a causa de la guerra, desarrolla en el taller del Costurerico de Proyecto Abraham su labor como costurera, además de aprender castellano y conseguir que sus hijos sigan estudiando. Empresas como Ikea o diseñadoras como Las Culpass se han fijado en los servicios de reciclaje y costura que presta esta EI del Proyecto Abraham y contratan sus servicios.
Ahora, la Asociación de Empresas de Inserción de la Región de Murcia (antes ADEIMUR), se ha rebautizado como 'Crysalia', inspirándose en las historias de transformación de personas que surgieron de nuevo a pesar de haberse alejado de todo lo que les valía la pena.
Cada jueves, durante las próximas seis semanas, www.laverdad.es publicará un especial Crysalia con una serie de reportajes multimedia, centrados en las historias de trabajadores y trabajadoras de inserción en la Región de Murcia.
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