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Un grupo de reos encaramados en el tejado de la cárcel en el verano de 1977. JUAN LEAL
Las historias que encierran los muros de la Cárcel Vieja de Murcia

Las historias que encierran los muros de la Cárcel Vieja de Murcia

Antiguos presos políticos y funcionarios rememoran sus días en el antiguo penal, que ahora ve caer sus paredes en una polémica rehabilitación

Lunes, 27 de julio 2020, 07:29

Cristóbal Crespo atravesó las puertas de la antigua Prisión Provincial de Murcia en la Nochebuena de 1973. Tenía 23 años y en su haber la falta de integrar las filas del movimimiento sindicalista que daría lugar a Comisiones Obreras. «En aquel momento cualquier cosa era revolucionaria: pedir la jornada de 40 horas, repartir algún folleto de tarde en tarde...», subraya este anciano de voz grave. Aquellas navidades ingresó, junto a un grupo de compañeros, en el penal murciano, donde permanecería cerca de tres meses. «¿Qué se puede contar de una cárcel del franquismo?», se cuestiona Cristóbal. «Había mucha disciplina y nosotros tratábamos de llevarla de la mejor manera posible».

La historia de este murciano es una de las miles, la gran mayoría de ellas trágicas, que encierra la conocida como Cárcel Vieja. Un mastodonte de estilo neomudéjar, en pleno centro de la capital murciana, que esta semana ha comenzado a dejar caer sus paredes en el primer paso de un polémico proceso de rehabilitación.

Con la pala se vienen abajo hasta 91 años de historia, los últimos 39 de ellos en desuso. Este penal fue proyectado en 1922, en plena depresión de las arcas de la antigua Diputación, que hasta tuvo que aceptar una donación para adquirir los terrenos, tal y como recuerda el periodista y cronista de la ciudad de Murcia Antonio Botías. Para levantar este edificio el organismo compró con mucho esfuerzo unos terrenos a la Marquesa de Salinas. Sobre ellos se erigió un panóptico, una cárcel construida de modo que toda su parte interior se pudiera ver desde un solo punto. Una sublime edificación que llama la atención por sus patios y los enormes arcos de ladrillo de sus accesos y que lleva décadas latiendo en el centro de la ciudad, formando parte de la vida de los murcianos.

Un hacinamiento extremo

La Prisión Provincial, que acabaría siendo conocida como Cárcel Vieja, fue inaugurada un domingo, el 26 de mayo de 1929, y desde un primer momento se convertiría en el principal centro penitenciario regional. Unas instalaciones con capacidad para unos 300 reos que, a comienzos de los años 40, al finalizar la Guerra Civil, llegaron a albergar 2.412 presos –1.974 hombres y 168 mujeres–. El hacinamiento de los reclusos era extremo y sus condiciones de vida penosas. De acuerdo con los datos recabados por el historiador Antonio Martínez Ovejero, en esos años existía un retrete por cada 150 reos y entre las paredes del centro abundaban los parásitos, algunos de ellos transmisores de enfermedades como el tifus exantemático, que en aquella época robaba miles de vidas.

«Al igual que el agua y el jabón, los reclusos debían complementar su precaria y escasísima alimentación en el economato de la prisión, comprando de su bolsillo los alimentos», rememora Martínez Ovejero. Según los cálculos de Marín Jover, maestro encarcelado en la prisión provincial de Murcia, la dieta en 1940 apenas llegaba a las 600 calorías diarias.

«No son pocas las víctimas, 263, que no salieron con vida de allí porque murieron de los malos tratos, las enfermedades y el hambre», remarca el historiador. Otros 553 republicanos, subraya, fueron fusilados en su salida, en las tapias del cementerio de Espinardo.

Así lo ven

  • Antonio Martínez Ovejero - Historiador «En 1940 el hacinamiento de los reclusos era extremo y sus condiciones de vida penosas»

  • Cristóbal Crespo - Antiguo preso político «Había mucha disciplinay nosotros tratábamos de llevarla de la mejor manera posible»

  • Floren Dimas - Investigador histórico «El 70% del periodo en que ha estado viva, esta ha sido la cárcel del franquismo»

«Esa cárcel está incardinada en la historia social de la Región», recalca el investigador Floren Dimas, delegado de la asociación para la memoria histórica AGE en la Región de Murcia. «Las cárceles están al servicio del poder en cada momento y ésta, el 70% del periodo en que ha estado viva, ha sido la cárcel del franquismo».

Ambos historiadores coinciden en resaltar la necesidad de que el proyecto de rehabilitación del centro conceda un espacio digno a la «memoria democrática». Martínez Ovejero recalca que «hubo casi 800 víctimas mortales y para el recuerdo de esa gente no hay ni un centímetro cuadrado».

Con el transcurso de la posguerra y la concesión de indultos, la cifra de internos de la prisión se fue aligerando. Aunque inicialmente el edificio se levantó en mitad de la huerta murciana, en los años 60 y 70, con el ensanche de la ciudad, se integró en la misma, dejando de ser una construcción aislada. La amenaza que entrañaban sus torres convivía ya a diario con los vecinos de la capital.

Asociaciones e historiadores insisten en la necesidad de conceder espacio a la «memoria democrática»

Martínez Ovejero atravesó los muros de esta cárcel en octubre de 1973 acusado también de erigirse como lider sindical. Las condiciones, reconoce, ya habían mejorado notablemente. «En aquel momento presos políticos éramos tres y estábamos separados. Era muy aburrido», explica. Junto a ellos veían también pasar los días otros dos hombres que se encontraban entre rejas debido a su homosexualidad.

Vista aérea del edificio de la antigua Prisión Provincial, en pleno centro de Murcia. Guillermo Carrión / AGM

La convivencia de presos políticos y comunes se fue tornando normal con el discurrir de los años hasta el punto de que ambos grupos protagonizaron acciones de protesta como motines o plantes conjuntos. En la segunda mitad de la década de los 70 se disparó la presión de los reos en todas las prisiones españolas. Surgió una organización de presos llamada COPEL (Coordinadora de Presos Españoles en Lucha), que desde el propio interior de las prisiones reclamaba reformas que mejoraran la vida entre rejas. Murcia no quedó al margen de ese ambiente de tensión. Un motín de reos en el caluroso verano de 1977 mantuvo en vilo a las autoridades un día entero. Encaramados a la azotea de la prisión provincial de Murcia, cerca de medio centenar de presos, la mayoría de ellos jóvenes, clamaron libertad y amnistía total.

El motín del verano del 77

«Era una época muy mala porque había motines en las cárceles casi diarios», relata un exfuncionario ya jubilado que prefiere mantenerse en el anonimato. Aquella Navidad otro motín derivó en un aparatoso incendio en el centro. Los reos abrieron boquetes en el techo, asomándose por los tejados y arrojando tejas a la Guardia Civil. Los murcianos también asistieron estupefactos a la conocida como la fuga de los quince, en la que un grupo de reos, liderados por un preso apodado 'El Águila', lograron escapar de los muros de la prisión.

En aquella época la relación de los internos con el personal del centro era muy diferente de la actual. El exfuncionario, que recayó en la Cárcel Vieja a comienzos de los 80 tras pasar por la mítica Modelo, remarca que, dado que se organizaban en turnos de 24 horas, «vívíamos más con ellos que con nuestras familias».

Tampoco las condiciones en aquel momento eran como las actuales, según refieren los antiguos trabajadores. A comienzos de los 80 un único médico y un ATS se hacían cargo de la salud de todos los presos, que llegaron a sumar hasta 300 por aquellas fechas.

La Cárcel Vieja bajó la persiana en 1981 antes de que la fiebre de la heroína, que inundó las galerías de las prisiones de todo el país, se dejase notar aún en sus pasillos. «Empezábamos a detectar algo de chocolate y hachís», explica un exfuncionario. El centro echó el cierre en 1981 cuando dejó de cumplir sus funciones como Prisión Provincial pasando el testigo a la cárcel que se levantó en Sangonera La Verde. Cerró la puerta y, con ello, entró de lleno en la historia.

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