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El decatleta de Alhama, muy emocionado, tras lograr la medalla de plata, el 6 de agosto de 1992 en el estadio de Montjuic.
Antonio Peñalver: 30 años de una plata mágica

Antonio Peñalver: 30 años de una plata mágica

El único murciano que ha logrado una medalla olímpica en un deporte individual rememora cómo pasó de ser «un mataíllo» a una leyenda del decatlón tras su hazaña en Barcelona92

Domingo, 7 de agosto 2022, 14:53

Es el 5 de agosto de 1992. Antonio Peñalver (Alhama de Murcia, 1968) desayuna muy temprano en la villa olímpica de Barcelona mientras un montón de paisanos recorren en autobús los últimos kilómetros de un largo viaje que no podrán olvidar mientras vivan. Eso aún no lo saben. «Estos amigos se lo pasaron en grande los dos días, con sus neveras, sus bocatas y sus cachivaches para hacer alioli, que al principio no podían meter en el estadio [de Montjuic] porque los de seguridad no sabían que era aquello», cuenta divertido hoy Antonio Peñalver, el único deportista de la Región capaz de conseguir una medalla olímpica en un deporte individual. ¡Qué medalla! La de plata en decatlón. ¡Y en qué Juegos! Los de Barcelona 92, «los mejores de la historia».

«Yo era un mataíllo. Saltaba poco, era lento y no tenía coordinación. Pero era un polvorilla y no paraba. Esa energía que tenía y las ganas de mejorar como atleta fueron la clave de todo. Empecé saltando altura, que es lo que mejor se me daba. Pero no paraba y en la pista de Alhama me fui interesando por hacer otras cosas, hasta que me convertí en decatleta casi sin darme cuenta», explica a LA VERDAD un Peñalver cuyo fracaso en los Juegos de Seúl 88, cuando fue 23º, supuso «un punto de inflexión».

En Seúl, «tenía 19 años y me sentí un intruso. Allí estaban todos mis ídolos de niño y el primer día me sentí paralizado. Había 70.000 espectadores en las gradas y yo me veía diminuto ante tantas estrellas», reconoce. No obstante, volvió de Corea del Sur con el convencimiento de que lo mejor estaba por llegar. «Un atleta que quiere llegar lejos tiene que meterse caña de verdad de los 19 a los 23 años. Y eso es lo que hice yo entre Seúl y Barcelona, a veces incluso pasándome de la raya y llegando a unos niveles que a la larga serían muy perjudiciales para mi cuerpo», admite.

Peñalver, saltando con pértiga en el Mundial de pista cubierta de 1995, en Barcelona, en su regreso a la Ciudad Condal.

La gran sorpresa

«Venía Barcelona 92, llegó el plan ADO, se invirtió como nunca en el deporte español y yo aparqué mis problemas [los provocados por una dolorosa historia de abusos sexuales contra él y otros atletas menores de edad cometidos por su primer entrenador, el lorquino Miguel Ángel Millán] para prepararme de la mejor manera», recuerda. Fue sexto en el Europeo de Split en 1990 y octavo en el Mundial de Tokio de 1991. No era favorito, ni mucho menos, a lograr una medalla en Barcelona 92, a pesar de que llegaba a la cita olímpica con la tercera mejor marca de ese año 92.

Peñalver empezó con 11.09 en 100 metros, 7,54 en longitud, fue el mejor en el peso (16,50), saltó 2,06 en altura, corrió los 400 lisos en 49,66 y se fue a dormir tercero con 4.357 puntos, tras el alemán Paul Meier (4.510) y el checoslovaco Robert Zmelik (4.435). «Esa noche al meterme en la cama ya me di cuenta de que podía ganar una medalla y que, si no liaba al día siguiente, el bronce como mínimo era mío», dice.

«Al meterme en la cama tras el primer día de competición me di cuenta de que el bronce, como mínimo, podía ser mío»

El estadounidense Dave Johnson iba por detrás suya. Dos favoritos como Christian Plaziat y Eduard Hamalainen estaban fuera de la lucha tras un primer día horrible para ambos. Dan O'Brien, que era el mejor decatleta del momento, se había quedado fuera de los Juegos de Barcelona por culpa de un desastroso día con la pértiga en los Trials clasificatorios de Estados Unidos. Todos los astros se alineaban, por tanto, para que el 6 de agosto de 1992 se conviertiera en el día más feliz de la vida de Antonio Peñalver.

«Dormí apenas cuatro horas y me presenté por la mañana en el estadio dominando los nervios. Me concentré en lo que tenía que hacer, sin fijarme demasiado en los rivales que tenía por detrás. Peñalver lo bordó ese 6 de agosto con 14.58 en 110 vallas, 49,68 en disco, 4,90 en pértiga, 58,64 en jabalina y 4:38.02 en 1.500 para colgarse una histórica medalla de plata con 8.412 puntos, solo por detrás de Zmelik (8.611) y por delante de Johnson (8.309). Meier, líder tras el primer día, se hundió el segundo.

«No fui consciente»

Se caía el estadio de Monjtuic y Peñalver daba la vuelta de honor emocionado, pero realmente «no fui consciente de lo que había logrado hasta muchos años después», confiesa hoy. Le atormentó durante mucho tiempo «el abrazo de los cojones» que se dio con Miguel Ángel Millán, su verdugo desde que tenía 14 años y quien después le acompañó en la recepción oficial en el Ayuntamiento de Alhama. Era su entrenador, un tipo respetado por todos. Nadie sabía que detrás de aquel disfraz de técnico metódico y profesional se escondía un depredador sexual. Millán no era un héroe, sino un monstruo. Pero solo lo sabían unos pocos y además no podían contarlo.

¿Por qué? «En el año 93 hice el primer movimiento para denunciar a este personaje y lo que se hizo en Alhama fue cerrar el tema en falso. Lo echaron del pueblo y me aseguraron que nunca más haría daño a nadie. Me desaconsejaron que lo denunciara por las consecuencias legales y económicas que podía tener contra mí. Y todo aquello me provocó un gran daño. No disfruté de aquel éxito en Barcelona 92», responde el alhameño.

Entre unas cosas y otras, 1993 (año en el que se rompió un dedo) y 1994 fueron prácticamente dos temporadas perdidas para él. En su vuelta a Barcelona «vio de nuevo un poco de luz». Fue en el Mundial en pista cubierta de 1995, cuando consiguió un meritorio sexto puesto en heptatlón. Y aunque su preparación para Atlanta 96 estuvo marcada por una importante lesión en las costillas, «estoy muy satisfecho de mi actuación en esos Juegos, ya que fui noveno en la mejor final de decatlón de la historia. Con la marca que hice en Atlanta hubiera estado rozando las medallas en cualquier otro campeonato», destaca.

Una grave lesión el tendón de Aquiles y la falta de un diagnóstico claro sobre la misma preciptaron su retirada en 1997, con 29 años. Después quiso volver y en 2002 y 2003 se especializó en la prueba de lanzamiento de peso. «Pero ya estaba lejos de la élite y me tocó pensar en mi segunda vida, la de exdeportista», señala.

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