El legado del grabado en la Región de Murcia

Se dice que, en el bloque de piedra y en la madera, permanece oculta la escultura, de modo que el artista con su trabajo, finalmente, la descubre. Boceto, ensayo, estudio, luz, camino, lienzo, pincel, color y, por último, aparece el cuadro donde el pintor muestra su descubrimiento, vemos lo que ha rescatado de su interior, porque para componer una tela ha de tener claro lo que se ha propuesto. La acuarela, parece que yace bajo el agua, de ahí ese temblor luminoso que la acompaña. En el grabado sobre la plancha de metal, cobre o zinc generalmente, tras el barniz que preserva, oculta, el buril, que abre la imagen, la resina y sus sombras, la exposición al ácido más o menos tiempo para obtener distintos grados, la sorpresa de las distintas pruebas, volver sobre la plancha hasta obtener lo que intuía, quizá aparezcan manchas casuales, el azar ha obtenido efectos que sorprenden.

Grabado y texto son dos técnicas que se complementan, con ellas obtenemos el libro. En Amberes existe el Museo Plantin-Moretus, dos familias de impresores que durante siglos han conservado las planchas y los textos que imprimieron. Si se quiere conocer un taller de impresor, el visitante contempla donde se fundían los tipos de letras, las prensas, los libros, la vida familiar, aprendices y oficiales.

Entiendo que en el grabado se produce un encuentro entre el propósito del artista y el producto de esa alquimia que en la cubeta del ácido sucede. La expectación no siempre se corresponde con el resultado, pero con suerte podemos alcanzar alguna sorpresa, cuyo efecto, por inesperado, se convierte en creación. No hablo sólo de azar, sino de ese mundo oculto, mistérico que reside en el ácido, la resina y el tiempo.

La cocina del grabado es comparable al proceso que se sigue en la elaboración de cualquier obra. Se trata de una idea formulada sobre el papel, y que ha de ser trasladada a la plancha, para después proceder a su impresión. Tras sucesivas pruebas, si se tiene éxito, se logra un resultado: la plancha queda dispuesta para su reproducción.

¿Qué aporta el grabado al artista? La respuesta, sin ser del todo concluyente, quizá se aproxime. Elijo al grabador murciano José Luis Galindo. Ayuda a la composición, mantiene el equilibrio. Desnuda la idea que quiere trasladar, no oculta su propósito, presenta el dibujo limpio, sin excesos, conduce a lo preciso.

El grabado, por su textura, resulta idóneo como ilustración y también, a veces, puede convertirse en cartel. Con sus sombras y sus luces, un grabado ilumina la pared. A veces su tamaño es comparable a cualquier cuadro de casa. Frente a la acuarela, también sobre papel, que se sirve del blanco como base que potencia el ligero toque del pincel, el suave azul del cielo, las aguas, ya sea el río a la sombra de los sotos, ya sea el Mar Menor, con su serenidad, como espejo, la montaña lejana entre una niebla azul y violeta y unas salinas rosadas, donde, cuando atardece, el día parece que descansa.

El grabado es comparable a las pinturas negras de Goya. Idóneo, por sus contrastes de luz y sombra, para dar cuenta de la ruptura del orden mundial que estalló tras la Gran Guerra. La 'Carta al padre' de Kafka rompió con el convencionalismo de una relación paterno filial feliz, 'La metamorfosis' o 'Transformación', entre la pesadilla y el sueño rompe con la tranquila y ordenada familia. Recordad el esperpento, cuando Max [Estrella] dice: «El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada».

El grabado fue un instrumento de propaganda religiosa y política en los años de Reforma y Contrarreforma. La xilografía, arma de combate en las luchas de México.

Tras la edición de grabados de Goya, donde el 'Sueño de la razón', de la serie 'Caprichos', agua fuerte y aguatinta, produce monstruos, lo que, sin duda, indica que su autor cree en la razón, dado que, mientras permanece dormida, distraída, ausente, provoca la locura. Sumamos 'Los desastres de la guerra'. Desaparecido Goya, sólo se puede comparar con la obra gráfica de Picasso.

En la biblioteca del Instituto Alfonso X se conserva un libro de grabados de Haes, maestro del paisaje. Gracias al coleccionista Francisco Flores Arroyuelo, tuve acceso a una hermosa serie de Ricardo Baroja, junto a un número interesante de Solana.

Situémonos en la posguerra, las estampas en papel seriadas se consideran obras menores, por lo que equivalen a un divertimento del autor, difícilmente encontraremos artistas que, dedicados al grabado, sobrevivan, tiene un valor complementario. Entre tanto, Murcia, pequeña provincia, óleos y acuarelas, barro, piedra y madera, fundición, apenas sí se practica el grabado, unos pocos lo hacen circunstancialmente. Ocurre con Hernández Carpe quien participa, en 1965, en la exposición itinerante por España 'Grabado español contemporáneo'. Sus pinturas murales, sus trabajos en mosaico y en cristal lo hacen más abierto a diversificar las técnicas. En Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, País Vasco y Andalucía, aparecen xilografías, aguafuertes, litografías y serigrafías en las que se inician pintores dispuestos a ampliar el número de coleccionistas, ya que son más asequibles.

Recuerdo a Juana de Aizpuru en Sevilla, donde por una módica cantidad cada mes podía recibir una obra seriada, hablo de los años 60-70. El éxito del Equipo Crónica. En Madrid aparece el griego Dimitri Papagueorguiu, quien generosamente acoge y enseña a los que quieren aprender, entre ellos nuestro pintor Avellaneda. Vinculado al mundo del grabado está la serigrafía, tanto la artesanal, representada por Juan Francisco Gómez a partir de los sesenta y su estancia prolongada en Francia, como la de taller a cargo de Pepe Jiménez en la Ermita de Balsicas, uno de los últimos maestros, que ha dado a conocer paisajes y rincones de Murcia, caracterizada por su luminosidad, obra de Esteban Linares, Martínez Mengual y Charris con su Mar Menor. Otra técnica, la litografía, para identificar y promocionar marcas de pimentón y otros productos, cuenta con una larga historia en la que destacaría la presencia del padre de Ramón Gaya y Garay.

Volvamos al aguafuerte, finales de los sesenta, años en los que difícilmente se podría encontrar algún tórculo. El pintor y grabador José Luis Galindo ha de diseñar el suyo, que surge del taller mecánico de Las Agustinas, dirigido por la familia Murcia. Dotados para la invención de maquinaria dedicada a la industria conservera, sabios artesanos, consiguen máquinas útiles y duraderas. José Luis tras sus primeras experiencias con el linóleum, que sustituye a la madera, pronto pasa al aguafuerte. Vicente Armiñana trabaja el grabado, ambos han sido discípulos de Furió, profesor de grabado y artista grabador en San Carlos, Bellas Artes, Valencia. Se hacen algunas exposiciones en Chys: Párraga y Galindo, Tito y Galindo.

La estampación pasa a ocupar un puesto en la iconografía murciana. Aparece en revistas, homenajes, como series para el mercado, así como las carpetas de Galindo con motivo del Entierro de la Sardina, o la que realiza para las Fiestas de Primavera. Son los años en los que por impulso del pintor y grabador Manuel Delgado, surge la Asociación de Grabadores Murcianos, donde figuran Galindo, Cánovas Almagro, Pardo...

Quiero recordar a Pepe Yagües, vanguardista, que desafía la beatería del espectador medio, excelente grabador, y los grabados de cabalistas, a punta seca, obra del pintor Arturo Pérez. Por último, la apertura de diversas galerías –legendarias Zero y Yerba– promueven la obra seriada. La más duradera será La Aurora, en la calle del mismo nombre, cuya colección es envidiable.