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Cuando el próximo miércoles llegue a las librerías 'Anoxia', la nueva novela de Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977), publicada en Anagrama, él no estará en Murcia, ni siquiera en España. Estará en Ámsterdam, donde hablará en la sede del Instituto Cervantes de su anterior éxito, 'El dolor de los demás', ahora traducida al holandés. A Ámsterdam le seguirán Utrecht y Grenoble, antes de que tenga lugar en Barcelona la primera presentación de 'Anoxia', que en Murcia dará a conocer su autor el 1 de marzo en el Aula de Cultura de LA VERDAD. 'Anoxia', que transcurre, como si se estuviese descubriendo un inquietante fondo marino, en escenarios del Mar Menor, con todo el dramatismo de su historia reciente, narra el devenir de Dolores Ayala, propietaria de un viejo estudio fotográfico que se ha quedado sin clientes, quien diez años después de la trágica muerte de su marido recibe el encargo más insólito de toda su carrera: retratar a un difunto el día de su entierro. Aceptarlo la llevará a conocer a Clemente Artés, un excéntrico anciano obsesionado con recuperar por todos los medios la antigua tradición de fotografiar a los muertos.
-Su anterior novela, 'El dolor de los demás', fue todo un éxito. ¿Cómo se le quedó el cuerpo?
-Inquieto, extraño, satisfecho. Escribí una historia muy íntima, muy personal, sin tener ni idea de cuál podría ser la repercusión. Cuando publicas, lo que has escrito se te va de las manos. Muy pronto empecé a darme cuenta de que esa historia tan íntima llegaba de una manera muy directa, también muy personal por un motivo u otro, a los lectores. Es la novela con la que más he sentido que lo que escribía iba más allá de la literatura, que conectaba directamente con la vida. Me inquieté porque me di cuenta del poder que tienen los libros, que incluso pueden llegar a cambiarte la vida. Tiene sentido escribir novelas, me dije, más allá de las alegrías que me han dado las ventas de las novelas y de que haya tenido tanta repercusión, incluidas su traducción al francés y una crítica en Le Monde que me hizo una ilusión especial. Todo eso ha estado genial, pero me quedo conque 'El dolor de los demás' tocó una fibra profunda en muchísimos lectores.
-¿Cómo estaba cuando empezó a escribir 'Anoxia'?
-Alegre, por un lado, porque partía de un éxito; y por otro, por el mismo motivo, sintiendo sobre mí una presión tremenda por el hecho de querer no decepcionar con la siguiente novela, incluso con desear superar a la anterior. He tardado cinco años en publicar 'Anoxia'.
-¿Ha disfrutado de la vida en estos años?
-En general, creo que soy lo feliz que uno puede ser en esta vida. Soy bastante disfrutón, no soy ningún amargado, y tengo muy claro que no he de dejar escapar ningún momento de felicidad que se presente. Creo que es a lo que podemos aspirar, a ser conscientes de que habitamos un momento de felicidad. Se trata de momentos, así es que estemos alerta. Yo estoy con mis amigos y soy feliz, no necesito que me pasen grandes cosas. Pero es una felicidad no plena, claro, ¿cómo va a serlo si has perdido a tu padre y a tu madre, recibes quieras o no presiones del exterior y tienes que combatir con esa parte de ti que no te gusta?
-Se refiere a sus demonios.
-Con los que la batalla va según qué días. Con mis demonios procuro negociar, pero los hay que no se van nunca y que están ahí siempre al acecho.
-¿Por ejemplo?
-El demonio de la pérdida, del duelo, del recuerdo de mis padres…; siempre está ahí, y quizá por eso escribo de las temáticas que lo hago. Ese demonio tuvo mucho que ver en la escritura de 'El dolor de los demás' y ha vuelto a tener que ver mucho en la de 'Anoxia'.
-¿Cuál más?
-Está el demonio de los complejos relacionados con mi cuerpo, que tampoco es fácil que se aleje de ti. El que ha sido gordo de crío es gordo ya para toda la vida. Ese saber que no encajas en el concepto de cuerpo atractivo que te gustaría tener es algo que también está ahí, en tu cabeza, sin que termines nunca de quitarle importancia. Y si tienes ese complejo, da igual que seas Bruce Willis, porque no importa cómo te vean los demás, sino cómo te ves tú a ti mismo, una visión que se ha generado en tu infancia y adolescencia. Son complejos imposibles de extirpar, también tienes que negociar con ellos. De todos modos, ahora no me llevo tan mal con mi imagen, creo que he aceptado que soy quien soy y ya está.
-¿Se acuerda de cuando decía cosas como que se arrancaría muchas partes de su cuerpo?
-[Risas] Sí, qué cosas decía… Ya no me arrancaría ninguna; ahora incluso, últimamente, enseño las tetas sin problema alguno. En estos momentos no me cambio por nadie, no vaya a ser que en el fondo ese alguien esté peor que yo [ríe]. Estoy bien, no envidio a nadie y admiro a mucha gente, de cuyos éxitos me alegro. A mí el éxito no es algo que me quite el sueño, no tener amigos sí me lo quitaría.
-¿Se sigue definiendo como tímido?
-Sí, es que soy muy tímido en general.
-Un tímido al que le encanta exhibirse en público.
-Bueno, eso le pasa también a los actores y a los músicos, ¿no?; cuando muestras un poco el personaje que también eres, como si estuvieras en un escenario, te permites hacer cosas que sin el personaje acompañándote no harías. Parece contradictorio, pero ese exhibirse es también una forma de protección, una armadura con la que proteges tu intimidad. Estás representando, vale, y entonces me acuesto en una cama con [Andreu] Buenafuente o yo qué sé qué disparate podría hacer. Lo único que todavía no haría es posar desnudo, creo. También es cierto que en todo arte, también en la escritura, hay un cierto exhibicionismo.
-Más que cierto.
-Pensar que tus cosas le importan a los demás, que tus demonios, tus traumas, tus pensamientos, le importan a los demás... Estoy de acuerdo con Freud, todo artista tiene una pulsión narcisista y exhibicionista. Piensas que mereces ser escuchado.
-¿Qué piensa también?
-Que yo me planteo la literatura, al menos la que yo hago, como una forma de conversación, como algo más relacionado con compartir que con exhibirse. Últimamente pienso que, realmente, si hago esto, si escribo, es porque quiero compartirlo con los demás, y también porque esa es mi manera de estar en el mundo, compartiendo cosas que son íntimas.
-¿Le interesa la polémica?
-La polémica y la confrontación me interesan cada vez menos. Igual que las vanguardias en un momento predicaron con el escándalo o jugaron con él, yo en algún momento también me acerqué mucho a la polémica. De todas formas, ahora la forma de polemizar, más que en servir como una herramienta de debate, cae en lo estéril, en lo superficial. Cada vez me interesa menos provocar y ya no digo tantos disparates [risas] como a lo mejor sí que decía antes. Tendrá que ver con la edad. Uno va no sé si apagándose o asentándose o situándose. También le digo algo: hoy puede resultar polémico alguien que diga, sencillamente, algo que sea de sentido común. Tampoco ya me gusta debatir en Twitter con gente que ni conozco. A mí no me paga Twitter, no le veo ya sentido alguno a terminar encabronado por enzarzarme con cualquiera en la defensa de cosas que caen por su propio peso.
-¿Con qué valores e ideas está usted hoy comprometido?
-En cuanto a la política, por ejemplo, me parece que es innegociable el hecho de que no podemos volver atrás en cuanto a derechos y libertades. Vivimos en un tiempo bastante peligroso de amenazas reaccionarias, de fantasmas que creíamos que habíamos superado y que regresan. Ahí está Vox, con su amenaza de volver atrás en cuanto a los derechos de las mujeres y de otros colectivos y a la restricción de libertades. Contra esa amenaza sí que estoy comprometido, ahí sí que no hay negociación posible. En todo caso, ya no me da tanto miedo como hace un tiempo; creo que, por miedo, a veces le hemos concedido demasiada importancia, y el miedo lo ha hecho fuerte. La idea está clara: no podemos tolerar ningún tipo de vuelta atrás, nos han costado muchísimo los logros conseguidos.
-¿Y la derecha clásica?
-Pues, fíjese, estamos en un momento en el que parece que el PP es la salvaguarda contra la extrema derecha, y a lo mejor eso también puede llegar a ser un peligro; hay una parte de ese partido, una derecha sobre todo religiosa y moral, que toca con la otra. No se trata de blanquear los peligros, sino de evitarlos. Habiendo votado en alguna ocasión al PP, hoy no lo haría. Todo el mundo tiene derecho a cambiar sus ideas [sonríe]. Ir creciendo debería implicar también ir dándose cuenta de otras realidades. Y no es que ahora sea de extrema izquierda, me definiría como un izquierdista moderado.
-Que quiere decir que…
-…políticamente, me sitúo a la izquierda del PSOE y a la derecha de Podemos. Un espacio en el que sientes que el PSOE sigue siendo extremadamente liberal y claudica a ciertas políticas, sobre todo económicas, y Podemos sigue siendo irrealista e iluso. Me sitúo en un espacio que todavía no está fundado, y en el que muchos nos sentiríamos cómodos y representados. De todos modos, al final uno tiene que votar, es necesario hacerlo, aunque sea al menos malo. Y sabiendo que cuando votas lo estás haciendo a favor de algo, pero también en contra de algo. En lo que tampoco creo es en la demonización de las personas; de ciertas ideas puede ser, pero no de las personas. Tengo grandísimos amigos de Vox que son maravillosas personas, maravillosas personas que tienen en ocasiones ideas peligrosas; y también conozco a gente que está guiada por ideas maravillosas y que son unos hijos de puta. Hay ideas peligrosas y hay personas buenas que defienden a veces esas ideas peligrosas.
-¿Qué nos cuenta en 'Anoxia'?
-Bueno, todavía no tengo claro cómo contarla, esta entrevista me servirá de ensayo [risas]. Creo que cuenta tres cosas, como si se tratase de tres novelas. Hay una primera novela, la de contenido, que habla sobre la importancia de la fotografía para recordar a los seres queridos que han fallecido. Hay fotografías que nos curan, que nos salvan, que son necesarias. La imagen nos sirve a veces para creer y para recordar.
-La segunda.
-Cuenta la historia de Dolores, una fotógrafa de 60 años que vive en un pueblecito del Mar Menor, que puede ser Los Alcázares pero también Santiago de la Ribera. Tiene un estudio fotográfico, recibe un encargo y, a través de entrar en el mundo de la fotografía de difuntos, ella va poco a poco siendo consciente de su propio duelo, con el que no sabe cómo lidiar. Perdió a su marido en un accidente de coche, perdió a su padre… Desde el principio, ese no saber cómo asumir el duelo hace que le cueste respirar, hay una parte de sus pulmones a los que no tiene acceso el aire. Pero, precisamente, a través de ayudar a los demás en sus propios duelos, ella comienza a regresar a la vida. Es también la historia de alguien que va reencontrándose con su cuerpo, con el amor, con el deseo…; una mujer que estaba muerta en vida comienza a vivir.
-La tercera.
-Es la historia de un contexto geográfico, los pueblos del Mar Menor, de lo que sucede en este contexto en el tiempo en el que transcurre la novela: entre tres lluvias. Entre la DANA de septiembre de 2019, la de diciembre del mismo año y la borrasca Gloria. Ese tiempo coincide con la toma de conciencia de Dolores de que el mundo se está resquebrajando cada vez que hace una fotografía a alguien que ha muerto. Con la fotografía trata de captar ese dolor y esa memoria, y se da cuenta de que su entorno también se está resquebrajando. El pueblo sumido en el desastre, el Mar Menor convertido en cementerio cuando aparecen los peces muertos en el episodio de anoxia de octubre de 2019. Hay como una sensación constante, en todo, de que el mundo se está viniendo abajo. Y ya no solo se trata del Mar Menor, es como si la naturaleza nos estuviese diciendo que este mundo que queremos se ve amenazado como no imaginábamos. La novela acaba justo antes de la llegada de la pandemia. Como si esto fuese una advertencia: o cambiamos nuestra relación con el mundo o acabaremos sin tener mundo. Vivimos, y esto es gravísimo, en un momento de emergencia climática brutal, y quien no lo reconozca está hipotecando el futuro. Creo que la novela contagia un poco la sensación de que tenemos que cambiar.
-¿Lo primero qué es?
-Tomar conciencia, ser conscientes, reconocer la realidad. A partir de ahí, tomar medidas. Vale que está bien reciclar, pero no nos olvidemos de atender al otro, al prójimo. Y puede que eso implique algún que otro sacrificio, pero merecerá la pena. Considerándonos cada uno el centro de todo, hemos dado lugar a un modelo que está resultando claramente insostenible.
-Los hijos.
-Yo no he tenido hijos; de tenerlos, creo que mantendría una relación todavía de mayor inquietud con el futuro. No tenerlos no lo vivo como una herida, sino como una experiencia de ser persona que me he perdido. Una experiencia de amor. He querido a mujeres, he querido a hombres, he querido a mis padres..., pero no sé lo que se siente por un hijo, eso me lo he perdido.
-¿Está nervioso pensando en cómo será recibida 'Anoxia'?
-Siempre está ahí ese miedo a decepcionar, como habíamos comentado, pero yo estoy muy contento con el resultado de la novela, que me ha hecho sufrir escribiéndola pero que, finalmente, me ha dejado satisfecho. Tuve miedo mientras la escribía, sobre todo a no poder terminarla… Escribí sobre ello en el 'Diario' que publiqué cada domingo en LA VERDAD mientras duraba todo el proceso de concepción y escritura de la novela, y fue una experiencia muy interesante. También es cierto que la gente no está en la calle impaciente haciendo cola para comprar la novela. Es solo una novela, no se va a acabar el mundo si no gusta tanto como 'El dolor de los demás', incluso aunque no guste. Yo sé que me ha costado escribirla más que la anterior, que emocionalmente me dejó hecho polvo. 'Anoxia' es la novela que más me ha costado escribir, noches enteras pensando en ella, dándole vueltas…; ahora, puedo decir que tras 'Anoxia' ya sé escribir novelas. [También profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia (UMU), en Anagrama ya están publicadas 'Intento de escapada' (Premio Ciudad Alcalá de Narrativa); 'El instante de peligro' (finalista del XXXIII Premio Herralde de Novela); y 'El dolor de los demás' (Libro Murciano del Año 2018.]
-¿Qué le ha resultado curioso?
-Meterme en la mente de una mujer para mí ha sido un desafío. En mis tres novelas anteriores podría decirse que el personaje central se parecía mucho a mí o que directamente era yo.
-¿Se ha inspirado en alguien conocido para crear alguno de los personajes de 'Anoxia?
-Sí. Por ejemplo, un director de un archivo está inspirado en alguien muy conocido de Murcia que tiene muy mala leche, pero no voy a decir de quién se trata.
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