Juan de Dios de la Hoz (Madrid, 1963) es el arquitecto de referencia en la restauración del patrimonio de Lorca, el artífice de una parte importante de esa nueva fachada remozada que ofrece la Ciudad del Sol tras los seísmos de 2011. La emoción de ... un paseo por el casco histórico es insuperable. De la Hoz conoce al dedillo las interioridades de cada intervención. Aprecia la bondad de los materiales, técnicas y oficios del pasado («no debemos abandonar ni olvidarlos») y considera «un honor» trabajar en cualquier proyecto que afecte al patrimonio histórico de la Región, «desde la más humilde vivienda a los grandes edificios civiles y religiosos». No solo Lorca se ha beneficiado de su criterio. Catedrales, castillos, monasterios y palacios de toda España han sido escrupulosamente abordados desde su despacho, Lavila Arquitectos. La lista de intervenciones es interminable en la Región. En Caravaca (Inmaculada Concepción y Casa de los Uribe), en Murcia (antigua Claustra de la Catedral de Murcia y accesos al museo, las iglesias de San Pedro, El Carmen, Capilla de San José en Santa Eulalia, San Juan de Dios, San Miguel, San Andrés, San Pedro, San Juan Bautista...), en Yecla (Basílica de la Purísima Concepción o iglesia del Niño Jesús), en Jumilla (iglesia de Santiago, Teatro Vico), en Fuente Álamo, Alcantarilla, San Pedro...
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–¿A cuándo se remonta su relación con la Región de Murcia?
–Desde el año 1998 con la llegada de Monseñor Ureña Pastor a la Diócesis de Cartagena, con quien ya habíamos coincidido en trabajos para la diócesis de Ibiza desde 1989 y la de Alcalá de Henares desde 1991. Pero fue en el año 2000, con el inicio de las obras de restauración del Palacio Episcopal de Murcia, cuando el trabajo en la Región de Murcia se intensificó y gracias a Dios se mantiene hasta el día de hoy. De hecho, es un gran orgullo haber participado en un gran número de obras en el Patrimonio Histórico de Murcia, lo que me ha permitido conocer profundamente toda la Región y, a pesar de mi origen madrileño, considerarme plenamente murciano, además del honor de haber podido intervenir en tantos grandes edificios.
–Por la restauración de iglesias de Lorca (San Patricio, San José, San Mateo, Santiago, Nuestra Señora del Carmen y el Convento de San Francisco, entre otras) de los siglos XVI a XVIII fue distinguido en 2016 por la Comisión Europea y Europa Nostra. ¿Cuál fue la mayor complejidad?
–Las mayores dificultades se producen al intentar compaginar las actuaciones contemporáneas de rehabilitación, con las preexistencias constructivas, arquitectónicas, arqueológicas, etc. de estos inmuebles antiguos. Si a eso añadimos las necesidades actuales en cuanto a confort, iluminación, climatización... la cosa se complica aún más. Como remate, si a ello añadimos un extraordinario nivel de destrucción como consecuencia de los terremotos, da lugar al reto más importante al que hemos tenido que enfrentarnos en nuestro estudio a lo largo de estos más de treinta años de profesión. Afortunadamente, hemos podido colaborar con extraordinarios profesionales y con grandes empresas, como Lorquimur, Azuche, Restauralia, Pegiro y otras, capaces de responder a los retos que estos edificios suponen, así como a las necesidades materiales y de oficios como la cantería, carpintería, revocos, etc. que, desgraciadamente, cada día es más difícil mantener y encontrar.
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–En 2018 mereció el Premio Internacional Rafael Manzano de Nueva Arquitectura Tradicional. ¿En qué medida ha contribuido usted a la renovación de la fachada de Lorca tras los temblores?
–Muy humildemente. El patrimonio histórico, artístico y constructivo de Lorca es extraordinario y nuestra aportación no quiere ser más que aquella que permita la lectura de sus enormes valores, algunos de ellos ocultos por el paso del tiempo o intervenciones inadecuadas, a la vez que reforzar los inmuebles frente a futuros sismos. El objetivo es procurar que su restauración ponga en valor todas esas virtudes, a la vez que intentamos asegurar su estabilidad y resistencia en el caso de que se produjera un nuevo terremoto. Sin embargo, procuramos que esto se haga fundamentalmente a través del empleo de materiales y técnicas tradicionales. Si los edificios construidos con cal, piedra, madera y ladrillo han sobrevivido a catástrofes a lo largo de casi cuatrocientos años, han demostrado plenamente su competencia y nuestra propuesta es continuar interviniéndolos de forma moderna, pero empleando siempre que sea posible estos mismos materiales.
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–Desde hace más de 30 años trabaja con arqueólogos, historiadores, restauradores... en restauración de edificios. ¿Qué ha aprendido de esa relación tan intensa con todos esos equipos?
–Que los edificios nos muestran cuáles son sus problemas y sus patologías. Y que cuantos más profesionales expertos en la lectura de esas señales participen del proyecto, más datos obtendremos y mejor y más fundamentada será la actuación. Es muy importante tener en cuenta quién es el promotor de esas obras y debe señalarse que hemos tenido la enorme fortuna de trabajar con el Obispado de Cartagena, la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, ayuntamientos, propietarios privados, etc. que han respetado los criterios que se planteaban en nuestros proyectos, sin exigir rentabilidades económicas u obras que pudieran desvirtuar los restos que habían llegado hasta nosotros.
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–¿Cómo encontró Lorca al poner los pies tras los terremotos y cómo la mira ahora con la perspectiva del tiempo pasado?
–Fue una experiencia terrible ver los edificios destruidos, el sufrimiento de las víctimas y el terror en las caras de todos. Creo que nunca podré olvidar aquellos días en los que se mezclaba el miedo a posibles réplicas con la íntima satisfacción de estar colaborando a recuperar el pulso de toda una ciudad. Era preciso volver cuanto antes a la normalidad, volver a salir a las calles una vez retirados los escombros, poder acudir a las iglesias, recuperar los edificios del comercio, en fin, olvidar cuanto antes lo sucedido y mostrar a todos una ciudad que ha sido capaz de sobreponerse a un golpe durísimo.
–¿Cuál cree que ha sido su mayor aportación a la arquitectura?
–No creo que tengamos aportaciones que merezcan destacarse, salvo quizá el convencimiento de que enfrentarnos a estos edificios del pasado debe plantearse a partir de acciones que nos permitan el conocimiento de todos sus valores: artísticos, históricos, arqueológicos, constructivos o incluso simbólicos o emblemáticos, que muchos de ellos conservan. Estamos muy satisfechos y honrados, por haber podido colaborar modestamente a la recuperación del impresionante patrimonio de Lorca. Ha sido una increíble experiencia en lo profesional y lo personal. Hemos tenido la oportunidad de actuar sobre estructuras antiguas colapsadas o a punto de desaparecer y, a la vez, cuidar detalles tan pequeños como el color, las texturas, los materiales o los invariantes de la arquitectura vernácula.
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–En alguna ocasión ha indicado que en restauración «se procura no dejar nada al gusto personal del arquitecto». ¿Ese es su primer mandamiento a la hora de trabajar en la conservación y rehabilitación del patrimonio?
–No. Esa afirmación debe quedar acotada para aquellos casos en los que se sobrepasan los límites de la estricta conservación del edificio que se ha mantenido en pie a lo largo de los siglos. Es evidente que un arquitecto no debe elegir de forma general entre una actuación leve o una reconstrucción completa, pues cada caso depende de multitud de factores. Lo que sí pretendo expresar es el convencimiento de que la humildad, el respeto y el rigor son las mejores herramientas con las que podemos contar. Siempre he explicado a los alumnos que no debemos pretender estar por encima de estos edificios, pues tienen cientos de años de vida y simplemente debemos hacer que esta siga, sin dejar en ellos una huella tan visible que acreciente las diferencias entre el pasado y el presente. No debemos ser tan vanidosos para creer que somos mejores técnicos, maestros y artesanos que los que trabajaron en estas obras que, aún en nuestros días, nos asombran.
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–¿Qué actuaciones tiene en marcha ahora mismo en la Región?
–Estamos finalizando, junto a un gran equipo de profesionales, el Plan Director de la antigua Iglesia de Santa María, la Catedral vieja de Cartagena. Y están casi terminadas las obras de restauración de un interesante edificio de principios del siglo XX en el Barrio Peral, junto al Colegio de la Encarnación, así como la ampliación y adecuación de los edificios del Campamento de los Urrutias para Cáritas Diocesana, la Iglesia del Salvador en Caravaca de la Cruz, el edificio para Jesús Abandonado en la calle Lázaro Ibáñez y la Iglesia de San Pedro, ambas en Murcia. En plena obra se encuentran la restauración de la Iglesia de la Inmaculada Concepción en Cartagena, la Casa renacentista del Rico en Jumilla y la primera fase de actuaciones en el Claustro de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen en Lorca. También está en plena ejecución la nueva parroquia en la pedanía de San Ginés en Murcia. Estamos trabajando en un proyecto para la restauración de la cripta bajo la Capilla del Prendimiento en Santa María de Gracia y otro para la restauración de la Iglesia de Santa Gertrudis en Lorca. Además, aunque solo está en estudio, estamos analizando una posible intervención sobre la Iglesia de San Antón.
–No se puede «separar patrimonio y territorio», suele decir usted. ¿En el caso de Lorca hasta qué punto está satisfecho del trabajo realizado hasta ahora?
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–Efectivamente. Hoy día no es posible la consideración del Patrimonio Cultural separado de su entorno, de su paisaje. Es parte fundamental de sus valores y, como tal, debemos conservarlo y mantenerlo. Por esto también es primordial el aspecto de reconstrucción urbana, pues los maestros y constructores del pasado utilizaban sabiamente lo que la naturaleza les proporcionaba, adaptándose a los tiempos, pero también cuidando de su entorno de generación en generación. Tanto es así, que las ciudades históricas pueden albergar perfectamente nuestros actuales modos de vida, transporte, trabajo, relaciones sociales..., sin que ello las altere de forma irremediable. Por tanto, proteger nuestros monumentos no solo es el cuidado de los edificios principales, sino también de las humildes construcciones que los rodean, las plazas, las calles... Con el mismo razonamiento, también los materiales tradicionales, pues su uso lleva manteniéndose a lo largo de los siglos.
–¿Cómo imaginaba que iba a ser su vida cuando decidió estudiar arquitectura? ¿Qué es lo que más agradece de esta dedicación?
–Mi padre trabajaba con muchos arquitectos y desde niño me apasionó la profesión. He de agradecer a muchos profesores y compañeros que me acogieron cuando apenas era estudiante y me ayudaron en la formación a pie de obra. Es precisamente este aspecto de visita a las obras, sobre todo en los edificios en restauración, en el que esta relación se hace más cercana e intensa. Es difícil de explicar la satisfacción que se alcanza cuando se comprueba que las obras que se están ejecutando van a ser capaces de salvar un edificio, de restaurarlo, ponerlo de nuevo en uso, devolverle parte de su historia y esplendor perdidos. Por ello dedicamos muchas horas a visitar las obras y lo hacemos semanalmente, de forma que se puedan solucionar con inmediatez todos los aspectos que van surgiendo, muchos de los cuales estaban ocultos y no podían verse durante la redacción de los proyectos. Por supuesto, no se trata de una sola persona, sino que me acompaña un magnífico equipo de arquitectas, aparejadores y delineantes, además de la colaboración de historiadores, arqueólogos, ingenieros...
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«Hemos contribuido a mantener el hermoso perfil de Lorca, con sus torres, iglesias y palacetes urbanos. Hemos intentado no alterar la silueta de la ciudad, mantener las líneas que los lorquinos tienen aprehendidas en su memoria. Por ejemplo, la Iglesia de Santiago se ha reconstruido con un tambor y una cúpula idénticos a los que derribó el terremoto, de forma que el perfil de chapiteles, cúpulas, torreones, espadañas y tejados de la ciudad no se alterara. Por dentro, la estructura de madera muestra claramente su contemporaneidad. Creemos firmemente que los ciudadanos de Lorca, respetuosos con su historia, han entendido esta actuación y la valoran como un paso más en el devenir del edificio y en la propia consolidación de la ciudad».
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