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Pequeñas infamias

Padres extravagantes, hijos sensatos

Carmen Posadas

Viernes, 11 de Abril 2025, 09:33h

Tiempo de lectura: 3 min

Me tiene fascinada X Æ A-12, más conocido como X Musk, hijo del magnate que junto con Donald Trump maneja el mundo. No paro de estudiar la carita de esta criatura de 4 años tratando de adivinar qué piensa, qué siente y, sobre todo, cómo será de mayor. ¿En qué se convertirá un niño al que llevan a caballito de aquí para allá, que si al Congreso, que si a mítines con miles de personas que lo jalean o aclaman como si él y su papá fueran un tótem de dos cabezas? Se da por aceptado que lo que vive una persona en la infancia acaba configurando cómo será de adulta.

Por un curioso efecto reactivo, los hijos de gente irresponsable acaban siendo lo contrario que sus memos progenitores

Se argumenta, por ejemplo, que, debido al mecanismo psicológico que se conoce como 'identificación con el agresor', puede ocurrir que niños maltratados, al llegar a la edad adulta, se conviertan a su vez en maltratadores. Y otro tanto ocurre con menores que han sufrido abusos sociales y/o han vivido en ambientes violentos. Que la violencia engendra violencia, el mal, mal y el odio, odio no requiere mayor explicación, lo vemos todos los días. Pero hoy quiero hablarles de otro mecanismo psicológico, bastante más positivo que el de la identificación con el agresor. Uno que por fortuna también es frecuente.

Hace unos años leí la novela de una autora hija de un conocidísimo intelectual francés y de una de las modelos más bellas de su tiempo. Justine, que así se llama la escritora, relata en su libro cómo fue su infancia junto con un padre hiperexitoso al que solo interesaban su persona y su carrera, y una madre que, tras un sonado divorcio, se hundió en la depresión y las drogas. Rara vez se levantaba de la cama antes de la una o las dos y, en un espiral de alcohol y relaciones tóxicas, sus noches se juntaban con los días. Con poco más de 10 años, Justine se convirtió así en madre de su madre. Antes de salir sola para el colegio, comprobaba si estaba bien y luego, a su regreso, hacía la casa, cocinaba, le daba de comer… No es un caso aislado.

Evidentemente, el caso que acabo de relatar es un ejemplo extremo, pero ocurre con frecuencia que de padres inmaduros, egotistas, extravagantes o con problemas salgan hijos mucho más maduros y responsables que ellos. Me pregunto si, salvando todas las distancias, algo similar ocurrirá con X Musk, al que su padre no solo le ha puesto un nombre absurdo, como si le negara su propia identidad, sino que parece haberlo convertido en estandarte de sus infantiloides dislates. Al mirar la cara circunspecta y rara vez sonriente de X Æ A-12 junto a la del siempre alborozado papá, uno se pregunta: ¿quién es aquí el inmaduro? Sí, ya sé que calificar así a alguien que ha conseguido convertirse en el hombre más rico del mundo y el segundo más poderoso del planeta es hacer de él un retrato demasiado simplista. Pero la genialidad nunca ha estado reñida con la inmadurez. Tampoco con el desequilibrio emocional, con el mesianismo o con la escasa salud mental. Si miramos alrededor parece que estamos rodeados de locos y de irresponsables. Las noticias se hacen eco de cada vez más dislates porque la falta de cordura es contagiosa, y qué más quieren los sátrapas de este mundo que la norma que rija sea el sinsentido y la arbitrariedad. Y, sin embargo, llámenme ilusa si quieren, pero yo creo ver en el pequeño X Musk un símbolo de esperanza.

Pienso que, al igual que la violencia engendra violencia y son muchos los que se identifican con el agresor y se comportan igual que él, existe también el fenómeno contrario. Por un curioso efecto reactivo, resulta que los hijos de gente irresponsable acaban siendo exactamente lo contrario que sus memos progenitores. Tal vez me equivoque y dentro de unos años este niño con nombre de incógnita, traído y llevado en procesión como imagen pagana, se convierta en un clon de su insufrible papá. Pero lo dudo. Porque la naturaleza, que es sabia, tiende a corregir excesos y volver a la media. De hecho, ya le está ocurriendo a Elon  Musk con sus otros hijos. De los catorce que tiene, varios de ellos son su antítesis. Porque lo que muchos progenitores ignoran es que los niños  aprenden, se forman y educan tanto por el ejemplo positivo como por el negativo, y a veces este último es más eficaz que el primero.