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Salida del Camino de Levante junto a la Catedral de Orihuela. Eva Moya
De Orihuela a Murcia: la suelta del palomo

Peregrinación a Caravaca

De Orihuela a Murcia: la suelta del palomo

Primera etapa del Camino de Levante a pie, desde Orihuela hasta Murcia (I)

Domingo, 28 de julio 2024, 07:33

Ser un hombre soltero tiene sus desventajas. En los viajes te cobran suplemento, si vas a cenar solo te miran raro y, cuando hay que colgarle un marrón a alguien, eres el primer candidato. Lo entiendo, no tengo cargas familiares y si unos encapuchados me meten dentro de una furgoneta para quitarme los órganos habrá poca gente que me eche de menos. Es como el trato preferencial de los padres con hijos cuando llega el momento de hacer el reparto de vacaciones pero al revés. En una redacción las cosas también funcionan un poco así, de modo que cuando alguien tuvo la idea de narrar en primera persona la experiencia de peregrinar a Caravaca mi nombre estaba en todas las papeletas. «Te vas a hacerte el Camino de Caravaca. Mañana empiezas», se me anunció, a dos horas del cierre de la Librería Diocesana, donde venden la credencial del peregrino. «Pues que sea lo que Dios quiera», me dije, con la resignación del que tiene todas las de perder.

La ruta escogida, por razones prácticas y paisajísticas, fue el Camino de Levante. Como buen peregrino, decido viajar con lo mínimo. Unas reservas de agua a todas luces demasiado optimistas, algunos víveres, mis botas de confianza y un reproductor de MP3 con la idea de poder escuchar algo de música durante el camino sin sacrificar la valiosa batería del móvil. Tiene su mérito volver a aprender a usar el maldito chisme, que estaba formateado para funcionar con el sistema de archivos que usaba el vetusto Windows XP. También resulta que solo tiene 1 GB de capacidad, lo que frustra mi plan inicial de llevar conmigo la discografía de Black Sabbath. Como soy de gustos impopulares, descarto las etapas de Ozzy Osbourne y me quedo con Tony Martin y Ronnie James Dio.

El autor, todavía con energías y buen ánimo, posa junto a un cartel indicador situado junto al río Segura, a su paso por Orihuela. Eva Moya

Unas horas más tarde se me deposita, como el que se va al Ricote a hacer una suelta de palomas, en la bella ciudad de Orihuela, el punto de partida. Centenaria encrucijada de culturas y hogar del poeta Miguel Hernández, para mí siempre será el lugar donde me dieron calabazas después de pagar un menú de sushi carísimo, así que me asaltan recuerdos agridulces. De la salsa agridulce, quiero decir. Allí me espera la encantadora Eva Moya, colaboradora de la sección de Orihuela, Torrevieja y Vega Baja, quien se encarga de hacerme unas cuantas fotos totalmente espontáneas y nada posadas. También me ofrece abundantes indicaciones sobre el terreno: dónde me tienen que colocar los primeros sellos, qué hacer si me echan droga en la mochila y en qué dirección tengo que echar a andar. Porque no es plan de acabar en Roncesvalles.

La vida me ha enseñado a desconfiar de la gente demasiado amable y por un momento sospecho que su papel es como el de mi tío cuando me enseñó a montar en bicicleta. Me quitó los ruedines de principiante y me sujetó con firmeza mientras daba mis primeras pedaleadas. Entonces me prometió que no me iba a soltar, justo antes de, efectivamente, soltarme como un bellaco. Ese día perdí una capa de piel de mis rodillas, pero gané sabiduría. Así pues, Eva me suelta en la mota del río Segura, como el palomista que espera que sus criaturas sepan volver a casa solas, y me encamino con paso firme hacia la indulgencia plenaria, aún sin saber muy bien qué es eso exactamente.

Indicadores del camino y sellado de la credencial del peregrino en la Catedral de Orihuela. Iván Rosique
Imagen principal - Indicadores del camino y sellado de la credencial del peregrino en la Catedral de Orihuela.
Imagen secundaria 1 - Indicadores del camino y sellado de la credencial del peregrino en la Catedral de Orihuela.
Imagen secundaria 2 - Indicadores del camino y sellado de la credencial del peregrino en la Catedral de Orihuela.

El compañero que no fue

Decía Machado que «caminante, no hay camino, se hace camino al andar», pero lo cierto es que sí hay camino. Y bastante claro, además. La cosa se limita a seguir la senda del río durante unos 24 kilómetros, sin más, de modo que me siento un poco idiota por los arañazos de ansiedad que me causó la incertidumbre sobre si la geolocalización me iba a dejar sin batería a mitad de la etapa. En serio, solo hay que seguir el río. No hace falta brújula ni Google Maps.

En ese sentido, la única decisión que hay que tomar es seguir la margen derecha o izquierda del Segura. Yo, por la razón que sea, decido evitar el camino de la derecha, una política que en general me ha funcionado en la vida, y avanzo los primeros kilómetros. Conforme voy dejando atrás la ciudad de Orihuela y perdiendo de vista a los paseantes de perros, no tardo en percatarme de que va a ser un viaje muy solitario. Voy con el chip de periodista, deseando encontrarme con otro peregrino para preguntarle por su historia, pero tan solo me encuentro con un operario de la CHS haciendo lo que se suponga que hace un operario de la CHS un miércoles por la mañana.

Anónimo caminante recorre la senda del segura a la altura de los tubos del Trasvase, en Orihuela. Iván Rosique

A la altura de los tubos del Trasvase veo a lo lejos, por fin, a un señor mayor ataviado con una gorra, una mochila de color verde y un cayado. ¡Por fin, un peregrino! Inmediatamente siento el impulso de alcanzarle para preguntarle cosas, pero hay un problema: transita por la margen derecha del río. Aprieto el paso para ponerme a su altura, esperando la oportunidad de cruzar a su lado, pero seguíamos separados por el escaso caudal del Segura. Tan cerca y tan lejos. La compañía que no es tal se ve frustrada pocos kilómetros después, cuando el hombre se detiene y, sin que llegue yo a discernir qué problema tiene exactamente, se da media vuelta. «Así no, amigo peregrino, así no. No te extrañes si el día de mañana te encuentras cerradas las puertas del Paraíso», quiero gritarle.

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