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Tomás Llorente, con sus esparteñas artesanales en la Rocada de Puerto de Mazarrón.
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La vida en una partida de brisca

El emprendedor Tomás Llorente se resiste a dejar la cala de la Rocada (Mazarrón), donde tiene su verano eterno de juegos y pandilla. «Patriotismo mazarronero», saca pecho

ALEXIA SALAS

Jueves, 28 de julio 2016, 12:25

Todo empezó como un juego. Como las cosas importantes de la vida. Una cala convertida en recreo permanente de una pandilla de amigos, tardes de partidas de brisca con el bañador mojado, los bocadillos de adolescencia bajo las estrellas y el tonteo veraniego que termina en hipoteca, paritorio y una lista de Whatsapp con parejas. Ya lo avisó Gil de Biedma, «que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde». A Tomás Llorente, niño eterno de la cala de La Rocada y diseñador de esparteñas del siglo XXI, le ha ido bien la partida y no quiere que acabe nunca. De hecho, aún no se ha deshecho la pandilla que lo vio perder los dientes entre el final de curso y la vuelta al cole. «Todos vivimos en Murcia y quedamos en el Puerto los fines de semana. Cuando uno no puede, nos dice ¡no quedéis, cabrones!», se enorgullece de esa hermandad de la Rocada. «Patriotismo mazarronero. Yo soy de Bahía Chica de toda la vida de Dios», corrige el ya treintañero.

  • Quién.

  • Tomás Llorente Ortega.

  • Qué.

  • Diseñador de esparteñas y emprendedor.

  • Dónde.

  • Cala de La Rocada (Mazarrón)

  • .

  • Valores.

  • Cala rocosa a la espalda del Puerto Deportivo, en la parte oriental del Cabezo de la Reya. La hendidura natural se une al rompeolas del puerto deportivo cegando una cueva natural que se inunda cuando sube la marea. Mal conservada, vertedero de escombros y falta de limpieza.

  • Pensamiento.

  • «Quiero disfrutar aquí de jubilado, con los mismos amigos de la infancia».

De su verborrea natural y el puntito de guasa pandillera uno empieza a sospechar enseguida que Tomás, padre y empresario respetable, no era el manso de la cala. «En el grupo había chicos de Capuchinos, que eran más formales, y de Maristas, que hacíamos nuestras cosas», confiesa una vez que las trastadas han prescrito.

«Todo parte del Puerto de Mazarrón y la cala, los amigos, mi mujer y ahora mi empresa», cuenta frente a la dársena que es ya como su casa. Los amigos los lleva como un billete premiado de Lotería, pero a la mujer se la ganó a pulso: «Me tiré un año entero 'pico y pala' detrás de mi mujer para conquistarla». Clavaditas tiene las noches que renunció a la parranda de la cuadrilla mazarronera para acompañar a la moza hasta el portal. «Ella tenía toque de queda y cuando volvía de acompañarla ya se me había cortado el rollo, así que al año me dije, ya está bien. Una noche le tiré al morro y me salió bien. Es que antes no me había dejado ni una puerta abierta», anima Tomás a los indecisos.

El emprendedor fue tomando plazas y derribando fuertes, también en la jungla empresarial. Después de pasar por la Facultad de Periodismo, Tomás recondujo su vida sabiamente a otros desfiladeros. Pudo ser la voz de Josep Pla, que le habló en sueños, como hizo en su cuento 'La vida amarga': «Esa profesión infame es lo que me acabó de hundir», avisó el cronista.

La nueva conquista partiría, como siempre, del Club Náutico y la cala rocosa. «Me encantaban las esparteñas, pero los nuevos modelos eran muy caros, así que me busqué a un artesano de Caravaca y me hice tres pares con mi diseño. Fue un éxito», recuerda de la primera luz de su actual marca registrada, Kävely Shoes, que ya ha vendido más de mil pares. Del primer lanzamiento en Murcia pasó al resto de España y a algunos golpes de suerte, como la elección de unas Kävely para la performance de la Fashion Week contra la mujer objeto, o el pedido de sus botines dorados para el desfile del Orgullo Gay de Madrid.

A la labia de Tomás no ha escapado ni el frío escandinavo. El mazarronero ha logrado venderles alpargatas de yute a los finlandeses, así que ya podría vender a los esquimales. «Para Finlandia hice unas botas con borreguito y se han vendido como churros. Este invierno llegarán en versión masculina», se expande Tomás con sus esparteñas, que ya le deben llevar por Chile, donde ha sacado el pico y la pala para calzar sin piedad a los americanos.

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