La banda sonora de Isla Plana
Florencio Martínez 'El Finso', hortelano de tomates, experto en bailes y canciones populares, tañe el laúd en la rondalla: «Ya me he 'echao' hasta a lo moderno»
ALEXIA SALAS
Jueves, 6 de agosto 2015, 12:04
La bulla ya la traía de fábrica El Finso cuando lo fichó la Rondalla de Isla Plana. El jovenzuelo -que sigue sonriendo a la vida dentro del anciano de 80 años- era fijo en los bailes de puja. «¿Es que no sabes qué es un baile de puja? Nos costaba unos reales cada baile. Yo pagaba, pero a muchos me invitaban, y además teníamos uno gratis de cada cinco piezas», recuerda el gallo de la fiesta como si fuera ayer. Cuesta poco imaginar que al Finso lo invitaban para mantener alto el nivel de jaraneo bailongo, aunque se llevara de giros y requiebros a más muchachas que nadie. «Yo abro siempre el baile. Todavía todas quieren bailar conmigo por el bullicio que doy», habla el 'Dirty dancing' de Isla Plana, aunque de bailes sensuales, menos que en la sardana. «'Agarrao' poco. Lo pedíamos mucho -ríe picarón El Finso- porque antes no se las podía tocar. Había siempre catorce viejas vigilando que te daban cuarenta palos», cuenta este aparcero de tomates. Hasta el punto que conoció a su mujer, Josefa, 56 años juntos, en un baile de las fiestas de Tallante y no hubo manera de robarle un beso furtivo. «Hablábamos caminando con el resto de las muchachas, pero además, cuando fui al día siguiente a buscarla a su casa, se vino mi suegra con nosotros toda la tarde. Y cuando íbamos al baile, cuatro mujeres más para vigilar. Yo decía ¡pero Señor esto qué viene a ser!, y hoy me digo ¡cómo era el mundo!», reflexiona El Finso, que nació en la época equivocada.
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Quién.
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Florencio 'El Finso'
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Qué.
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Hortelano y músico.
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Dónde.
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Isla Plana.
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Pasiones.
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La música y el baile.
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Pensamiento.
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«Me gusta salir y no recogerme»».
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Momento estelar.
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Cuando abre siempre el baile.
«No preguntes en Isla Plana por Florencio porque nadie te va a traer. Soy El Finso», advierte justo cuando la cartera alarga su mano a través de la cortina de cadenitas para entregarle un sobre: «Una carta para ti, Finso». Presto aclara el devenir del nombre con el que lo bautizó su madre, que murió cumplidos y trabajados los cien años: «De Florencio, Florensín; de Florensín, Finsín; y de Finsín, Finso. Hasta ahora». Aquel primer Florensín no era precisamente zagal de rosarios y escuela. «Íbamos corriendo a dar palazos a los bancales. Una vez nos subimos a un 'terrao' de láguena y la emprendimos con el palomar. Mi padre salió en mitad de la noche con esos calzoncillos largos que se llevaban, y yo me escurrí en la cama corriendo. Vino a despertarme para decirme que unos sinvergüenzas se habían cargado el palomar», ríe el Florensín revolera de esas faenas con coartada que jamás se olvidan.
Ahora El Finso ha llegado a Facebook: «¿Pues no me tienen unas fotos bailando?», se echa las manos a la cabeza. Por eso nadie se extraña de que el tañedor de laúd se saque la silla de enea a la puerta y, bajo una sombrilla clavada en una caja de cemento, se marque sin desfallecer el himno a Isla Plana, mientras la vecina recoge los manteles tendidos al sol calle arriba. En la plaza de la Virgen del Carmen -solana inmisericorde a las dos de la tarde- solo bailan a esta hora de fuego las banderitas que anuncian baile cuando llegue la fresca. Una de esas plazas que resisten al avance de las urbanizaciones con piscina pero sin alma, sin puertas con cortinas de cadenitas, ni macetas al sol con trepadoras de campanillas moradas, ni Finsos con laúd. A esa precisa hora en que se vive de puertas para dentro, entre ruido de platos y telediarios, sale Florencio a eclipsar un solo de chicharra. No se ha dejado ninguna de las galas de músico de rondalla: cinta azul celeste, sombrero de ala corta y cangrejeras. «Toco de todo. Ya me he 'echao' hasta a lo moderno», tira adelante.
«A mí me enseñó a bailar la malagueña una falangista que vino a instruir a las mujeres en costura y en hacer canastas con perifollo de panizo», sacó provecho el hortelano feliz. «El baile es mi locura», sonríe al imaginar su próximo 'agarrao'. Para apremiar al reloj hace crucigramas, le habla al gato 'Bienve' y al perro 'Codi', porque Josefa perdió la memoria y ya no recuerda que vive con el Gene Kelly de Isla Plana. «No hay que perder nunca la alegría. Yo soy de salir y no recogerme».
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