Deporte de madrugada
Hay gimnasios que abren de noche, pero los deportistas prefieren la calle. La vista se cansa, luego cuesta dormir un poco, pero la sensación de libertad es única, dicen
FERNANDO MIÑANA
Lunes, 25 de agosto 2014, 11:53
Tablas de led. El mejor surfista español, Aritz Aranburu, ha cogido olas en alguna ocasión por la noche gracias a que la marca que le fabrica las tablas, Pukas, le hizo unas espectaculares iluminadas con leds.
Atraen a los peces. A Aranburu le sorprendió que por las luces «no paraban de acercarse peces, es impresionante, por eso no recomiendo probar la tabla en aguas donde puedes encontrarte otro tipo de peces...».
Una novedad. El surfista de Zarautz recuerda la primera vez «como una experiencia totalmente nueva porque la sensación de estar solo en el agua con todo oscuro a tu alrededor es muy diferente».
La vida fue llenando los días de Miguel Laguna sin miramientos. El trabajo, el matrimonio, un hijo y luego otro y más tarde otro más. Las obligaciones fueron arrinconando al placer. Las horas se iban escapando de las manos y cada vez había menos tiempo para su afición a la carrera a pie. Qué tiempos aquellos en los que preparó y corrió los 100 kilómetros en 24 horas de Colmenar Viejo simplemente para que luego el maratón fuera algo menos tremendo. Allí descubrió lo que es correr por la noche. «La experiencia nocturna fue espectacular. Se hace de noche cuando llevas 60 ó 70 kilómetros en las piernas y te duele todo. Entonces te encuentras gente que tampoco puede más y les animas como otros te animan a ti... Y piensas en dormir algo y descansar, pero no lo haces porque sabes que como pares ya no vuelves a correr». La meta apareció a las nueve de la mañana después de 21 horas de carrera.
Pero los años fueron desplazando su pasión y llegó un momento en el que este maño afincado en Madrid que está a punto de cumplir los 40 tomó una determinación: salir a correr de noche, al final del día. «Ahora salgo a las once y me va mejor. Luego te cuesta dormir un poco más porque estás muy activo, y está la gente que no te entiende, pero no pasa nada. Tengo un vecino que llega de trabajar a la hora que yo salgo y siempre bromea con que yo en realidad voy a ver a una amante. Lo único que tengo claro es que no hay excusas: si quieres correr, corres. Es eso o llevar una vida sedentaria».
Cada vez hay más gente que, por diferentes razones, le está cogiendo el gustillo a practicar deporte por la noche. Y algunos han visto ahí una oportunidad de negocio, como los gimnasios nocturnos que, cogiendo el modelo de Reino Unido, donde han triunfado, han abierto en los últimos años en ciudades como Madrid o Valencia. El socio puede entrar de madrugada gracias a un código de acceso. La instalación, dotada de domótica y vigilada por cámaras, se autogestiona sin personal.
Otros prefieren ir por libre. Como Javier Montes, que vive a los pies de Sierra Nevada, una provocación constante para un aficionado al ciclismo. A sus 37 años, este ciclista nacido en Ogíjares y ahora residente en Cenes de la Vega ya hace tiempo que dejó de ver la bicicleta como un vehículo para competir. «Llevo subido a la bici desde chiquillo, pero ahora me llama hacer cosas diferentes. Hace 15 años le puse una led a la bici y empecé a salir por la noche una vez por semana».
Pero terminó aburriéndose y aparcó la 'burra'. Hasta que hace cinco años conoció a un amigo que también le gustaba pedalear a la luz de la luna y retomó las salidas. «Nos compramos luces mejores, pero realmente hay noches de luna llena que no te hacen ni falta de lo claro que se ve». Lo que es imprescindible es la ropa de abrigo cuando se atreven con el Veleta (3.398 metros). «Allá arriba, en verano, hace el mismo frío que aquí abajo en invierno».
Tiempo de reacción menor
Montes no tardó en descubrir que no era un 'bicho' tan raro. «Recuerdo la primera vez que lo hicimos. Lo teníamos todo preparado para nuestra subida épica, las bicis a punto, las luces... Nos creíamos los reyes. Y en la primera curva nos encontramos con un tío subido a una bici de estas del Decathlon, en vaqueros y fumándose un pitillo. Nos paró y nos preguntó si faltaba mucho para llegar arriba...».
Lo que no le quita nadie son las sensaciones. «Es un tema emocional, de coco: te siente más libre. No estás supeditado a encontrarte con otro y picarte, que es muy típico en el ciclismo. Por la noche vas más a tu bola y te sientes mejor. A veces se te cruzan cabras montesas, zorros, búhos... y una vez, en la subida del Duque, nos apareció un jabalí bastante grande. Pero cruzó y punto».
Javier Montes no es el único en su zona. En Granada hay un club, el Granabike, que organiza salidas nocturnas todas las semanas. Ramón Ángel Serrano es su presidente y recuerda que él fue el pionero hace ocho o nueve años y que luego se le fueron sumando adeptos a la causa. «Entonces no había la tecnología que hay ahora. Si me vieran cómo iba...». Pero el material ha avanzado y ahora se iluminan con unos leds que alumbran «prácticamente igual que los faros de un coche».
Ramón se aficionó a estas escapadas porque era el único momento del día en el que podía entrenarse. Pero la actividad a estas horas ha triunfado tanto que el club acabó organizando una subida desde Granada hasta el pico Veleta, que cada año tiene más participantes. El presidente del Granabike tiene claro que es una experiencia que te atrapa. «Cambia mucho. Tienes que ir alerta porque no tienes tanta visibilidad y el tiempo de reacción ante cualquier imprevisto, como un hoyo o una piedra, es menor. Técnicamente tienes que estar más preparado. Y en cuanto a sensaciones también es muy diferente: los sonidos de la noche, ver la ciudad iluminada desde arriba, la luna...».
La noche, además, siempre encierra alguna sorpresa. «Te sorprende la cantidad de gente que hace deporte por la noche, sobre todo corredores. Y luego puedes ver desde un zorro hasta un coche aparcado con parejas dentro haciendo cosas malas... ¡Se llevan unos sustos cuando ven aparecer a un grupo de tíos iluminados!».
Tiene razón Ramón Ángel Serrano, cada vez hay más corredores por todas partes. Por el día y por la noche. Algunos, como Juan Carlos Martínez, de Burjassot (Valencia), se han enganchado a los trails, a las carreras de montaña que, en su versión más salvaje, pueden desarrollarse durante un día o dos. Y eso, claro, obliga a estar habituado a correr por la noche. «Es una cosa que hay que vivirla», adelanta Juan Carlos, que tiene 48 años y muchas carreras a sus espaldas. «Al principio es como una sensación de pánico, pero con el tiempo te acostumbras. Eso sí, has de ir muy concentrado porque es peligroso. A veces, además, oyes un ruido y ves pasar cosas, pero solo puedes mirar al frente».
Este atleta, que a finales de agosto correrá la mítica Ultratrail del Montblanc -hay que dar la vuelta a la mole alpina y eso, salvo si eres Kilian Jornet, implica dos días enteros-, no cree que haya grandes diferencias físicas entre correr por el día y hacerlo por la noche. «Para mí es lo mismo. Lo único es que se te cansa más la vista porque tienes que ir fijándote mucho».
Ramón acude a carreras como la del Montblanc bien pertrechado, con dos frontales y baterías de recambio, ropa de abrigo, un kit con vendas, pastillas para el dolor de cabeza o cápsulas para el estómago, una manta térmica y un teléfono móvil, a poder ser de los antiguos, con teclas. «En una carrera en Cavalls del Vent (en el Pirineo) a una mujer se le agrietó la pantalla de un teléfono táctil y acabó muriendo de frío». La montaña no perdona. Y menos aún de madrugada.
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