Lobo de mar con sirena
Pencho Tárraga, buceador vocacional, instructor de armas no letales y experto en liberación emocional. «He visto monjas jugando al 'paint ball'», reza
ALEXIA SALAS
Miércoles, 23 de julio 2014, 12:46
Nadie sabe si el sosiego que respira este lobo de mar, Pencho Tárraga, buceador profesional e instructor de armas no letales, procede de las profundidades marinas o de esa satisfecha cansera de la superficie murciana. «No he conocido el estrés», confirma. No lo sabe tampoco la morena del Mar Rojo que posó con él, como dos compadres, mientras al fotógrafo le temblaba el pulso pensando cómo hacerle el torniquete de un bocado que nunca se produjo. Seguramente aquella morena, prima hermana de las que cocinan con pimienta y vino blanco en Cabo de Palos, vio los poderes de Pencho: esa melena plateada, medio de Neptuno medio de Torrente, y el 'merrow' -un sireno irlandés no muy simpático- que lleva tatuado en su ancho brazo izquierdo junto a un barco pirata enarbolado, una sirena guerrera y los signos sagrados del reiki. Al cuello, para cerrar el círculo protector, una cruz de Caravaca y la Virgen del Carmen, como buen ejemplar criado en Lo Pagán.
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Quién.
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Pencho Tárraga.
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Qué.
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Buceador, instructor de 'paint ball' y reiki.
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Dónde.
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Lo Pagán (San Pedro del Pinatar).
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Pasiones.
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El mar y los juegos no letales.
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Pensamiento.
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«Las dolencias físicas dependen del subconsciente».
El club de buceo Villa de San Pedro que preside -«es un club de amigos», aclara- desde hace una década comparte su corazón con Cayo Largo, la pequeña isla del Caribe que le enseñó los corales más rojos que han visto sus ojos. Pencho tuvo más suerte que Humphrey Bogart en el mágico archipiélago. No olvida «el delfín que apareció y nos observó durante unos minutos para irse y volver al poco con toda la familia». «Empezaron a jugar con un pez globo, dándole con el morro», cuenta aún asombrado de que una escena así no fuera una ilusión, agradecido de que Segismundo no tuviera razón con aquella manía de que 'la vida es sueño'. «He empezado a guardar imágenes en mi mente, porque no sé hasta cuándo podré bucear y encontrar otras nuevas», dice ya con la certeza de que se alimentará de esos instantes vividos casi como pez.
No sabe qué le sorprende más a Pencho, si lo que han visto sus ojos bajo el mar o sobre tierra firme. Su aventura en superficie no ha sido corta en emociones. Hace 14 años montó la empresa Extreme Paint Ball, dedicada a organizar juegos de guerra con bolas de pintura , con la que han acudido a desestresarse desde actores famosos a monjitas. «Antes de la crisis teníamos una lista de espera de meses y ahora está funcionando con las celebraciones de comuniones, porque he incorporado escopetas electrónicas sin proyectiles, así no hay lesiones posibles, y un campo de paneles que se traslada a cualquier espacio», explica el instructor de armas no letales. Pencho ha instruido a agentes de seguridad sobre el uso de las 'pepperballs', unas carabinas que liberan polvo de pimienta para inmovilizar al objetivo. Como los conflictos reales no se pueden solucionar con un estornudo, a Pencho se le abrieron los ojos para abrir un consultorio de técnicas de liberación emocional y reiki. «Me decían los que iban a bucear por primera vez que cuando les cogía las manos se tranquilizaban», explica el maestro del mar. «No soy curandero», aclara, aunque algún paciente que ha salido de su consulta libre de dolores le ha dicho jocoso que «por esto me quemarían en la Edad Media», se ríe con su envidiable calma este abuelo de tres nietos. «Me iba a tatuar sus nombres, pero es que ya son tres», sopesa. Ya tiene bastante con compartir su piel con la temible valquiria, que reúne las esencias del mar y la guerra, como este lobo de mar pinatarense.
«Es raro el día que no me asomo al mar», dice el niño que no recuerda cómo aprendió a nadar, como si hubiera nacido pescadilla. De sus horas respirando burbujas embotelladas ha aprendido que en tierra sucede a veces como en los abismos: «El mar hace de lupa y hay lugares como el Mar Rojo, tan luminosos, que lo que ves te parece al alcance de la mano, pero puede que esté muy lejos aún».
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