«Hice mi maleta, me miré al espejo. Parezco más viejo, parezco más frío». Así empieza una de las canciones (de The Killers, mi grupo ... vivo favorito) que más estoy escuchando este verano. Y tiene su sentido, incluso su historia. De unos meses a esta parte, no sé si por los cambios, el calor o el inexorable paso del tiempo, siento que he envejecido, que he traspasado la línea que me indicaba que aún era un chaval. Un salto, ale-hop, y ya cuento por centenares los pelos canosos de la barba, y no puedo contar con los dedos de las dos manos las arrugas de la cara.
Más viejo, pero también más cascarrabias. No es que sea una consecuencia, no me vayan a malinterpretar, pero una cosa lleva a la otra y te descubres mirando Twitter, lanzando improperios al grupo de tontos y tontas antivacunas que se reunieron la semana pasada en la plaza de Belluga. Que se lo merecen, pero tú antes no le echabas la bronca a una pantalla a menos que en ella saliese Gonzalo Higuaín.
Me pregunto si esto va a peor, si por razones desconocidas vas perdiendo la buena onda que va ligada a los años de juventud. Los cambios no tienen por qué ser malos, y la muestra es 'Pressure machine', el nuevo disco de los de Brandon Flowers. No suena a ellos y es completamente distinto a lo que han hecho anteriormente, por eso me encanta, porque me descubre nuevos horizontes, recovecos en los que no ha entrado la luz y por fin se presentan, con nuevas enseñanzas.
Churchill dijo que mejorar es cambiar y que para ser perfecto hay que haber cambiado a menudo. Si le hago caso a esa frase, voy por el camino correcto de la vida.
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