Provida con demasiadas excepciones

En las democracias representativas se ha instalado una fuerte desconfianza en los liderazgos políticos. Ya no son percibidos como luceros en un entorno hostil. La falta de ética pública de muchos de los actuales gobernantes, su falta de vocación y servicio, o incluso sus ambivalencias con respecto a una determinada ideología, han sumido a una buena parte de la ciudadanía en la desesperanza y el conformismo. Vox no iba a ser distinto en esto. Los personalismos actúan por su propio interés. Venden su salida de los gobiernos autonómicos y su ruptura con el Partido Popular (PP) como un gesto patriótico, supuestamente coherente con sus valores.

Su excusa no es otra que el reparto de menores migrantes llegados a Canarias, una redistribución solidaria que lleva haciéndose de forma continua desde hace tres años y que nunca había motivado semejante actuación. Vox se agota y evidencia, no solo su falta de responsabilidad, también de compromiso con la dignidad humana: son provida con demasiadas excepciones. Quizá con tantas, que olvidan que los menores migrantes irregulares están amparados por las normas del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, sin importar su condición migratoria.