Voy a decir una verdad de Perogrullo: cómo hemos cambiado desde que comenzó esta pesadilla en marzo de 2020. Es verdad que el ser humano ... tiene una capacidad increíble para adaptarse al entorno, para recibir cornadas de profundidad variable y seguir tan pancho, curándose poco a poco esas heridas. Pero es innegable que no somos los mismos. Lo veo en la forma de vivir de los demás y, sobre todo, lo siento en mis carnes.
No hay conversación con amigos, sea cual sea el contexto, en la que no se haga alusión aunque sea vagamente de los meses que pasamos confinados en casa. Hay quien pasó esos interminables días hasta el levantamiento del estado de alarma cocinando pan, o haciendo ejercicio junto a Patry Jordán (que ahora debe estar por las islas griegas en un yate). Otros cocinaron en su interior un miedo incipiente a las aglomeraciones.
Si me ves en un concierto, cuando los conciertos vuelvan a ser conciertos, lo harás al final de la pista, donde yo estaré escorado a un lado, cerca de la barra. Odio las multitudes, y eso es de siempre, pero la semana pasada comprobé en Las Fuentes del Algar, un lugar paradisiaco vendido al turismo en la Comunidad Valenciana, que ver a mucha gente al aire libre y sin mascarilla me genera ansiedad.
Soy muy fan de la ciencia ficción, pero aún lo soy más de la salud mental. No somos los mismos que en enero de 2020 y eso hay que asumirlo cuanto antes, porque es la única manera de avanzar. El futuro es incierto, pero estoy seguro que es prometedor. O al menos eso espero, porque como dijo Woody Allen, me interesa el futuro porque es donde voy a pasar el resto de mi vida.
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