Vivimos en una época en la que 'Los Espasa-Calpe' gobiernan el mundo y son líderes de opinión. Así definía un amigo, hace muchos años, ... a ese tipo de personas que saben de muchos temas, pero muy poco de los mismos. Esa gente que lo mismo te habla de la incidencia del coronavirus en el Estado de Arunachal Pradesh, en la India, como que te dice: «Tú no lo sabes, pero Chayanne en realidad se llama Elmer Figueroa». Datos irrelevantes, aleatorios, expertos en nadar en la superficie y en pasar de puntillas por las profundidades.
No es un fenómeno nuevo, llevan existiendo desde que el mundo es mundo, pero los últimos acontecimientos que este planeta ha tenido que asimilar les han aupado a oráculos de la verdad. No hay nada peor que un tonto con un altavoz. Para muestra, lo que pasó en el último concierto de Las Noches del Malecón, donde Sergio Dalma, pasándose las restricciones por el arco de Galilea, animó a los espectadores a que se levantasen, bailasen y esparciesen el virus por todo el recinto. Lo dicho, un tonto y un micrófono y el mundo se mete en dirección prohibida.
Necesitamos volver a establecer los filtros necesarios para que estas personas regresen a su hábitat natural, donde antes hablaban ante una pared y un carajillo. Acotarlos en la barra del bar y que desde ahí profeticen. Sobran agoreros y falta gente con raciocinio, con ganas de ayudar y aportar algo valioso a los demás. Los periodistas, en esto, tenemos una misión importante impidiendo que los mensajes de odio, la mentira y los bulos ideológicos calen en la sociedad.
Cambiar a 'Los Espasa-Calpe' por 'El infinito en un junco'. No es tarea fácil, pero limpiar de cuñadismo este país bien vale una lucha larga y complicada.
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