Ya no puedo dedicar comentarios guarretes a cada efebo olímpico que asoma en mi televisor porque eso es cosificar y es incompatible con criticar el machismo y el normativismo físico. Que yo no lo veo así, la verdad, esta es otra de mis múltiples contradicciones. ... Así que hablaré del papel de las mujeres en estas Olimpiadas.

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He gozado con las hazañas de Simone Biles. En las últimas se retiró por problemas de salud mental y, tras dos años sin competir, París se ha rendido a sus pies. Me he quitado el sombrero ante las esgrimistas Nathalie Moellhausen, que ha competido con un tumor en el coxis, o Nada Hadef, embarazada de 7 meses. He vibrado con la medalla de nuestra marchadora María Pérez y me he reído con los memes de Kim Yeji, la Nick Fury coreana.

Pero para mí la verdadera reina de París ha sido Celine Dion y su homenaje a la 'chanson française' en la inauguración de estos juegos.

Ceremonia que dio relieve a la multirracialidad, la libertad sexual, la indefinición de género, la cultura, el arte y el pensamiento político y social del país. Pero también fue un desfile interminable de narcolanchas y una última cena que no dejó indiferente a nadie.

¿Por qué en estos tiempos parece que cada cosa, ya sea película, libro, o ceremonia, polariza opiniones hasta extremos de una radicalidad pasmosa?

La reaparición de Celine Dion y Simone Biles es un claro mensaje para todos: se puede tocar fondo, se acepta, se gestiona y se vuelve a subir.

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Son mujeres con talentos extraordinarios, sí, pero también tienen los recursos económicos, sociales y culturales para lograrlo. No todos pueden aprender por sí mismos a gestionar sus emociones y la vida, y hay que buscar hacerlo accesible a todo el que lo necesite.

Pues ya estaría, he conseguido no hablar de cuerpos esculturales de los atletas olímpicos como el que tiene el nadador italiano Thomas Ceccon. La cultura woke estará contenta.

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